TIEMPO ESENCIAL DE HIDALGO (III)
El pasado 21 de noviembre, se conmemoró el Día Mundial de la Filosofía, que se celebra el tercer jueves de ese mes desde 2005, cuando la UNESCO instauró oficialmente dicha celebración como un reconocimiento al papel de la filosofía en pro de la paz, la dignidad y la diversidad humana. Desde entonces en diversas partes del mundo se recuerda en esa fecha el invaluable papel que ésta ha proporcionado a la humanidad a lo largo de los siglos.
Tiempo Esencial de Hidalgo se une a ese reconocimiento con la misma alegría que experimentamos al realizar nuestra tarea de divulgación y defensa de la filosofía en Hidalgo; pues hoy más que nunca, la filosofía ha de recobrar el papel clave desempeñado desde la antigüedad en cada uno de los campos de pensamiento y la acción humana en tiempos de guerra o paz, de luz u oscuridad, de dudas y certezas.
Como sucedió hace más de medio siglo con la llamada Guerra fría, nos encontramos ante una confrontación que afecta no solo a algunos habitantes del planeta, sino a la humanidad entera. De ahí que la necesidad de poner la atención en la totalidad, -uno de los referentes sustantivos de la tarea filosófica-, resurge con la misma o mayor urgencia que entonces; pues las causas que provocaron aquella confrontación mundial que nos puso al borde de la guerra nuclear no desaparecieron, sino tan solo se postergaron y mimetizaron en nuevos juegos de poder sin superar realmente sus contradicciones fundamentales.
Y es en el marco de esa crisis renovada, que el retorno de la filosofía a la escena pública se coloca entre las mayores prioridades de nuestro tiempo; recuperando el sentido de unidad de la existencia humana y la defensa de la vida; de la verdad, la justicia y el futuro humano; nociones que solo en momentos como los actuales pierden la abstracción con que las oculta la enajenación del quehacer humano actual; atrapado en un callejón sin salida aparente, al que se califica de «crisis»; pero que igualmente lo podemos comprender como olvido del ser.
Nada ni nadie como la filosofía tiene la obligación y la capacidad de pensar los acontecimientos como un todo que hoy se encuentra en peligro; puesto que sin su tarea escudriñadora no podría comprenderse ni asumirse las grandes amenazas que se ciernen sobre todos y cada uno de los seres vivos del planeta, pues ya no es solo la humanidad sino la vida entera que singulariza a la Madre Tierra, la que se encuentra en los límites de su existencia.
Hoy, nociones universales como vida, humanidad, justicia, paz, dolor, solidaridad, fraternidad, existencia, amor o deber -todas ellas materia prima del ejercicio filosófico, han de recobrar el sentido de concordia y lucidez ante la sinrazón de las palabras y la acción destructivas, violentas y enajenantes del utilitarismo; que impone la lógica de sus razones de ser como insuperables al presente y el futuro de la humanidad.
El ejercicio filosófico que interpreta la realidad humana más allá de su valor de mercado, no es, pues, una opción que pueda o no escogerse, sino una necesidad de salvaguardar la condición humana de la lógica del utilitarismo que valora solo a lo útil como necesario; haciendo a un lado la capacidad de elección que permite al ser humano escoger entre las alternativas que se le presentan
Ante problemas límite, solo restan las acciones límite y una de ellas, es la práctica humanamente consistente de pensar bien, atenta, inteligente, responsable y amorosamente. ¿Le evocan algo esas palabras? ¿Cree usted que estos términos tienen que ser situados a la vanguardia del pensamiento y acción humana después de tantos años en que llegaron a considerarse como simples flatos, abstracciones, bobadas sin sentido, sin ningún papel positivo que desempeñar y por tanto prescindibles para una sociedad que pasó a considerar la «no verdad» como una noción superior a la verdad y a la memoria del pasado como una historia que ha llegado a su fin?
¿A qué recurrieron finalmente los hombres y mujeres que en tiempos con semejante angustia a la actual dedicaron su razón y vida a mantener en pie la dignidad humana poniendo un alto a la desmesura que pudo conducirlos a la catástrofe nuclear del siglo pasado?
