ESPEJOS DE REALIDAD
En uno de los primeros capítulos de la serie Juego de Tronos, el personaje de Tyrion, conocido por ser habilidoso con las palabras, le dice a Joffrey, su sobrino, el rey sádico y testarudo: «Hemos tenido reyes crueles, hemos tenido reyes idiotas, pero no sé si alguna vez hemos tenido un rey idiota y cruel”. El asunto de la ficción es que siempre tiene un dejo de realidad, eso es lo que impacta. Donald Trump, Javier Milei o Bolsonaro, tienen similitudes en su manera de mandar, de utilizar el lenguaje y de crear instituciones sociales de índole un tanto cuestionable.
El libro y ahora serie El cuento de la criada, publicado en 1985 y escrito por Margaret Atwood, cuenta la historia de un futuro distópico donde la tasa de natalidad del mundo se desploma, por lo que en medio del caos surge un gobierno totalitario y teocrático que utiliza a las mujeres fértiles como moneda de cambio para poblar el mundo. Aunque parece un futuro inalcanzable y exagerado, las lecciones de El cuento de la criada están más cerca de nuestra realidad de lo que podríamos imaginar. Las situaciones de control autoritario y la reducción de derechos fundamentales son ahora parte de nuestras preocupaciones sociales, especialmente en un contexto donde el retroceso de los derechos de las mujeres se ve reflejado en el auge de figuras políticas que limitan la autonomía de los cuerpos y las decisiones individuales.
De alguna manera, lo que antes solo era una especulación literaria se ha convertido en una advertencia que empieza a tomar forma. La ficción, más que un simple reflejo del miedo, se convierte en un espejismo de lo que podría suceder, y lo peor es que, en ocasiones, ya está sucediendo. En la política, la manipulación del lenguaje y la creación de narrativas distorsionadas se han vuelto armas de control masivo.
Es imposible no pensar en la literatura mexicana cuando reflexionamos sobre estos temas. La obra Pedro Páramo de Juan Rulfo, por ejemplo, presenta un México donde el poder, aunque ausente físicamente, sigue presente en las sombras de Comala, un pueblo fantasma donde los muertos siguen hablando y el pasado persiste en la memoria de los habitantes. Este escenario distópico de Rulfo, tan arraigado a la realidad de México, refleja una lucha por el poder que no se resuelve en un futuro lejano, sino que parece seguir vivo en cada rincón de nuestra historia.
Lo que antes era solo una especulación literaria, ahora está a la vista. La ficción ha comenzado a sentirse menos como una advertencia y más como una profecía. Y, al igual que en Juego de Tronos, donde la línea entre la maldad y la ignorancia de los gobernantes es difusa, hoy en día, las decisiones de ciertos líderes se presentan como si fueran las soluciones absolutas a problemas complejos, pero en realidad nos arrastran hacia un futuro incierto.En el mundo político actual, el «efecto de fingir» ya no se limita a las ficciones creadas en el papel o la pantalla. Vivimos en una época en la que la política misma es una representación constante, una serie de actuaciones cuidadosamente elaboradas que desdibujan la realidad. Los discursos de odio se presentan como justicia, las mentiras se disfrazan de verdades, y lo más aterrador de todo, es que la gente parece cada vez más dispuesta a aceptarlo sin cuestionarlo. La frontera entre la ficción y la realidad se ha difuminado de tal manera que ya no estamos seguros de lo que es real, y lo que parece pura invención, está tomando forma en nuestras calles.