Un adulto responsable
“Bueno, nadie es perfecto”
Frase de “Una Eva y dos Adanes”
Desde muy pequeño me declaré fan de Café Tacvba, debido a la influencia de mis primos mayores y de alguno que otro maestro.
Por ello, cuando en mi adolescencia un amigo me regaló el disco “Un Viaje”, para mí fue un regalazo. Lo escuché tanto como pude y un día vi algo en la caja que, aunque ya lo había visto antes, ahora me llamó más la atención. La leyenda: “La música es cultura”.
La frase estaba presente en los discos que había en mi casa, no importaba el género y yo lo entendía en casos como Juan Gabriel, Joan Sebastian, hasta en Luis Miguel, pero en la música de los zarrapastrosos esos de los Tacvbos, ¡qué iba a haber cultura!
Entonces en un programa de radio escuché que la cultura está en todos lados: en los dichos de la gente, en las tradiciones, en las recetas gastronómicas, en los libros y en todo aquel saber que se pueda compartir.
Ahí fue cuando supe que todos podemos poner nuestro granito de arena en el arte de enriquecer el conocimiento de los demás.
A veces, por nuestro nivel de estudios, por nuestra situación socioeconómica o por una inherente estupidez, nos creemos mejores que los demás y tendemos a mirar para abajo a gente que solo está por ahí, tratando de cumplir con su labor, sea cual sea.
Hay veces que nos creemos los muy sabiondos y desdeñamos los consejos que incansablemente las personas anacrónicas se esfuerzan por darnos, restando valor a la experiencia.
¿Cuándo es que nos volvimos tan soberbios? ¿Cuándo perdimos el rumbo y dijimos que la deriva era el camino adecuado?
Los mejores consejos que he recibido en mi vida han venido por igual de gente con conocimiento académico y personas con “cultura callejera”, porque de acuerdo a mi punto de vista, son necesarias ambas para tener éxito en esta vida.
Por eso trato de no encasillarme en un solo modo de pensar, buscar las dos caras de la moneda y escuchar lo que los demás tienen que decir.
En mi cuenta de Facebook hay gente de derecha, de izquierda, católicos ortodoxos, ateos consumados, activistas de clóset y gente que no movería un dedo si de ayudar se tratase. Me gusta leer lo que los demás piensan y cómo un mismo hecho puede tener diferentes puntos de vista.
Por ejemplo, hace poco se dio a conocer que Hugo Aguilar Ortiz iba a presidir la Suprema Corte de Justicia y una de sus primeras ideas sería cambiar la vestimenta de toga a (en su caso) un traje típico de los pueblos indígenas.
Con esta misma situación en mente, muchos de mis conocidos dijeron: “Es un completo ignorante, ¿qué no sabe que él no puede cambiar eso?”, acompañado de unas cuantas linduras; mientras que los morenitas de hueso colorado, defendieron su punto y aplaudieron el homenaje que le quiso hacer a sus raíces.
Finalmente, el ministro no pudo hacer nada en contra del uso de la toga, pero portará “una serie de distintivos” alusivos a los pueblos indígenas de nuestro país.
¿Quién tuvo razón al final, los que se rasgaron las vestiduras por la supuesta ignorancia de Aguilar Ortiz o los que defendieron a capa y espada su idea? Exacto, ninguno.
Y de eso se trata la vida, creo yo, de saber que no puedes ser radical, que la gente vive enojada y tienen razón, pero que hay gente aún más enojada y quizá también tengan razón.
Defender nuestro punto de vista es muy bueno, pero pelearnos con otros por él y sobre todo en redes sociales, se me hace una pésima idea.
Nota: Dijo sabiamente Ramón de Campoamor (aunque yo la escuché de un viejito en “Atrévete a soñar”): “Y es que en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”.