Ad image

Educación y desempleo: la crisis que nadie ve

Luis Ángel Martínez
9 Min de Lectura

LUZ DEL PENSAMIENTO

De boca a boca siempre se dice que la raíz de todos los males que carga México, como la inseguridad, la corrupción, la pobreza, etcétera, es culpa de la mala educación que existe en el país. Tampoco es extraño para nadie las deficiencias, irregularidades, polémicas y malversaciones que ha tenido la educación en México históricamente. Cuando se habla de la educación y sus culpables, siempre se mencionan muchas causas: la falta de cultura, el poco esfuerzo del mexicano, la deficiencia de las instituciones y gobiernos que deberían velar por ella, la delincuencia, la infraestructura o el atraso tecnológico. Todas estas y muchas más, sin mencionar, son razones válidas y legítimas. Pero, ¿si se mejorara la educación, los demás problemas del país se resolverían en cadena? El problema está lleno de matices.

Por el lado de las instituciones, es necesario tener en cuenta sus deficiencias y la necesidad de recursos materiales, financieros y sociales ahora más que nunca. Se requieren programas sociales y becas que garanticen el acceso al estudio, pero que estén presentes de una forma organizada, transparente, equitativa y universal. Igualmente, la educación no termina en la escuela, se necesita de una participación más activa por parte de los padres en la educación de los hijos e involucrarse afectivamente con ellos. Sin embargo, esto solo puede ser posible con condiciones económicas y de seguridad más eficaces que aún no están presentes.

Con esto, mejorar al país parece lo más sencillo del mundo. Solo hay que llenar de recursos a la educación y listo. Pero este tipo de medidas, si bien no de la manera más adecuada y transparente, se han aplicado desde el siglo XX. Por lo que probablemente solo mejorar la educación no sea suficiente para muchos de los problemas vigentes de México y, de igual modo, es seguro que las formas en que se ha “invertido” en la educación no han sido las mejores.

Hablemos de «Educacionismo». Según Barragán-Perea, el educacionismo es una creencia que parte de la idea de que, entre más posgrados, títulos universitarios o diplomados tenga una persona, logrará mayor movilidad social y subirá de clase social. Dentro de nuestra cultura se menciona constantemente la necesidad de estudiar una licenciatura o ingeniería y, posteriormente, diplomados o maestrías y, si es posible, doctorados debido a la alta competitividad laboral. De ese modo, esta creencia está incrustada en los hogares y los gobiernos. Las campañas políticas se han llenado desde hace un tiempo de este mensaje: se piensa en la solución a la economía de las familias mexicanas solo desde la educación de los hijos. Como si delegarlo fuera la solución.

El mismo investigador propone que estamos en un error, ya que el acceso de los jóvenes a una educación de calidad es producto de la prosperidad de las familias y no al revés. Por ende, la mejora de la educación no debe ser lo que se debería atender primero, pues debería ser la consecuencia de una movilidad social y programas públicos que atiendan al desarrollo económico de los hogares. Esto no quiere decir que la financiación de la escuela pública, que los jóvenes estudien y se especialicen, y la garantía de su acceso universal deban echarse para atrás, sino que para la mejora de esta área deben atenderse otras problemáticas primero de las cuales se nutren los defectos de la educación.

Hasta ahora, la educación en México está al margen del negocio. En las escuelas públicas se educa a los estudiantes no para que analicen su realidad de una forma más crítica o construyan valores y aporten a su sociedad. Aunque sus títulos sean distintos, tanto a abogados, ingenieros y médicos, se les educa desde la perspectiva de ser técnicos en su especialidad y servir solo como colaboradores o empleados. Esta mentalidad en sectores privados se mantiene junto a otras polémicas.

Por ejemplo, hace una semana se hizo viral un TikTok de la modelo y profesora francesa @vivi_vollage, donde denunciaba la educación en México. Ahí relata que, al trabajar en un colegio privado, bastante caro, sus alumnos dejaban exámenes en blanco o reprobaban, y la directora le dio la orden de no reprobarlos, por lo que debía darles una calificación aprobatoria. Ante esa situación, ella solo nos dice: ¿qué es esa mentalidad? Además de que, ¿cómo sabrían en qué están mal? ¿O qué van a hacer como adultos luego? Y tras la polémica, se unieron muchos otros usuarios con experiencias similares trabajando en colegios privados.

Si bien la educación pública ha tenido sus fallos por sus deficientes financiaciones, reestructuraciones y destino de sus recursos, debería esperarse que la educación privada, siendo un servicio por el que se paga, tuviese los estándares y vanguardias como para superar por mucho a la pública. Y como dijo la profesora Vivi: «al parecer en México el alumno no es alumno, es un cliente». Y ya sea que pague con impuestos o con cuotas, no está recibiendo educación de calidad. Parte del problema justamente es cómo se ha conceptualizado la educación en México: se ve como negocio, donde se producen y fabrican egresados. Según una encuesta realizada por la UVM, el 49.7% de los graduados universitarios trabajan en un empleo que no se vincula a la carrera que cursaron. Un dato que se respalda con la experiencia de miles de usuarios con los TikToks de “Rosa Pastel” del año pasado.

Además, la misma encuesta encontró que las universidades están sobrepobladas. La mitad de los estudiantes en México estudian las mismas 10 carreras en las que aparecen: administración de empresas, derecho, ingeniería electrónica, negocios, medicina, contabilidad o psicología. Y el número de estudiantes sin ejercer asciende en otras áreas como ciencias sociales y administrativas (56%); ciencias naturales, exactas y de la computación (52%); o ingenierías, manufactura y construcción (48%). Esto, junto al complicado campo laboral, nos deja con un nuevo problema: ¿qué hacer con tantos egresados que rebasan las vacantes en México? Siendo que, por lo menos, solo la mitad logra trabajar en lo que estudió.

Otras estadísticas mencionan que la “Generación Z” ahora, con una licenciatura, tiene menos ingresos que generaciones pasadas que no terminaron el bachillerato. A esto se ha mencionado que las generaciones que nacieron después de los noventa ni siquiera alcanzarán a tener seguridad social. Dato que nos deja un panorama poco tranquilizador junto a los datos de 2023, donde se encontró que la tasa de jóvenes titulados desempleados en México ascendió al 54.3%. Las universidades se vuelven fábricas de desempleados titulados.

Con estos datos hay dos cosas claras: 1) la mala gestión que se ha dado a la educación en México durante años; y 2) la necesidad de mirar a otros horizontes y que la escuela tenga el espacio de ser liberadora en lugar de solo ser un negocio o una fábrica de titulados que tendrían que desperdiciar sus años de esfuerzo consiguiendo un trabajo que poco tenga que ver con sus títulos para poder salir adelante. El tema tiene muchos matices, pero lo más revelador es la urgencia de apostar por la movilidad social en México para que la educación no solo sea de calidad, sino que el estudio en sí mismo pueda ser sinónimo de movilidad social. Que el empleo de los jóvenes profesionistas justamente sea producto de su esfuerzo y mérito en lugar del compadrazgo, la negligencia, los favores y otros actos de corrupción.

Compartir esta nota