Se sienten jefes…

Por: El Pequeño Timmy

Uno de los puntos que se observan cuando uno está estudiando comunicación es la posibilidad de llegar a convertirte en jefe de prensa o de “comunicación social” en una dependencia pública u organización, para lo cual se requiere de un perfil que procure  una buena relación con la prensa; ya que, al asumir el cargo,  se convierte en un puente entre el funcionario (la dependencia) y la opinión pública, a través de los medios de comunicación.

El papel de un titular de un área de comunicación social, prensa, atención a medios o cómo se le quiera llamar, es el lograr proyectar el trabajo  y resultados de la dependencia y el perfil de quién está al mando, para lo cual: debe garantizar el acceso a la información; debe seguir una relación cordial con los representantes de los medios de comunicación; debe conocer la agenda del funcionario; y además debe tener un dominio de las cifras, datos y demás información que se hará pública. 

El titular del área de comunicación es, a momentos, como un  cancerbero que trata “a toda costa” evitar los trancazos mediáticos (periodicazos)  y la posibilidad de que se pudiera crear una mala imagen de la dependencia o el funcionario para el que trabaja; y en este sentido no hay rencores ni se toma a personal por parte de la prensa; el trabajo de la prensa es investigar, sustentar y publicar; mientras que, el de comunicación de una dependencia, es tratar de llevar una agenda, evitar “periodicazos” o bien saber manejar las crisis.  

En este tenor, hay perfiles en Hidalgo que son dignos de reconocerse, titulares de comunicación que se convirtieron en la principal fortaleza de algunos cuadros políticos cuya presencia en el panorama político de Hidalgo fue en parte por el trabajo que hizo su equipo de comunicación. Pero, también hay otros cuya presencia es innecesaria para los funcionarios; y ni se diga, hay otros que más que ayudar parece que están para perjudicar a su jefe directo, a los que dedicamos la típica frase, “no me ayudes compadre”. 

Cuando, como titular de prensa, envías una invitación unos minutos antes de que sea el evento que encabezará tu jefe, no sólo es probable que tengas poca asistencia sino que la imagen de tu jefe comience a deteriorarse, y si a esto le sumas el envío de boletines en plena madrugada, cuando los periódicos ya hicieron su cierre de edición, pues sí que estás mal y se nota que no hay una idea clara de lo que haces en el cargo que te asignaron, y obviamente “el sospechosismo” comienza a generarse en la prensa. 

Pero si además le sumas, la paranoia de que alguien te espía e intentas imponer a la prensa alguna aplicación para el envío y recepción de mensajes, las actitudes anteriores fortalecen el pensamiento de que hay algo que se está escondiendo, pero todo lo anterior no te perjudica como jefe del área, por lo que en determinado momento puedes hasta intentar “mandar a los reporteros” y sentir que tienes un poder que ni siquiera tu jefe inmediato ha mostrado tener. Por lo que la imagen perjudicada no es la del responsable de comunicación social, o enlace con medios, o como le quieran llamar, sino el jefe inmediato, el funcionario público para el que trabaja. 

Pues así ha pasado con algunos titulares de áreas de comunicación en los nuevos ayuntamientos,  que se sienten jefes y jefas de la prensa, que tratan de imponer una agenda, que buscan entorpecer el acceso a la información imponiendo el uso de aplicaciones especiales en donde envían sus boletines informativos, por cierto, en plena madrugada; los mismos que no atienden mensajes o se hacen como se dice en el pueblo: “que la virgen les habla”.

Y es una pena, porqué un perfil brillante puede quedar muy mal ante las actitudes de su equipo de trabajo, mientras otros “homólogos” comienzan a brillar mucho más por un eficiente manejo de los canales de comunicación, obviamente no todo se trata del vínculo entre la dependencia y los medios de comunicación, hay otros factores como el trabajo y los resultados; sin embargo, el entorpecimiento de la información y desdén por el trabajo periodístico siempre termina cobrando carreras políticas, ya se ha visto más de una vez. 

Pero, como decimos “los de acá”, se sienten jefes y no mandan ni en su casa. 

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