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sábado, enero 11, 2025

¿El aspiracionismo es un trastorno mental?

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LUZ DEL PENSAMIENTO

Tras superar el absurdo debate, donde se confunde al aspiracionismo con tener
aspiraciones o metas, quedan ciertos aspectos en el tintero. El aspiracionismo es una
contradicción entre lo que se vive y lo que se quiere —las condiciones de vida que se
poseen objetivamente y el nivel de vida o el puesto al que se aspira subjetivamente—,
teniendo en cuenta eso no sería raro que más de uno levante la ceja y se pregunte: ¿eso
no es causa suficiente para considerarse como algún tipo de desorden psicológico o algo
por el estilo?


Si se quisiera una salida fácil y deshonesta se podría decir que sí, que hay algo como un
problema psicológico o un desorden cerebral en el aspiracionista y el conservador. Incluso
se podría citar al estudio sobre el cerebro y la ideología de Diamantis Petropoulos, donde
este cuenta cómo el cerebro de personas de “derecha” tiene mayor materia gris en la
amígdala, lo que traducido podría significar que las personas de derecha tienen un
pensamiento en su mayoría influenciado por emociones y procesos instintivos a diferencia
de las personas de izquierda. Otra “prueba” similar sería que desde el año de 2016, hasta
la fecha, muchos investigadores, como el psicólogo Kevin Dutton, han encontrado que el
perfil psicológico y los escaneos cerebrales de los CEO —y con ello personas con una
mentalidad aspiracionista— son idénticos a los de psicópatas diagnosticados. Este mismo
estudio resalta cómo en el caso de ambos, aspiracionistas y psicópatas, hay rasgos
comunes como el egocentrismo, falta de empatía y ausencia de remordimiento o culpa.
Esta sería una salida sencilla para decir que el aspiracionismo es un trastorno mental y
uno severamente grave para el cual deberían crearse mecanismos públicos para tratar a
esta parte de la población o aislarlas en su debido caso. Sería una salida rápida, pero
como he dicho en otras ocasiones: no puede haber soluciones fáciles para problemas
difíciles. En este tipo de estudios se olvida el contexto, el cual es un molde para las
conductas, las hace tomar su forma. Por lo que no es que el aspiracionista tenga un
trastorno mental, el puesto de CEO o similares es lo psicopático, no el individuo que tiene
que comportarse de dicha forma.


Y en el caso de los “trabajos serios” sobre la actividad cerebral, nos encontramos con
tonterías. Siempre hay que ser cautelosos cada que un supuesto estudio habla de cosas
que hace el cerebro o pasan en él. En su libro La era del neuroTodo: Uso y abuso de las
neurociencias, Guillermo Nogueira habla de cómo en la actualidad se le ha dado una
importancia sobrevalorada al cerebro y se ha usado como una explicación casi mágica
para cualquier tipo de comportamiento, puesto que hay quienes al ver una imagen
cerebral se atreven a decir que ahí hay pensamientos, emociones o la personalidad,
cuando solo es sangre. La derecha, el liberalismo y el conservadurismo no son un área en
el cerebro que toma colores bonitos en una resonancia magnética. Sí, el cerebro es una
base importante de todo nuestro funcionamiento, pero solo es eso, una base, el sustrato
material del pensamiento, las emociones o ideologías, pero jamás la causa. Por otro lado,
la idea de que: razonamiento es igual inteligencia y emocionalidad a estupidez, es ridícula.
Los seres humanos no nos quitamos las emociones para pensar, ni el razonamiento para sentir, trabajan ambas todo el tiempo con una separación bastante complicada de
dilucidar.


