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Hidalgo
jueves, abril 17, 2025

El basurero de la muerte

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LAGUNA DE VOCES

Empiezo a creer que era cierto todo lo que me contaron, que si se pudiera medir la existencia humana por suspiros, hace mucho que estaríamos convertidos en polvo, ahogados en nuestra propia sangre, finalmente resignados a ser unas máquinas casi perfectas, pero con el error crítico en su programación que las habría de convertir en material de desecho, cables que creímos venas vivas, pero que en realidad eran una simple forma de hacer que ese elemento vital para sentirnos vivos, transitara en todo el cuerpo, andrajos cuando finalmente cerramos el ciclo eterno de olvidar lo que somos, hasta recordarlo en el último aliento, último suspiro.

Los tiempos nos enseñan a reconocernos en pedazos andrajosos de torso, piernas, manos, diseminados en un canal de aguas negras.  Pensamos entonces que nos salva el alma, el suspiro ese que a cada rato llega, desaparece, regresas de nuevo y un día cualquiera se evapora en el cielo, en las tardes frías de una primavera que no llega por ninguna parte, como no sea el calor escandaloso del mediodía, que no se hace sino advertir que lo tomemos en serio.

Pero es la constante visión de la muerte, es decir la que arranca toda esperanza de infinitos, la que nos hace mirar en nuestra propia miseria, esa que tanto aspiraba cuando jóvenes a la eternidad, a la memoria por los siglos de los siglos, de los que sin embargo simplemente cierran los ojos, se duermen y ya nunca despiertan.

Es la muerte enseñoreada del país a manos de imbéciles, de heraldos miserables que manda una figura devaluada en liquidadores, que ni siquiera saben lo que hacen, que no tienen idea de la angustia de quien ve oscurecer la vista, llenarse de olvido cuando un sujeto de esa calaña los asesina, los tortura, los hace maldecir la vida misma.

Siempre la tragedia sobre un país como México. Porque no es lo mismo morir en una batalla por la aparente defensa del suelo patrio, o porque, como los gringos, dicen que van a salvaguardar la libertad y la democracia. Tampoco es cierto, pero al menos el alma sabe que caerá en un escenario sin odios, solo supuestos sueños.

No es lo mismos quedarse en el limbo un día cualquiera, porque a estos emuladores de la verdadera muerte se les ocurre que pueden divertirse con un simple mortal que se cruzó en su camino, o porque así lo ordenaron otros igual de miserables que ellos.

Por eso la creencia, la certeza de que a la máquina que quiso ser humana, se le olvidó cubrir los pequeños microscópicos cabales de luz azul que cruza su cerebro. Porque dejó de tener esperanza, dejó de soñar, y aceptó que este mundo, esta tierra adolorida era buena para olvidarse de sí mismo, y ser nada, ser otro de esos que sostienen, que hacen sufrir a sus presas cuando hace mucho que son nada, ellos por supuesto.

Será pues vital nunca olvidar, nunca, porque no habrá otra oportunidad como ahora, cuando todavía con los cables escurridos en la frente y los ojos, nos manifestamos por el no olvido, recordar siempre que en algo nos asemejamos a los humanos que siempre soñamos, si tenemos la capacidad de sentir el dolor ajeno, el terrible dolor de las miles y miles de madres y padres, que hoy mismo buscan en el basurero de una colonia, en las aguas fétidas de un río de desechos, lo que hayan dejado esos personajes condenados al infierno del olvido eterno que un día cualquiera, toparon con sus hijos, y los masacraron, y los hicieron pedazos, y nunca, nunca se enteraron siquiera que el que no existe tiene como tarea imposible desaparecer a lo que sí existe.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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