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División de Poderes… ¿colaborar, enfrentar o someter?

Miguel Rosales
4 Min de Lectura

PIDO LA PALABRA

De manera sencilla, ¿qué es la división de Poderes? Es una figura jurídica que proporciona equilibrio y contrapeso entre los diferentes Poderes de un Estado democrático. Es a través de esta forma de gobierno que se logra evitar el abuso de poder y se abona a la igualdad de derechos de la sociedad.

Este principio político surge de las reflexiones de Montesquieu, como una balanza a los excesos de poder en manos de una sola persona, tal y como se daba entre los gobiernos monárquicos absolutistas; esta tesis, dio como resultado la génesis de un nuevo sistema de estructuración y organización del Estado.

Es así el cómo en el derecho comparado surge lo que ahora conocemos como el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial; cada uno de ellos con funciones específicas y por lo tanto acotadas, tal y como se desprende de los diversos ordenamientos constitucionales que han existido a través de la historia mundial.

En México, este principio de la división de Poderes lo tenemos plasmado en el artículo 49 de nuestra Carta Magna, al citar que “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”, y que “No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación…”.

Este principio fundamental es la médula espinal de nuestra forma de gobierno, al impedir de manera expresa que una persona, física o moral, tenga el control de dos o más de estos poderes, de facto o de jure; el absolutismo está proscrito de nuestra Constitución Política.

Por todo esto, es importante tener bien claro qué queremos como forma de gobierno en esta nueva etapa de la vida nacional; es indudable que cualquier mayoría arrasará en cualquier votación que se enfrente, pero no siempre las mayorías tienen la razón, en estos casos la ideas ganan por ser más, aunque no necesariamente las mejores; se vence, pero no se convence.

Hoy seguimos viviendo un conflicto heredado por las ocurrencias anquilosadas del pasado, entre al menos dos de estos poderes, el Ejecutivo y el Judicial, ambos queriendo tener la razón y defendiéndola desde sus respectivas trincheras con argumentos, algunos jurídicos y otros que tienen más cara de sofismas que de verdades.

El caso es que, en ese enfrentamiento de Poderes, vemos también un enfrentamiento de intereses y muy poco de enfrentamiento de ideas; lo importante es ver sometido al oponente, no importa cómo, pero nadie quiere perder. El vencedor presumirá su fuerza, aunque desde mi perspectiva, lo único que podría provocarse es una brecha más amplia que volvería más lenta la transformación que se pretende.

No se trata de someter a uno de los poderes, tampoco podemos desperdiciar el tiempo enfrentándonos los unos a los otros, lo mejor es que los tres poderes colaboren para vencer a los grandes enemigos del desarrollo: la ignorancia, la corrupción y la impunidad. De otra forma, seguiremos siendo presa del comentario fácil y sin fundamento que todo lo destruye y en nada abona al crecimiento social. La verdadera transformación comienza con la transformación política de todos los mexicanos, pero siempre respetando la división de poderes.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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