Entonces ¿si el aspiracionismo no es un trastorno mental qué es? La respuesta la dio
hace casi 60 años el psicólogo alemán Klaus Holzkamp. No podemos hablar de un
trastorno pues no tiene nada que ver con una cantidad de signos o síntomas, ni siquiera el
cerebro está inmiscuido. Lo que sí hay es un conflicto psíquico. A diferencia de un
trastorno, este no es recurrente o a veces incurable, un conflicto psíquico está en todos
lados: culpa por llegar tarde a una reunión, enojo por discutir con alguien, irritabilidad por
estar en el transporte público. Lo especial de este conflicto psíquico es que nos pone bajo
una ilusión, como dice Holzkamp, para el aspiracionismo se vive una «Autoenemistad».
Esta es la creencia de que nos estamos autorrealizando, cuando solo seguimos una
jerarquía que nos obliga a someternos o a perjudicar a otros. Es por esto que el
aspiracionista, si de algo padece, es de autoenemistad, sin saberlo juega en su contra,
cree que trabajando horas extra, produciendo de más, tomando más trabajo del que
debería, desvelándose o poniéndose la camiseta por la empresa está siguiendo sus
sueños. En realidad, no lo hace, las condiciones están y ya. Su sobreesfuerzo no rendirá
frutos en un juego amañado, pero el problema es cuando usa esta posición contra los
demás; cree que porque sufrió lo que sufrió debe tratar de la misma manera a quienes
trabajan para él. Los sobreexplota, les quita descansos, los hace trabajar de más, les
grita, los hace menos y les pone trabas en su desarrollo laboral. El problema del
aspiracionismo es ese: cuando alguien tiene poder económico o de liderazgo puede
replicar prácticas injustas porque parecen “normales”. Ese es el grave problema del
aspiracionismo. No solo normaliza las injusticias, las convierte en deseos, deseos que son
ajenos, pues ni el aspiracionista más convencido sabe qué quiere, a veces metas como
una vida digna o cómoda puede confundirse con la idea de ser aspiracionista. En la
autoenemistad y el aspiracionismo se toma una salida fácil a corto plazo, unirse a la
jerarquía explotando a los demás, una opción rápida con una mejora parcial en la calidad
de vida; aunque en realidad solo sea pasajera, pues el problema de raíz siguen siendo las
mismas condiciones de vida a las que rehúye intervenir el aspiracionista. Muchos
aspiracionistas puede que en realidad no deseen serlo y solo busquen una vida mejor que
no es incompatible con un ritmo más lento.


Muchas teorías psicológicas hablan de determinaciones, y si bien es cierto que en nuestra
individualidad muchas cosas nos constituyen y no las podemos cambiar, como es el caso
de ciertas lesiones cerebrales. A veces esta concepción de determinaciones es algo
pesimista, pues mira a los seres humanos como seres pasivos e inamovibles, casi como
apéndices que solo saben reaccionar a lo exterior. Sin embargo, la teoría de Holzkamp
escapa de estas perspectivas reduccionistas que ven a la humanidad como simples cajas
negras que responden. Holzkamp es enfático al decir que el ser humano tiene capacidad
de acción, ¿es esto un sinónimo de libre albedrío? No precisamente. Holzkamp dice que
el ser humano tiene una capacidad de acción según lo que sus condiciones le permiten y
esta es una gran alternativa ante la visión del aspiracionismo y la de cierta inmovilidad
crítica. Sí, el aspiracionista se autoengaña, incluso como dice este mismo psicólogo:
“experimenta una capacidad de acción restrictiva”, eso va de la mano de la
autoenemistad, es decir: «en el aspiracionismo el individuo usa su libertad en su contra,
pues o se explota a sí mismo o a los demás». Pero el aspiracionista, como se mencionó
rápidamente arriba, no es el único con autoenemistad. Sobre todo, con temas de
movilidad social, ante la alternativa poco factible del aspiracionismo, algunos sujetos
toman en cuenta la crítica y la dificultad de la movilidad social con estas condiciones
económicas y caen en el extremo opuesto con resultados similares. Sufren una especiede “pesimismo crítico” donde como no es posible mejorar las condiciones con el
aspiracionismo, no lo es de ninguna manera.


Holzkamp recuerda la importancia del sentido de comunidad, si bien emprenderse,
trabajar horas extras y matarse por el trabajo no causa algún beneficio propio más que
para el empleador; arrojarse a la idea que no hay nada qué hacer no más que solo
acostumbrarse a las injusticias, es autoenemistad, se hace daño el individuo y a quienes
les devuelve esta perspectiva. Necesitamos hacer comunidad, plantearnos la idea de
apoyarnos entre nosotros y, sobre todo, ser activos y exigir condiciones de vida dignas.
Pues entre replicar la explotación o solo dejar que continué no hay muchas diferencias.

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