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Hidalgo
martes, mayo 20, 2025

De regalos, objetos y nostalgia

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UN ADULTO RESPONSABLE

“La ventana se rompió, junto con mi corazón, y lo arreglaste. Todo 

arreglabas, para que las cosas llegaran, otra vez, a fin de mes”

Te quiero y nada más – Natalie Pérez

Estaba viendo una película hace unos meses, no recuerdo el título, pero no es lo importante. El hecho es que en ella se veía la realidad de una señora viuda que tenía tiempo de haber perdido a su marido; sin embargo, comenzó a salir con el que se convirtió en su nueva pareja y terminaron viviendo juntos, pero cuando aquel le pidió matrimonio, ella no aceptó. Cuando le preguntaron la razón, no pudo explicarlo al momento, pero con el paso de los minutos los espectadores nos dimos cuenta de que todavía no superaba a su marido y lo recordaba de una manera particular, por lo que no hacía en casa…

El difunto era de esas personas que ya sea por tacaño o por desidia, no arreglaba los pequeños desperfectos que surgen cotidianamente en el hogar, pero tampoco dejaba que su esposa contratara a un profesional para que lo hiciera, excusándose con la frase: “Ya lo haré después”. Mejor le llegó la muerte antes de que cumpliera esa promesa. Por eso la señora que ahora tenía un hombre que trataba siempre de resolver, más que seguridad, sentía preocupación y rechazo hacia ese nuevo perfil.

Y tal vez más de uno podría decir que la señora estaba orate, que la gente debería ser recordada por lo que sí hace, pero era su forma de extrañar, de no dejar morir el recuerdo de un hombre al que amó. Lo cierto es que este es un ejemplo aislado, las personas solemos recordar con objetos lo que hemos vivido o a las personas que nos cambiaron. Quizá la única excepción sea la gente que prefiere hacer de su piel un lienzo y ahí no dejar morir ninguna memoria.

Pero los demás, los demás usamos los objetos para recordar: la correa del primer perrito que perdimos; la ropa de aquella persona que partió “a un lugar mejor”; aquella carta o rosa disecada que nos dio el que según nosotros sería “el amor de nuestra vida” y en eso sí podemos ser, al menos socialmente, los más raros del universo. Porque en cuestiones que tienen que ver con la cursilería, nadie se debería de meter.

Lo malo es que somos expertos en convertir a la nostalgia en un monstruo de múltiples cabezas y nos olvidamos que ya en el pecho tenemos un cajoncito inmenso en el que caben todas las personas a las que hemos amado y que las cosas que guardemos se quedarán en este plano terrenal. 

Por eso en esta oportunidad hago un llamado para que desechemos aquello que ya simplemente no tiene utilidad; porque qué chiste tiene que hayas guardado todas sus cartas si hoy ya ni le hablas; de qué vale tener la ropa de un ser amado si ya solo se está llenando de polvo y las únicas que la portan son las polillas; entre otros tantos ejemplos que seguro ya les vinieron a la cabeza.

Este es un llamado para los acumuladores más grandes de Pachuca y sus zonas conurbadas, pero también lo es para aquellos que regalamos cosas, por favor, ¡esforcémonos más!

Hay un video del youtuber Fred Lammie en su canal “Casi Creativo” en el que explica cómo se debería regalar, básicamente divide los regalos en dos categorías: divertidos y útiles, pero teniendo en cuenta el presupuesto. En fin, no le voy a robar el trabajo al creador de contenido panameño, por eso solo recomiendo que lo vean.

Y en conclusión digo que se vale extrañar, se vale tener objetos que nos recuerden lo bonito que es vivir, pero ojalá que dejemos de acumular tantas cosas que no suman a nuestra vida y que solo afean nuestros espacios, tanto en el mundo exterior de nuestra vida cotidiana como en la mente y el corazón.

Nota: Mientras escribía me acordé del título de la película: “Hasta la madre del Día de las Madres”. Y meh, si no la han visto, no se pierden de nada.

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