Entre 2020 y 2024, se reportó a las autoridades mil 383 agresiones en contra de defensoras en todo el país
Las madres de familia son las principales protagonistas en la búsqueda de desaparecidos en México, enfrentándose no solo a vivir con el dolor de no saber sobre el paradero de sus hijos, sino también a diversos retos que van desde la estigmatización y criminalización, hasta la precarización económica y la violencia en su contra.
Esto último, debido a qué ante la falta de atención por parte de las autoridades, han tenido que convertirse en investigadoras, peritos y abogadas de sus propios casos, lo que las ha llevado a liderar colectivos e incidir en la política pública, así como a lidiar con grupos del crimen organizado.
De acuerdo con la organización Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras), 16 madres buscadoras han sido asesinadas en México desde el 2019 a la fecha.
En un comunicado, detalló qué de estos, 15 fueron perpetrados por personas desconocidas por la víctima.
A estos casos se suman tres víctimas más reportadas por la organización Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, en los años 2014, 2016 y 2017, respectivamente.
Según información de IM-Defensoras, entre el 2020 y 2024 se registraron en total mil 383 agresiones contra 321 defensoras y 22 organizaciones, como desaparición forzada, amenazas, secuestros, hostigamiento y limitaciones en el acceso a la justicia.
La misma organización señaló que a estas cifras se suman 15 intentos de asesinatos, en los que sólo medió la suerte para que las defensoras pudieran continuar con vida. En ocho de estos casos, se identificó como perpetrador al crimen organizado.
Asimismo, detalló que la mayoría de las agresiones contra buscadores han ocurrido en los estados: Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Quintano Roo, Morelos, Guerrero, San Luis Potosí, Michoacán y Oaxaca.
Madres buscadoras que han sido asesinadas en México
María del Carmen Morales: fue asesinada el 24 de abril del 2025, en Jalisco.
Teresa González Murillo: fue asesinada el 2 de abril del 2025 en Jalisco.
Adriana Ortiz García: el 5 de noviembre del 2024 en Oaxaca.
Ángela Meraz León: el 8 de febrero del 2024, en Baja california.
Melissa Abigail Rodríguez Durán: 26 de junio del 2024, en San Luis Potosí.
Esthela Guadalupe Estrada Ávila: el 29 de mayo del 2023, en Jalisco.
Teresa Magueyal Ramírez: el 2 de mayo del 2023, en Guanajuato.
Brenda Jazmín Beltrán Jaime: el 17 de julio del 2022, en Sonora.
Rosario Lilian Rodríguez Barraza: el 30 de agosto del 2022, en Sinaloa.
Blanca Esmeralda Gallardo: el 4 de octubre del 2022 en Puebla.
María del Carmen Vázquez Ramírez: el 6 de noviembre del 2022, en Guanajuato.
Ana Luisa Garduño Juárez: el 27 de enero del 2022, en Morelos.
Aranza Ramos Gurrola: el 15 de julio del 2021, en Sonora.
María del Rosario Zavala Aguilar: el 16 de octubre del 2020, en Guanajuato.
Zenaida Pulido Lombera: el 20 de julio del 2019, en Michoacán.
Miriam Rodríguez Martínez: en el 2017, en Tamaulipas.
Cornelia Sanjuana Guevara Guerrero: en el 2016, en Estado de México.
Sandra Luz Hernández: en 2014, en Sinaloa.
Virginia Ortiz García: el 5 de noviembre del 2014, en Oaxaca.
En el Diagnóstico sobre seguridad para colectivos de familias de personas desaparecidas en México, publicado en noviembre del 2024, el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México resaltó que no se sabe a ciencia cierta el número de mujeres buscadoras en México, pero considera evidente que representan el mayor número de participación dentro de los colectivos, y que se han convertido en las principales protagonistas en la lucha por encontrar a las personas desaparecidas en el país.
“Ellas tienen un vínculo afectivo estrecho con sus desaparecidos, y la inacción de las autoridades para buscarles y los roles de género históricamente asignados a las mujeres, entre las que se encuentra el rol de cuidadoras principales, generan que cuando un ser querido desaparece, sea en ellas en quienes recae la búsqueda y cuidado de la memoria de la persona desaparecida y el resto de su familia”, se lee en el reporte.
Puntualizó que entre las mujeres buscadoras se encuentran niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres adultas y de la tercera edad, de origen mexicano y originarias de otros países, principalmente de Centroamérica, mujeres indígenas, con discapacidad, mientras que el parentesco con las personas desaparecidas es diverso.
Su involucramiento en la búsqueda ha generado que su plan de vida previo a la desaparición se haya visto afectado, en muchos casos sus estudios, planes profesionales y familiares se han visto pausados para dar paso a las diversas labores de búsqueda.
A esto se suman casos como el de las esposas de los desaparecidos, quienes también están expuestas a múltiples vulnerabilidades, entre las que se encuentran la precarización derivado de que quedan solas a cargo del cuidado de sus hijos/as, ancianos, enfermos y asumiendo a su vez labores de búsqueda.
“Muchas de ellas se han visto obligadas a ingresar al empleo informal o el autoempleo, para hacer posible el sustento familiar y cubrir los gastos para sus labores de búsqueda, acciones que las exponen a dobles o triples jornadas de trabajo remunerado y no remunerado, lo que trae afectaciones a su salud física y emocional”, aseveró.