FORO ABIERTO
Los mexicanos no tendríamos porqué justificar si vamos o no a votar el próximo domingo primero de junio para renovar el Poder Judicial en nuestro país. De antemano es un derecho que no podemos desdeñar, y que forma parte de nuestra historia constitucional, el votar y ser votado, o electo para los diferentes cargos públicos, pero esta ocasión es especial. No tiene antecedente alguno en la historia política de México.
La experiencia de los mexicanos en torno a la impartición de justicia es una historia de alejamiento, divorcio absoluto, engaños, desencanto, traiciones y simulación. Muy pocas personas y familias no habrán tenido nada que ver con una demanda, una denuncia o un juicio de cualquier índole, pero la gran mayoría ha lidiado en algún tema de justicia.
En todo el siglo XX se construyó un sistema judicial, federal y local, distanciado de las personas y alejado de servir a los supremos intereses de la justicia.
He tenido oportunidad de conversar con diferentes sectores de la sociedad, en mi práctica de facilitador de cursos sobre derechos humanos. La mayoría de las personas no conoce la ley, no conoce los aspectos básicos de la Constitución Política que nos rige, nuestra carta magna, y desafortunadamente no sabe que las personas tenemos derechos humanos, tampoco podrían distinguir entre derechos de primera o cuarta generación.
Prevalece entre los mexicanos la idea de que la “justicia se compra” o bien que “la justicia solo es para los poderosos” y “los pudientes”, los que tienen para pagar. Ninguna “reforma judicial” ha cambiado esta idea. Mucha gente prefiere evitar los circuitos de la impartición de justicia, a pasar el vías crucis que implica y los procesos judiciales se vuelven tortuosos, esta es una gran causa por la que voy a votar.
En realidad, el imaginario mexicano está cargado por una larga historia de casos en que los representantes del poder judicial (magistrados y jueces), desde la misma Suprema Corte de Justicia hasta el juzgado de menor calado, se prestan a componendas y a procedimientos leguleyos. Esta sería otra motivación para ir a votar la posibilidad de cambiar la estructura y la cara del poder judicial mexicano.
El resultado de un poder judicial tan alejado de la impartición de justicia es la impunidad, es decir la falta atención que se proporciona a la persecución, investigación y/o resolución de casos que son conocidos por la autoridad, alcanza el 96 por ciento, quiere decir que apenas el 4 por ciento de denuncias son atendidas y cada año crece de manera desorbitada, ya que se producen en México millones de delitos al año. El sistema judicial se colapsó desde hace décadas. Esta es otra razón para ir a votar.
La verdadera crisis de la justicia fue la inoperatividad y la corrupción de las estructuras judiciales durante décadas, misma que llegó hasta el siglo XXI con el amasiato del poder económico y el político, cobijado por jueces y magistrados. La verdadera crisis fue el crecimiento de las desapariciones de personas, la violencia social, la violencia familiar y contra mujeres, indígenas y la niñez.
Los opositores a la elección judicial dicen que se va a destruir el poder judicial y el sistema existente. No, ese sistema que conocemos ya está saturado, desgastado, además es ineficiente y corrupto en algunas de sus instancias. El sistema judicial que se pretende renovar ya fue destruido y demolido. Por ello, la posibilidad de que el mexicano/a de a pie pueda incidir en el sistema de impartición de justicia, es completamente inédito; es la posibilidad romper con círculos viciosos del autoritarismo, de que la justicia solo es para poderosos e iluminados.
La designación de ministros de la Suprema Corte de Justicia obedece al antiguo régimen recalcitrante con el conservadurismo y el autoritarismo, proveniente del siglo XIX en que el sistema presidencialista operaba la elección de integrantes de la SCJ; es decir, los magistrados obedecían al presidente en turno que los designaba, y no al privilegio de servir a los intereses de justicia de la sociedad y la nación. Al ser cooptados por el poder político también sirvieron a los detentadores del poder económico. Y esto se reprodujo en las entidades federativas de manera fehaciente.
En fin voy a votar porque es un derecho personal inalienable, pero sobre todo por la gran ocasión para mexicanos/as de decir: aprovechamos la oportunidad de hacer un cambio en la impartición de justicia y en cambiar a jueces y magistrados. Este impulso no debe quedar inconcluso, los nuevos integrantes del poder judicial deben estar a prueba y ser vigilados por la ciudadanía.
Esa es la clave para que la primera elección sea un éxito.