21 C
Hidalgo
martes, mayo 20, 2025

Hasta siempre, Mújica

Más Leídas

LUZ DEL PENSAMIENTO

El martes 13 de mayo del 2025, tras largas y difíciles semanas de lucha, el expresidente uruguayo: José Alberto Mújica, ha fallecido. Las calles de Uruguay y el mundo guardan luto por su partida. Los viejos y jóvenes despiden con sentimiento a quien por mucho tiempo se le conoció como “el presidente más humilde”. Para muchos un fraude, pero para varios un personaje ejemplar.
Para América Latina es una figura inaudita que marca para siempre a la región. Imprime un antes y un después dentro de su país, pero también genera una alternativa novedosa para el continente y el mundo. Es correcta la afirmación de Javier Peralta al inquirir que “no hay un personaje que se acerque a José Mujica”. La historia de su movimiento es compleja y una escalada completa. Inició su actividad política desde las guerrillas, vivió como rehén bajo la opresión; su país enfrentó una cruenta dictadura en la que se posicionó en la resistencia y la lucha. Más tarde, tras fuertes batallas, se encontró en las urnas y se volvería el presidente de aquella nación del 2010 al 2015. Su legado es bien aplaudido por las causas económicas, sociales y progresistas a las que atendió. Son bien recibidas sus enseñanzas a favor del humanismo. En su país han sido celebradas medidas como la legalización del aborto, reformas educativas, la inclusión social y el desarrollo económico, el uso de energías renovables, el matrimonio igualitario, entre otras victorias para la ciudadanía uruguaya.
Existen temas polémicos, avances limitados, como fue el caso de las críticas a las reformas educativas y los pocos avances percibidos, los problemas de delincuencia y los resultados positivos, pero la falta de diversificación de su economía. No hay mucho que decir sobre Pepe Mujica, no porque haya pocas cosas, sino porque ya se ha dicho mucho, fue uno de los pocos hombres que se enfrentó a la realidad y predicó con su ejemplo. No utilizó las causas populares, la política y el poder como un mero aprovechamiento codicioso para él y sus pares. La imagen humilde de Mujica no solo fue un acto especular, dentro de sus prácticas, además de la humildad, mantuvo una idea de gobierno austero y le dio una sacudida estructural a las formas y mañas de trabajar del gobierno.
Rescatando su sobriedad, consideró que no cambió en nada al mundo, que su paso sobre su país y el continente fue intransigente, pero de manera optimista fue capaz de agradecer, no la meta, sino el camino, los compañeros de lucha forjados, los pequeños avances y la calidez inigualable de crear el nosotros. Su muerte pone al presente en una posición complicada, bajo el arduo momento que vive el mundo la figura de Mujica escribe el término de una etapa en la historia. No implica esto que su figura represente un pasado, algo añejo, pero es evidente que nos enfrentamos a una época distinta, la segunda década del milenio inició con el recordatorio tajante de los servicios de salud, la pandemia nos dejó de frente un escenario intrépido y demostró la urgencia de dejar de olvidar la salud universal, esta primera mitad de década ha dejado en claro el problema fehaciente de la depredación geopolítica con el alza bélica que sufre Palestina y Ucrania. Las recesiones mundiales dejan claro que se subestima la pandemia. Pero en especial en esto revela una falla o, mejor dicho, un límite de la forma en que se ha manejado esta ola sociopolítica.
El psicoanalista Jaques Lacan retomó las implicaciones de un concepto matemático poco tradicional, este es el de la cinta de Moebius. Un concepto muy central en sus explicaciones de lo inconsciente y como se construye cada ser humano. Pero que acá tiene una forma muy similar de ejemplificar el límite de este modelo latinoamericano.Una cinta de Moebius se forma cuando tomamos una tira de papel y giramos solo uno de los extremos hasta ponerlo de cabeza y conectarlo con el otro extremo. Se forma una especie de nudo curioso con interesantes implicaciones. Esta superficie se caracteriza por no tener ni interior ni exterior, a pensar de ser una cinta si una hormiga caminara en ella llegaría al mismo lugar, pero pasaría por el exterior y el interior a la par que no pasar por ninguno. Esta cinta explica bien que hay elementos tan fusionados al punto que se hace absurdo hablar de sus compuestos. Para el psicoanálisis esta idea explica qué nos construye como personas ¿el individuo o su sociedad? No podemos poner esta cinta en un microscopio ni revelar con técnicas de tintura dónde empieza uno y dónde el Otro. No podemos modificar los elementos más estructurales y básicos de lo que nos hace tal y como somos. Sin embargo, las estructuras sociales más grandes claro que se pueden modificar.
Las administraciones de izquierda de América Latina no son el viejo fantasma del comunismo como se intenta hacer ver. Estos modelos económicos en realidad son socialdemocracia, es una cinta moebiana que juega riesgosamente con el estado de bienestar y la vorágine capitalista. Pepe Mujica fue un presidente honroso al llevar esa peligrosa fórmula con el mejor de los éxitos. A diferencia de las “izquierdas” de otras naciones se centró en la honestidad. A comparación de otros, eligió no ser parte del vicio de “servirse con la izquierda y cobrarse con la derecha”. ¿México requiere a un presidente como Mujica? Bueno, sería interesante ver esa pregunta desde la idiosincrasia del mismo. En alguna ocasión, después de que el exmandatario le diera unos cuantos billetes a un ciudadano en condiciones difíciles, este le pidió que fuera presidente toda la vida. A lo cual Mujica, desde su icónica simpatía, solo dijo “no, no… pasa el sombrero” y entre las risas se demostró que Mujica no buscó en ningún momento una exaltación de su figura como líder social. Seguro que Mujica no quería un Mujica para México, para Argentina, Brasil, etc.
La idea de Mujica siempre fue la de superar lo anterior, no hace falta un Mujica mexicano, sino alguien mejor, superar la imagen de Mujica, tal vez retomar sus ideas y sus formas, pero nunca quedarse conformes solo con emular su imagen. Mujica confío en las personas hasta su último momento y se ha vuelto indiscutible su imagen como coloso de la izquierda latinoamericana. Si bien su desempeño se fue manteniendo a flote —aun en las contradicciones de un plan económico donde convive un estado asistencialista y la producción de ganancias a costa de malbaratar la vida humana—, la fórmula socialdemócrata es delicada como una bomba, pues a suficientes países los ha llevado a la dicha absoluta y a otros al pozo de la recesión.
Por ello es que ahora en un mundo, que, tras una pausa, se reescribe al lado del capital y el autoritarismo es necesario pensar en opciones que superen las alternativas anteriores. El progresismo latinoamericano ha sido un gran comienzo, pero viene siendo hora de cuestionar algo que Mujica solo critico moderadamente: la propiedad. Las propiedades grandes, no la segunda casa de una persona o la pequeña tienda de abarrotes local. En el país ya hay poderosos que explotan a la gente y destruyen al ecosistema de manera abismal. Hay que cuestionar a esos sujetos que se creen minúsculos propietarios y sienten que se les quita la comida de la boca cada que se les recuerda pagar sus impuestos. Pues no dan trabajo, en realidad son quienes malbaratan puestos y obligan a su competencia a hacer lo mismo para salir del juego.

Autor