UN INFIERNO BONITO

UN INFIERNO BONITO

“EL MARGARO”

Margarito Villegas era el zapatero remendón del barrio de El Arbolito, arreglaba chanclas viejas en su taller llamado “El Chanclazo Twist” que se encontraba en la calle del Porvenir. Siempre peleaba con su vieja por cualquier cosa y llegaban a los madrazos, donde ella ganaba. 

Un día entró a su casa, pidiendo de comer:

  • ¡Ándale vieja, sírveme que me muero de hambre, me chillan las tripas como si me hubiera comido un gato!
  • ¡Si me esperas un momento, te atiendo! Aquí no es fonda ni restaurante, debes de esperar a que se caliente la comida.
  • Es que se me pegan las tripas con el espinazo, en la mañana te hiciste pendeja y no me diste de desayunar.
  • Yo te iba a dar, pero te pusiste tus moños y te saliste diciéndome que tenías un chingo de trabajo, le diste una patada al perro y azotaste la puerta, escuché una mentada, salí a contestártela, pero ya te habías largado, pero ya que estas aquí te la contesto… ¡La tuya! Respecto a lo de la comida, yo también tengo hambre, no creas que nada más me estoy sobando la barriga, aquí me parto la madre en lavar, planchar, hacer de comer y cuidar a estos escuincles guerrosos que ya me tienen hasta la coronilla. Dichoso tú que nada más estás como pinche chango, sentado dando martillazos.
  • No te creas, ser zapatero remendón es difícil, mírame el hocico, lo tengo como de chango de tanto echarme los clavos en la boca; sacarlos uno por uno para ponerlos, ve mis uñas, las tengo negras, luego me apendejo y se me pasa el martillo.
  • Ni te quejes, ustedes los pinches zapateros parecen de Comunicación Social, es más, parecen reporteros, se la pasan todo el día echando cotorro, metiéndose en lo que no les importa, criticando a la gente, si pasa una vieja que está buena, salen a asomarse y se les cae la baba ¡Órale, ahí está la comida!
  • ¿Otra vez huevos? 
  • Con lo que me das no me alcanza para más, tus hijos tragan como pelones de hospicio y tú no te quedas atrás.
  • No chingues, ayer te di 200 pesos.
  • Los tuve que repartir en la escuela, pinches maestros, ya no hallan cómo sacar dinero, le pidieron 30 pesos al gordo para pintar el salón,  luego 20 a Juana para una kermés, 50 que tenemos que cooperar para arreglar las bancas, creo que nos sale más barato meterlos en una escuela particular y todavía se llena la boca el director de la SEP, que todo es gratis y chilla porque le recortaron millones para la educación. Ya ves los hijos de tu hermana, se quedaron sin escuela porque no tuvo para pagar la inscripción de 300 pesos. Pero tú la has regado, es tu amigo Karloff  Lagarde, el luchador más famoso, lo mismo que el “Nazi”, y no se diga de la “Troglodita” Flores, que son de este barrio, les deberías de decir que te echen la mano, que estás jodido.
  • No te creas vieja, son culebras. Un día les dije que me ayudaran, me dijeron que ellos comenzaron desde abajo, sufriendo hambres, trabajando como burros en la mina, que así le tendría que hacer. Son pinches monos cilindreros, pero vamos a lo nuestro, no quiero huevos. ¡Trágatelos tú!

El Margaro se paró y le aventó el plato a su vieja, pegándole en su cabeza, los huevos se le escurrían por las orejas, la señora se defendió como gata boca arriba, agarrándolo de las greñas lo tiró al suelo y le dio un foul que lo hizo revolcarse de dolor, le azotó la cabeza contra el suelo y lo descalabró. Los niños comenzaron a chillar como sirena de ambulancia, llegaron los vecinos y los desapartaron; el zapatero se salió enojado y le dijo:

  • Te salvó la campana, cabrona, pero al rato nos vemos, esto que me hiciste lo vas a pagar caro.
  • Aquí te espero para darte la misma dosis, pinche zapatero.

Margarito se salió a su trabajo, iba echando chispas y hablando solo, echando madres, como le agarraba de paso la cantina, se metió a echarse un espumoso pulque, abrió su changarro y la suerte le sonrió, en menos de dos horas le cayó chamba de poner unos tacones y medias suelas, coser unas correas, con esto había sacado para el chivo.  

