LAGUNA DE VOCES
La primavera más rara, melodramática y fría de hace muchos años, llegó este 2025 a tierras pachuqueñas, para confirmar que seremos unos desconocidos, clima y personas, en muy poco tiempo, al grado de que, la costumbre del calor primaveral desaparecerá de manera irremediable y solo quedarán recuerdos de “aquellos otros años, cuando marzo siempre llegaba con una sensación cálida y luz por todos lados”; en tanto que diciembre, a la par de las sombras y el aire aullador helado, era digno de la tristeza.
No hablamos de lustros o décadas. Años, pocos, es la respuesta cuando alguien, de por sí angustiado, pregunta cuándo sucederá todo eso que anuncian en las hoy omnipresentes redes sociales. Por supuesto puede achacarse todo este vaivén de las estaciones del año, al mal genio de quien las programa, pero en ese buscar los orígenes, seguramente apareceremos todos, o por lo menos los responsables que decidieron creer que el planeta, hasta ahora el único que tenemos a la mano, se puede curar solo y todavía dejarnos con vida.
El hecho es que nadie saldrá vivo si este clima sin pies ni cabeza termina por ser eterno, permanente y constante, vaya pues, lo habitual en La Bella Airosa, con un día que es muestrario de la primera, el verano, otoño, y por supuesto invierno. Aquí sucede casi cotidianamente esa forma voluble con que se comporta el viento, y luego entonces la mañana puede ser soleada, cálida; el mediodía plagado de aire, después lluvia; más al atardecer el aire que arrastra lo que se le ponga enfrente, y ya de noche el frío, el absoluto frío que solo está a un milímetro de llegar con nieve.
Por eso en Pachuca, y de alguna manera sus habitantes con pulmones de plata y oro, un día decidieron que ya bastaba, que si así se comportaba el clima, ellos serían iguales, y como suéter abrigador solo traerían los hombres una camisa cuadrada manga corta, las mujeres una blusa delgadísima y una especie de chambrita los más bebés, pero sin ser abrigados cual tamales.
Y pese a todo, es deber decirlo, pese a todas las cosas que se miran una y otra vez, y que a veces logran el efecto de ponernos tristes, con aires melancólicos, descubrimos que la ciudad, esta ciudad del viento y el frío, es la más hermosa del mundo, la única, la elegida del mismísimo Dios.
Porque hasta para los que tienen cara de angustia, los que recuerdan algo y se ponen a llorar, hay un lugar único en la geografía nacional que resulta bálsamo para esas heridas que luego duelen. Y sí, es Pachuca “La Bella Airosa”, la que de tarde en tarde se hace lluviosa, silenciosa a la hora precisa que casi todos conocen, y guarda el espacio de tiempo justo para que el recuerdo sea un poco más amable, más dado a que comprendamos el paso simple y constante del tiempo, de la vida.
Es decir que, después de todo, lo que miramos todos los días a través de la ventana, del cancel de vidrio, de las cortinas, es el instante único que, al menos hoy, nos puso a pensar que algo le hicimos al mundo que anda poco serio en sus cosas. Pero tal vez quien lo dijo tiene razón, y el día menos pensado los avisos ya no serán tan poéticos, sino verdaderos mazazos en la cabeza, con lluvia de fuego, vientos vertiginosos, lluvias de mar y hielo eterno.
Puede.
Pero es mejor quedarnos con la costumbre del Pachuca que nos guarda ya tantos años, vivos para empezar, dignos de buscarle el sentido a la existencia y ciertos de que el amor se mantiene como única divisa valiosa cuando todas las demás no sirven para nada.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta