ESPEJOS DE LA REALIDAD
Agua que no has de beber, déjala de saquear.
El agua en México no se privatiza: se sustrae, se usurpa y se vende. Un puñado de empresas se han repartido lo que antes era un bien común y lo han convertido en negocio. Mientras tanto, la gente se queda con las tuberías secas y con las facturas cada vez más altas. Oxfam México lo deja claro en su reciente informe Beneficios en fuga 2025: el 76 por ciento del agua concesionada está en manos de grandes corporaciones, mientras comunidades enteras tienen que hacer fila para llenar un par de cubetas.
Si el turismo fuera lo que prometen, una industria que derrama riqueza, no tendríamos pueblos secos y hoteles con albercas climatizadas. Pongámoslo así: ocho de los diez mayores extractores de agua en México son parte del negocio turístico, resalta el caso del estado de Quintana Roo, donde el 60 por ciento de las concesiones hídricas están en manos de hoteleros. Y a la vuelta de la esquina, las comunidades locales pagan hasta 20 veces más por el agua que consumen. El mensaje es claro: si puedes pagarla, el agua es tuya. Si no, prepárate para marcarle a la pipa del agua y pagar alrededor de mil 100 pesos o más, dependiendo de la zona donde vives.
Un vaso de agua no se le niega a nadie, pero a muchos se les quita. En Hidalgo, el despojo es más discreto, pero igual de brutal. Real del Monte, el Pueblo Mágico, famoso por sus minas, duendes y caminos empedrados, está experimentando una subida no solo en los precios del agua, sino en los servicios públicos. Poco a poco, las personas que han nacido, crecido y echado raíces se han visto en la necesidad de desplazarse hacia otras zonas. El motivo es el mismo: ya no les alcanza. La llegada de plataformas de renta temporal hizo que las rentas se dispararan y que lo que antes era un derecho, ahora se hiciera un privilegio.
Tizayuca y Apan sufren otra cara de la misma historia. La agroindustria y las grandes fábricas han drenado los mantos acuíferos sin ningún freno. Mientras las empresas se llevan miles de litros al día, los pobladores dependen de pipas que no llegan o llegan con tarifas impagables. Y el Estado, en lugar de regular, otorga concesiones como si el agua fuera infinita.Si tienen la oportunidad, vale la pena que lean el informe de Oxfam México, un documento que no solo exhibe este desastre, sino que plantea soluciones: redistribuir el acceso al agua, regular las concesiones y frenar el mercado negro de los derechos de extracción. No son ideas radicales, son medidas urgentes. El agua no es un lujo, no es una mercancía, no debería ser un privilegio.