Estaba cerrando su changarro para ir a comprar el material, cuando llegó “El Pájaro”, que estaba catalogado como el sonsacador número uno del barrio.

  • ¡Quihubole, pinche Margaro! ¿Apoco ya te vas?
  • Con tu hermana.
  • Me la echo y tú de cama. 
  • Voy al centro a comprar un material, es que me cayó chamba. De aquí saco para la papa.
  • Te vengo a invitar unas copas, no me desprecies por que me voy a otro lado.
  • No te des por desairado, ve a comprar lo que me vas a invitar y aquí dentro de mi zapatería nos lo mamamos, nada más que no he comido nada, a lo mejor se me sube.
  • No has de dar gasto, cabrón.
  • Lo que pasa es que mi vieja, como esta panzona, tiene un genio más grande que el de la “Lámpara de Aladino”, hace rato nos aventamos una madriza, mira cómo me abrió la cabeza.
  • ¡Chupa limón! Con eso te alivias, ten cuidado, no se te vaya a ir de lado. Te voy a prestar mi gorra, para que no se vea que te escurre la sangre, pero vámonos a comprar el pomo.

Fueron al centro a comprar unas botellas, llegaron a la zapatería con refrescos y vasos desechables, listos para servir el chupe. Le preguntó a su amigo:

  • ¿Cómo te llevas con tu vieja, “Pájaro”?
  • ¡Bien! Me respeta como si fuera su padre, le grito y como pinche soldado, llega corriendo, haciendo un saludo militar.
  • No mames, pinche chismoso, cada rato te corre de su casa y te vas con tu jefa.
  • Bueno, sí, pero las viejas son cabronas, nada más quieren que las lleves a pasear y tenerte en la casa como gato ratonero, hay que enseñarles que la mujer a la cocina y el hombre a la cantina. Pero no lo entienden, por eso es necesario darles sus madrazos. ¿Por qué peleas con tu vieja?
  • ¡Ya te dije güey! Fue por la comida.
  • Me parece raro, porque siempre andaban como palomas, juntando sus picos, la gente que los veía los criticaban y decían: “miren al zapatero y a su vieja, son payasos, ya están grandes para que anden agarraditos de la mano”. Eran envidias, yo le decía a mi chancluda: “quisiera que fueras como la mujer de mi amigo el zapatero, cariñosa y querendona”.

Margarito se puso triste y le contó a su amigo, “El Pájaro”:

  • Yo tuve la culpa, mi felicidad la eché en un saco roto, por pendejo. Un día llegó la “Cuca”, se sentó en dónde estás, comenzó de cábula a jalarme una oreja y me besaba en el cachete, yo me hacía del rogar pero ella quería meter la mano a huevo. Así estuvimos un buen rato, de momento entró mi vieja y que se arma la grande, me hizo un desmadre, se agarraron a madrazos y yo fuí el que pagó el pato. Porque desde ese día me perdió el respeto, ya no me quiere, en las noches no me suelta nada. Le pedí perdón, de mala gana me lo dio por los hijos que tenemos, pero me advirtió que viviríamos como hermanitos, hace unos meses tomé pulque, llegué como pinche burro y me la eché a huevo y la empanzoné, ahora me tiene amenazado que me va a echar a los ministeriales, porque la violé.
  • Lástima Margarito, se te fueron las patas.
  • No fueron las patas pendejo, ya te dije que la embaracé.
  • Vamos a decir salud, porque las mujeres no comprenden al pobre hombrecito que se raja el lomo para llevarles de comer, son unas malagradecidas, por eso seguido madreo a mi vieja, no me dice nada, pero lo piensa.

Pasaron las horas, no saben cómo se salieron, más el zapatero, que no había desayunado, como estaba súper tomado, se perdió de casa, cerca de la madrugada llegó todo golpeado, su señora al verlo, le preguntó:

  • ¿Qué te pasó?

El zapatero nunca recordó nada de lo pasado, vivió muy feliz con su señora, creyendo que sus hijos eran sus entenados, pues con la madriza que le dieron se le borró el cassette.

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