OPINIÓN
El hecho terrorífico ocurrido antier bajo el puente atirantado, en el que un taxista cegó de la vida a un muchacho de 30 años, al cocerlo a puñaladas, por un incidente menor de tránsito, nos obliga a voltear la vista a lo que ocurre en Pachuca, donde la cortesía es sustituida por la intolerancia, por el llamado “agandalle” de todos contra todos, sobre todo al transitar con un vehículo donde no falta quien se te cierre o te miente la madre por no avanzar a la velocidad que el conductor cree que es la correcta.
Fue una muerte absurda la del muchacho, fue un crimen estúpido el perpetrado por el taxista, quien al igual que el muchacho a quien mató, él también se pasará la vida tras las rejas por no saber controlar la ira que le salía a flor de piel por cualquier incidente y que seguramente repetía con su familia y con los vecinos, porque la ira es un sentimiento de ahogamiento, de recelo con la vida que sólo le ha dado miseria y descontento.
Sin embargo, la ira se ha convertido en la respuesta inmediata de los pachuqueños en particular y de los mexicanos en general. Como se dice coloquialmente, se anda buscando no quién te la hizo, sino quién te la pague. Y sí, hay de sobra de qué quejarse, por la carestía, por la falta de empleo, por la delincuencia descontrolada, etcétera, etcétera. Pero sabemos que no es la forma ni el camino de encontrar la solución a nuestros problemas.
Definitivamente hay problemas que están fuera de nuestro alcance, como la delincuencia coludida con los de arriba, como las malas decisiones económicas que encarecen los productos, como la corrupción; pero por qué no volver a los valores aprendidos en nuestra niñez de nosotros los mayores, entre ellos el respeto y la cortesía como el conjunto de comportamientos, expresiones y actitudes que reflejan precisamente el respeto, la consideración y amabilidad hacia los demás. Y todo ello redundará en una vida más cómoda y alegre.
La cortesía se manifiesta en el trato diario, tanto en contextos formales como informales. Es reconocer la dignidad del otro, evitando ofensas o actitudes despectivas; significa consideración, es decir pensar en los sentimientos y necesidades de los demás y también significa educación, es decir usar expresiones adecuadas como: por favor, gracias, disculpe, buenos días; y el tacto, saber decir las cosas de manera adecuada, incluso en situaciones incómodas o delicadas.
Pero no, en Pachuca especialmente –pero no es privativo de nuestra ciudad— nos significamos por no dar el paso a la otra persona, por anteponernos como más importantes que los demás. Y en el tráfico diario, los taxistas son campeones de la descortesía, pasan con sus vehículos a toda velocidad y le pese a quien le pese, así sea que bañen de agua de charco al peatón, le ganan a cualquiera con su automotor, no respetan las señales de tránsito, porque ellos van primero. Los juniors son parecidos pero más agresivos, porque “papi” los protege de cualquiera, porque ellos van a una junta “importante”, aunque en realidad van a tomar a alguna cantina.
Retomando, los taxistas viven de los usuarios que tienen que transportarse en forma rápida y segura, porque muchas veces el transporte público es ineficiente o es escaso, por lo que pagan un poco más para llegar a su lugar de destino. Pero los taxistas no son especiales a cualquier otro conductor, y lo mismo los motociclistas, quienes se sienten dueños del camino y que ellos no tienen por qué respetar las leyes. Urgen cursos de capacitación en cortesía a los taxistas, enseñarles que se deben al pasaje y están obligados a respetar y ser corteses con los otros conductores y con los pasajeros.
Además, debemos entender todos quienes manejamos y quienes no, que la cortesía es el arte para llevarnos bien, es el aceite que hace caminar la maquinaria de la sociedad en su conjunto. Debemos ver lo que sucede en otros países como Grecia, Japón y el Reino Unido, donde los taxistas enseñan con su comportamiento a llevarse bien, a ser respetuosos y todo eso redunda con una mejor convivencia. Y se vale soñar, por qué no, premiar al taxista o taxistas más corteses. Y en general a los ciudadanos más corteses. Ya basta de los ejemplos malos, de quienes en forma gandalla se meten en las filas, ganan los lugares de estacionamiento a la mala, dan mal el cambio, corren para robar los productos como aves de rapiña cuando descarrila un camión de mercancías. Mejoremos como ciudadanos responsables, honrados, preocupados por los demás y corteses, muy corteses.