ESPEJOS DE LA REALIDAD
Cuando participé en el programa Talentum Universidad del 2018, dentro de las dinámicas que se llevaban a cabo, los 60 estudiantes seleccionados asistíamos a clases y conferencias. Al final de una de estas, el ponente preguntó si teníamos alguna duda al respecto. Uno de mis compañeros se puso de pie y comenzó a dar un discurso largo y confuso antes de brindar su pregunta.
En ese momento, la Dra. Blanca Heredia Rubio, creadora del programa, tomó el micrófono y me dio uno de los consejos más importantes de mi vida: «Hay que aprender a cuidar las palabras. Hay que aprender a ser concisos y claros cuando hablamos. Úsenlas con mesura y úsenlas bien».
En esta época de candidaturas, es común utilizar la palabra como moneda de cambio. Sin embargo, las palabras vacías y las promesas huecas rara vez se traducen en acciones concretas.
Los políticos, a menudo, se olvidan de que la confianza del público se construye a través de la transparencia y la coherencia, entre lo que se dice y lo que se hace. Es interesante observar cómo el lenguaje que empleamos puede moldear nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones con los demás.
Javier Sicilia, en su curso «La crisis del sentido», pone un ejemplo y analiza la forma de hablar de los delincuentes, destacando que el 80 por ciento de su vocabulario está compuesto por palabras violentas. En sus palabras: «Con ese acervo no se puede nombrar a un mundo, ni sentir empatía con alguien». Esto es cierto, solo lo que nombramos existe, y al utilizar las palabras para mentir y engañar, las cosas dejan de tener sentido.
Esto no solo aplica en la política o en la violencia. Es crucial aprender a comunicarnos de manera efectiva en nuestra vida personal y representarnos a través del lenguaje.
Debemos ser conscientes de no utilizar las palabras simplemente para adornar los oídos, sino para transmitir mensajes sinceros. Al fin y al cabo, nuestras palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y valores.
A lo largo de mi vida, he visto de primera mano cómo el uso cuidadoso y consciente del lenguaje puede marcar una gran diferencia. En un mundo saturado de información y ruido, la capacidad de expresarnos con claridad y propósito se ha vuelto más valiosa que nunca.
Las palabras que elegimos para describir nuestras experiencias, emociones y aspiraciones moldean nuestra propia comprensión de la realidad, así que más nos vale utilizarlas bien.
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