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jueves, mayo 15, 2025

Francisco y mis hermanos

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LAGUNA DE VOCES

Todos mis hermanos mayores estuvieron en el seminario, dos ya murieron, uno como médico ginecólogo, otro era periodista y un buen poeta. El que les sobrevive es abogado, y toda su vida fue maestro en la UNAM y en la Escuela Carlos Septién. Es decir que ninguno se ordenó como sacerdote. Sin embargo, los tres, estoy seguro, recibieron el don de la fe, que implica también la capacidad de la reflexión y un conocimiento amplio, serio de la filosofía. A cada uno le tocó ser testigo del fallecimiento de un Papa, desde Pablo Sexto, de nombre real Giovanni Battista Montini; Juan Pablo I, Albino Luciani; Juan Pablo II, Karol Wojtyla; Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, y Francisco, Jorge Mario Bergoglio.

Más allá de las discusiones sobre la institución de la iglesia católica, que, en la época del bachillerato, y como buen ceceachero –es decir alumno del Colegio de Ciencias y Humanidades– odiaba de todo corazón, lo cierto es que conocer a fondo la vida de cada uno de estos personajes históricos, en muchos casos deslindaba la típica crítica del adorador del marxismo, hacia una sincero y abierto interés al conocimiento de Dios.

Ninguno de los tres tuvo, o tiene porque Jorge está con nosotros, la intención de adoctrinarnos con asuntos religiosos, y por el contrario, profesaban una absoluta tendencia a dejar que la libertad en nuestra forma de pensar, algún día nos llevara a simplemente tener ahí, en el baúl de los misterios, la única explicación que da sentido a la existencia humana.

Así que de este modo pude conocer la vida de los Papas, y la tendencia constante a la solidaridad con los pobres. Mi hermano profesor universitario, gustaba llevarnos, de vez en cuando, además de todas las novelas del boom latinoamericano, los libros de un obispo de Recife, Brasil, que se llamaba Hélder Cámara, poesía de Ernesto Cardenal y una biografía de un padre colombiano que decidió tomar las armas: Camilo Torres.

Hélder Cámara siempre me causó un impacto único, porque aún cuando estaba cierto de que la explotación del hombre por el hombre había llegado a niveles brutales en el Continente, adelantó que buscar un cambio por el camino de las armas, solo traería como consecuencia una espiral de violencia sin fin, además de la generación, a la postre, de peores dictaduras a las que se pretendía derrocar.

Ante lo que todo joven de esas épocas, más si era educado en el CCH, consideraba las condiciones, “las coyunturas” decía una maestra güera de Historia, estaban dadas para tomar las armas, ninguno de los Papas cercanos a los marginados, tampoco el obispo de Recife, aceptaron esa opción.

Eso me indignaba, porque los discursos de Castro, hablaban de que a “la violencia contrarrevolucionaria, el pueblo contestaría con la violencia revolucionaria”, y cosas por el estilo.

El mensaje de los representantes de Dios en La Tierra, siempre fueron de solidaridad con los explotados y los marginados, pero nunca llevarlos al uso de la violencia para reivindicar sus derechos. Pero, ojo, tampoco la sumisión.

Creían firmemente en el amor como única vía para construir mejores sociedades. El amor que Cristo impregna en los Evangelios, el que hace que una persona dé la vida por otra, como sucede en el libro del poeta Sicilia, “El Fondo de la Noche” y la vida del sacerdote Maximiliano Kolbe.

Ayer murió el Papa Francisco. Sé que para muchos no representa nada, o solo lo peor de una institución religiosa. Pero para mí no, porque aprendí con tres personas dedicadas a su profesión, pero plenos de fe, esa que Dios otorga a quienes la merecen, que el amor, el sincero amor que nos dejó el Galileo, será siempre la única vía para construir un mundo mejor cada día. Francisco, el Papa, así era y por eso estoy cierto que perdimos a un personaje único y vital en nuestras existencias, igual que mis dos hermanos ya muertos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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