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martes, octubre 22, 2024

Frío 

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LAGUNA DE VOCES

El frío es un lugar cercano donde crece la paciencia, y por eso la manía de asegurar que los cadáveres están helados como la muerte. Puede que así sea, pero en términos generales, los difuntos gozan de una cabal capacidad para mantener una temperatura similar a la que disfrutaron en la playa, porque no hay persona que desconozca la tranquilidad que ofrecen el mar, las olas, el siempre beatificante clima del olvido. Y justo el olvido es lo que más se parece a la tranquilidad, porque se vuelven a descubrir los sonidos, los olores del tiempo en que aprendimos a querer la vida, a partir de la sonrisa de la persona que amamos, que nos ama, que nos invoca la memoria y por lo tanto el recuerdo. 

Aunque es realidad que el frío puede jugarnos malas pasadas, como cuando lo enfrentamos con una camisa de manga corta, muy al estilo de los pachuqueños, y descubrimos que no estamos investidos del poder que se tiene en esta tierra para andar despreocupados en plena Plaza Independencia, sin temor a una pulmonía, como ocurre con tanta frecuencia, sobre todo si se han rebasado los 60 años de edad.

Si uno nació en noviembre, es posible que escape al destino, y salga indemne de la aventura de enfrentarse al frío más agresivo, más hiriente, que por supuesto es el que se pasea por el Reloj Monumental.

Pero también el frío es el aviso definitivo de que las fiestas decembrinas están a la vuelta de la esquina, y en efecto, nos anuncia que habremos de darle una nueva vuelta al sol, y que para enero animaremos el espíritu, primero porque llegamos, y después porque cada principio de año es la mejor recete contra el pesimismo.

Hace frío en estos días aquí, en la capital de Hidalgo, en Pachuca. 

Y de alguna manera, estoy seguro, pasados más y mas años, si la mente se mantiene sana y con vocación de hurgar en sus archivos, nos miraremos en esos tiempos que están por venir, pero que nadie, menos los viejos, saben si permitirá que entremos en sus escenarios, o simplemente los observemos desde quién sabe qué lugar, a donde tal vez nos despache el destino.

Pero es, como cada año, la invocación de la memoria lo que nos mantiene vivos, ilusionados con seguir el camino que, siempre lo pedimos, deberá ser largo, venturoso, esperanzado, aunque, bien que lo sabemos, no hay garantía de que eso ocurra.

Sin embargo, el frío nos despierta en las madrugadas con las rodillas adoloridas, porque de alguna manera los huesos son los que más hacen evidente que dejamos de ser los de 20 o 30 años, para ser lo que somos, los que suben las escaleras con el dolor del peso que cargan las bisagras que unen el esqueleto.

De repente me gusta el frío, porque, ya lo dijeron, los cadáveres no están helados, sino hasta que algo se les separa y todos los programas se cierran de manera definitiva. Pero para que eso suceda tienen que pasar horas y horas. Sí, seguro uno se queda tieso como un pescado congelado, pero cada una de las arterias que llevaba sangre, debe esperar el proceso diligente y constante, que finalmente, aquí sí, trae la capacidad de un cuerpo para convertirse en un helado estuche ya sin dueño.

Mejor disfrutar el clima. Usar bufanda, abrigo, chamarras, y todo lo que pueda disminuir la sensación de estar al borde del congelamiento.

Además, el frío evita que las cosas se echen a perder. Y seguro que lo mismo hace con la memoria, con la voluntad del corazón para ser guía constante de nuestro paso por los senderos de la existencia.

Hace frío, disfrútelo, sepa que a la vuelta de la esquina, se asoman las fiestas que nos dan testimonio de nuestra vida, nuestra simple pero única vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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