ESPEJOS DE LA REALIDAD
- Ya nada suena genuino, ¿cómo se configura una realidad —espacios de contención, de ternura, de entendimiento — cuando personajes similares son los que gobiernan al mundo?
Próximamente, en su supermercado de confianza estarán empaquetando su nuevo producto: Fe. Molida, con verduras, picada, en cubos, desgrasada.
No importa, son las mismas mercancías bajo etiquetas diferentes. No importa qué camino se tome, la respuesta al intentar salir del mercado es insuficiente o contraproducente, y aún así seguimos apostando por ellas.
La espiritualidad contemporánea —esa que se vende en stories con fondos color lavanda— promete calma, conexión, abundancia. Pero es un consuelo premium, disponible solo para quienes pueden pagarla. Ya no se trata de salvar el alma, sino de optimizarla. El alma ya no se cuida, se gestiona. El ritual ya no dura: se graba, se sube, se monetiza. La fe, en esta nueva era, ha mutado en una suerte de empresa: ofrece experiencias, promesas de sanación rápida, y una membresía mensual para acceder a lo divino.
Y claro que se vende. Alguien lo dijo como si fuera obvio. Que quién no va a querer comprar esto. Que mínimo veinte sesiones al mes se colocan sin problema. Que luego viene la parte escalable: capacitar a otros para que vendan lo mismo, pero con otra tarifa, porque si quieren “su experiencia”, eso cuesta más.
Y después, solo entonces, viene el remate blando: “es que no saben cuántas vidas voy a cambiar”.
Ya nada suena genuino después de haber hablado como vendedor de tiempos compartidos. ¿Cómo se configura una realidad —espacios de contención, de ternura, de entendimiento— cuando personajes similares son los que gobiernan al mundo?
La fe se da en PDF descargable.
Teodoro Adorno escribió que “el mundo está desquiciado, y se demuestra por el hecho de que, independientemente de cómo se resuelva un problema, la solución es equivocada”. Y sí, ¿cómo no va a estar desquiciado el mundo si hasta la búsqueda de sentido termina generando hashtags?
No me queda más que intentar ver las cosas con otros ojos, porque si bien la fe se mata, destaza y empaqueta, la necesidad de creer, esa sigue siendo humana, imperfecta, profundamente política. Y aunque todo lo empaquen, lo vendan y lo suban, aún hay margen para mirar distinto.
Para no comprar. Para no vendernos.