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sábado, julio 19, 2025

Antonio Ortega, presidente del Madrid: una familia frente al abismo del olvido

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“Muero completamente tranquilo, porque soy inocente”. A las 2 de la madrugada del 15 de julio de 1939, Antonio Ortega, presidente del Madrid entre 1937 y 1938, escribió esa frase en una carta de despedida dirigida a su esposa y a sus cuatro hijos. Al amanecer de hace 86 años fue fusilado y su familia cree que sus restos yacen en una fosa común del cementerio de Alicante y lucha para enterrarle junto a sus seres queridos en Ciudad de México.

Allí es donde dos de sus cuatro hijos, Amalia y Conchi, junto a su mujer Josefina, se marcharon unos años después de la guerra para afrontar una nueva vida mientras Ortega quedó atrapado en el engranaje de la represión. En este segundo reportaje sobre su recorrido vital, apoyado en documentos inéditos procedentes de archivos oficiales y en las memorias de su hijo (Antonio Ortega Mora), EFE desvela cómo fueron sus últimas horas antes de morir ejecutado, aporta una nueva visión sobre su relación con el ‘Caso Nin’ y recuerda su paso por la presidencia del Real Madrid (entonces denominado Madrid FC).

Ortega y el ‘Caso Nin’ 

Antes de enfrentarse a un pelotón de fusilamiento, Ortega vivió tres años de guerra muy intensos. En los primeros diez meses defendió con éxito Irún, fue gobernador civil de Guipúzcoa y lideró al Batallón de Milicias Vascas Antifascistas en la batalla por Madrid. Una rotura de clavícula en un accidente de automóvil le impidió seguir en el frente y el 27 de mayo de 1937 fue nombrado director general de Seguridad (DGS), organismo dependiente del Ministerio de Gobernación encargado de mantener el orden público en el territorio republicano.

Ortega ocupó el cargo hasta el 17 de julio de 1937, periodo en el que tuvo lugar uno de los sucesos más polémicos de la contienda: la desaparición de Andrés Nin, líder del POUM. Figuras importantes como Hugh Thomas le señalaron como uno de los responsables. No obstante, el historiador español David Jorge, profesor del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México (COLMEX), tras una investigación profunda del caso en el marco del movimiento comunista y el conjunto del antifascismo en la Guerra de España, sostiene que esa acusación es falsa. “Fue una operación estrictamente soviética”, dice a EFE.

Según David Jorge, el contexto es clave para comprender el destino de Nin, detenido junto al resto de la cúpula del POUM tras los sucesos de Barcelona (3-8 de mayo de 1937), donde se alzaron contra el Gobierno junto a una parte de los anarquistas.

A ojos de Stalin, Nin, dirigente de una organización filotrotskista, era un enemigo; y aún bajo el gobierno de Largo Caballero, antes del nombramiento de Ortega como DGS, agentes del NKVD liderados por Alexander Orlov fabricaron un informe que señalaba a Nin como un agente de la Gestapo y un quintacolumnista, acusaciones que David Jorge califica como “una burda falacia”.

La llegada al cargo de Ortega coincidió con un cambio gubernamental en el que Negrín, el 17 de mayo, reemplazó a Largo Caballero al frente del ejecutivo con su periodo de transición y la toma de posesión de las nuevas autoridades.

En ese escenario de ambigüedades, los soviéticos aprovecharon para ejecutar una operación contra el POUM mientras la Unión Soviética iniciaba los ‘procesos de Moscú’ para reprimir cualquier disidencia.

Tras los arrestos de los poumistas, Ortega permitió que Nin fuera apartado para interrogarlo de manera aislada.

Una vez separado, relata David Jorge, fue trasladado de Barcelona a un chalet de Alcalá de Henares, donde policías españoles de la Brigada Especial lo interrogaron dentro del marco de la legalidad.

La responsabilidad de Ortega, apunta, radicó en ordenar la detención de altos cargos del POUM, “algo comprensible ante una indisciplina grave como un levantamiento en la retaguardia”, y en no informar al ministro de Gobernación sobre la separación de Nin del resto de detenidos para interrogarlo. “Esto sería el punto más delicado, aunque como DGS tenía cierta autonomía operativa para casos urgentes”, señala el historiador.

Ante la imposibilidad de obtener una confesión por la vía formal, los soviéticos, añade, actuando a espaldas de la República, secuestraron y asesinaron a Nin.

“Dijeron que fueron agentes de la Gestapo camuflados, pero eso no se lo cree nadie. Fue claramente una operación soviética. Ortega se vio metido en el lío de Nin, pero él estaba en Valencia. No tuvo nada que ver. Le echaron el muerto a él”, afirma  Pedro Barruso, profesor asociado de Historia Moderna e Historia Contemporánea de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense.

El ‘Caso Nin’ terminó por costarle el cargo a Ortega. Su destitución se presentó como una necesidad en el frente y el hecho de que Negrín mantuviera su confianza en él, refuerza la idea de que no estuvo implicado en el asesinato. Tras ello, Ortega regresó a Madrid para hacerse cargo del VI Cuerpo de Ejército.

El Madrid FC y la pureza del deporte 

De vuelta a la capital, Ortega asumió la presidencia del Real Madrid, denominado entonces ‘Madrid Football Club’, que desde agosto de 1936 estaba bajo el control de la Federación Cultural Obrera y Deportiva, una institución de inspiración socialista. Según detalla Ramón Usall en ‘Futbolítica’, Ortega sucedió a Juan José Vallejo en una fecha imprecisa de 1937.

El PCE buscaba a un dirigente afín y Ortega, recién integrado al PCE (más por pragmatismo que por convicción, indica su hijo en sus memorias), cumplía con el perfil.

Durante su mandato, que concluyó a finales de 1938, el estadio de Chamartín continuó albergando desfiles y exhibiciones deportivas y militares organizados desde 1936 por el Batallón Deportivo de la Federación Castellana de Fútbol. Ortega intentó integrar al Madrid FC en la Liga Mediterránea, que reunía a clubes de Cataluña, Valencia y Murcia, pero, explica Usall, el Barcelona rechazó su participación. Pese a ello, organizó amistosos en los que su hija Fina en alguna ocasión hizo el saque de honor.

Existe un documento en el que Ortega habla como presidente del Real Madrid: una entrevista publicada en ‘Blanco y Negro’ en noviembre de 1938. En ella, defendió la pureza del deporte frente a la mercantilización y reveló su sueño de un estadio majestuoso, visión que años después materializó Santiago Bernabéu.

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