¿A qué llamado respondieron en cambio quienes propiciaron el odio, la división, la muerte y la desmemoria que llevaron a la humanidad a dos guerras mundiales y a los múltiples conflictos regionales que desde entonces no han cesado en todo el planeta?
Es, pues, en ese contexto de ceguera y sordera generalizadas donde la filosofía tiene su tarea más imprescindible, ineludible, en el presente: hacer que sus mentes más brillantes dediquen sus afanes a la continuidad de la vida humana en el planeta o a convencernos de que el fin de la historia y la no verdad impuesta ya en los hechos, pues una filosofía sin dedicación vital carece de ejemplaridad ni sentido.
El filósofo, ciertamente, ha de encerrarse en su espacio íntimo de reflexión cuando afuera todos opinan y parlotean; más cuando callan o se violentan debe salir presuroso a la plaza pública a convivir o morir por ellos.
Así lo entendieron los más comprometidos de sus servidores en aquellos años sesenta en los que la muerte -tal y como ahora-, contó con permiso para segar vidas humanas sin castigo; si no fuera porque la consigna de «amor y paz», (hoy integrada a la manipulación enajenante), caló tan profundo en la conciencia universal; especialmente entre los jóvenes activistas adscritos a su versión más radical y revolucionaria de: «haz el amor y no la guerra»; que cimbró hasta sus cimientos al «sistema», obligándolo a claudicar en su demencial genocidio en Vietnam y así salvar el pellejo en su propio imperio.
Sin embargo, su fantasma retorna hoy más poderoso y desquiciado que nunca, buscando mantener en pie su imperio milenario o morir en el intento, acabando con la vida humana y no humana en todo el planeta, si le resulta necesario. Mucho logró el establishment en su afán de control del conocimiento y su uso social; porque logró someter, por medios suaves o violentos a los centros de formación e investigación humanística, científica o tecnológica a la lógica del mercado global, que determina los propósitos, planes de estudio y organización a las demandas y políticas del libre mercado.
Los resultados de esas equivocadas políticas se encuentran a la vista: no solo se aplicaron enormes recursos públicos al beneficio del sector privado, sino más aún se despojó a las futuras elites científicas, tecnológicas humanísticas y culturales, del sentido de correspondencia entre las habilidades y capacidades adquiridas y el compromiso ético con la humanidad entera.
Se hace necesario, pues, revalorar los procesos formativos de la voluntad y capacidad de discernimiento y el sentido de la responsabilidad pública y privada de los jóvenes que llegan por primera vez al bachillerato o las carreras profesionales, bajo nuevos modelos de enseñanza que demanden no solo el manejo óptimo de los conocimientos propios del campo profesional, sino la sapiencia y la sensibilidad necesaria para recorrer el camino hacia los campos donde -a decir de Platón-, el alma encuentra los verdes prados donde pastar el alimento que le es propio; más no para quedarse eternamente arrobada en sus delicias, sino para tomar arrestos suficientes para volver sobre sus pasos hacia este mundo imperfecto a despertar conciencias y voluntades y dar el justo valor a las acciones y conceptos de la convivencia humana.
No serán, por supuesto, aquellos cuerpos profesionales o técnicos los que con sus conocimientos contribuyen –aun sin proponérselo-, a sostener el dominio del hombre por el hombre, de donde surgirán los caminos de la concordia. Está visto que en esta edad de la súper especialización del conocimiento ninguno de ellos, por sí mismos, ha logrado ni pueden lograr la paz anhelada.
. Es sólo la modesta y limitada filosofía, quien desde tiempos lejanos ha generado en la conciencia humana la capacidad de realizar esa tarea, la única que, por su esencial puede abrir en el campo del saber humano, los caminos hacia la paz; pues propiamente «ella misma es la paz», como expresó alguna vez el filósofo hispano- mexicano Eduardo Nicol.
Hay pues razones de más para festejar el día de la filosofía en el mundo, pero mucho más para luchar con denuedo para hacer efectiva su presencia en nuestro terruño, a lo cual dedicamos este espacio de comunicación; invitando a quienes nos lean a participar en esta tarea.
Felicidades a todos los amantes de la sabiduría, y que el amor y la paz sean en este mundo. Felices fiestas de fin de año y esperamos sus valiosas críticas y comentarios.
Quien así lo quiera, puede comunicarse con nosotros al correo: miguelseral22@gmail.com