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domingo, diciembre 22, 2024

12 de octubre: una fecha polémica

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LUZ DEL PENSAMIENTO

Cada año, de forma circular, se abre un debate entre ciertos espacios, mientras que, para muchas otras poblaciones, estas discusiones ni siquiera tienen relevancia. 

“El Día de la Raza”, “El Día del Descubrimiento”, “Día Panamericano”, “Día de la Descolonización”, “Día de la Nación Pluricultural” y un largo etcétera, son la cantidad innumerable de términos que acompañan a una fecha así de polémica: el 12 de octubre. En internet o con “especialistas” en muchas televisoras, se rinde un espacio enorme a este “debate”, que más bien son ciclos o cadenas de rumiación de ideas obsoletas. Pareciera que este es un caso donde se vive un fenómeno de polarización, donde realmente la discusión está cerrada. Cada año aparecen juicios desde diferentes posturas o posiciones sobre qué tan “buenos” o “malos” parecieron los eventos de la conquista y sus involucrados. Voces desde diferentes ángulos parten de críticas correctas al otro bando. Pero más allá de este ilusorio debate moral, se vive, más bien, una crisis de identidad. 

Resumiendo, muchas críticas y perspectivas populares en este día vienen desde: una visión idílica de los pueblos originarios y su sistema social. Y otra desde una perspectiva bonachona y casi heroica del papel de los colonizadores españoles en tierras indígenas. Aparecen ahora las dos leyendas de la conquista. Una leyenda negra en donde, algunos datos en específico, pudieron ser exagerados sobre el papel cruel, sádico y violento del paso de los conquistadores bajo el suelo hispanoamericano, que pudieron venir de algunos imperios coetáneos a esa época, como el imperio británico y neerlandés. Esto por la complicada relación de dichos países en un periodo de expansión hacia otros territorios.

Por otro lado, la leyenda rosa que parte justamente de un blanqueamiento total de los sucesos de la conquista. En esta visión, sus partidarios se centran constantemente en algunos efectos colaterales de la conquista de estos territorios: las grandes construcciones, los viajes y las obras literarias y artísticas; suprimiendo por absoluto los aspectos desagradables e inhumanos de esta fecha. Es absurdo negar varios crímenes dados dentro de la conquista, hubo epidemias que disminuyeron poblaciones indígenas hasta casi un 10% de su totalidad, maltratos tales como el carimbo (marcar indígenas con hierros calientes), la matanza en el templo mayor, las castas, etc.

Por otro lado, es habitual enaltecer a algunas culturas indígenas de ese entonces. Muchas veces, en la cotidianeidad no se explica del todo ni se tiene en cuenta la vastedad de culturas en Mesoamérica ni en México. Estas culturas e imperios eran tan avanzadas como las de Europa a pesar de no incursionar en técnicas metalúrgicas de manera tan sistematizada. Para eso hay que comprender las maneras de desarrollo económico de estas civilizaciones. Para empezar, una buena parte del poder político de estas culturas se veía dominado por el imperio azteca sobre una cantidad enorme de diferentes pueblos. En el Valle de México se encontraba este imperio que controlaba las principales rutas comerciales, de tránsito y alianzas políticas. La llegada de la colonización coincide tras una larga época de constante expansión militar del imperio azteca que luchaba con cierta regularidad contra purépechas y tlaxcaltecas. Tenía muchas otras poblaciones y pueblos dominados, mientras alrededor del país también había culturas que no tenían idea de ellos.

Como menciona la UNAM en su boletín informativo dirigido por el Colegio de Ciencias y Humanidades: en muchos pueblos de México aledaños al imperio azteca, se vivía un despotismo tributario (una economía basada en el usufructo de propiedad comunal y tributo a sus líderes) o en su caso —en poblaciones del norte—, se trataba de pueblos principalmente nómadas o seminómadas. Y a la par, en el imperio azteca se comenzaba a basar su economía en el trabajo de esclavos de otros pueblos; el imperio español llegaría a América a destruir el imperio azteca y dominar los demás pueblos. Acá sería importante señalar la participación de la confederación de Tlaxcala, un gobierno aristocrático de pueblos indígenas tlaxcaltecas, en el éxito militar de la conquista. Este proceso fue complejo, sin embargo, muchas veces el debate es absurdo. La participación de los españoles no fue pacífica ni benefactora, llevó a cabo un amplio desarrollo donde se derramó sangre indígena y ni siquiera los sucesos fueron solo la moral de la época.  Pues la reina Isabel I, en su testamento, pedía por la protección de los indígenas, a quienes consideraba sus vasallos, oponiéndose así a los crímenes y violencia sistemática que sufrían estos. 

Como se dijo antes, esto más bien se trata de una crisis de identidad. Como afirmaba el sociólogo Zygmunt Bauman: “vivimos en comunidades de guardarropa que necesitan un espectáculo que atraiga el mismo interés latente en diferentes individuos, para reunirlos durante cierto tiempo en el que otros intereses —los que los separan en vez de unirlos— son temporalmente dejados de lado o silenciados”. El espectáculo, este día en específico, sirve como un espacio donde se habla, pero se olvida el tema. 

Es una crisis de identidad porque no existe ya una unión con lo que representaban los pueblos indígenas de hace 500 años ni los colonos españoles con la sociedad actual. Hay pueblos indígenas, pero con funcionamientos y organizaciones diferentes a las de esa época, a pesar de que hay una lucha por el mantenimiento de sus tradiciones, lengua y cultura propia. Pero es necesario comprender que este “debate” por más que se enuncia, muchas veces lo hace desde una óptica lejana y caricaturizada de las problemáticas reales y vigentes. Más allá de disculpas simbólicas debe tenerse en cuenta realmente los problemas que viven los pueblos indígenas de ahora y sus necesidades actuales. De hecho, en muchas ocasiones estas voces no vienen de pueblos u organizaciones indígenas, negando por completo su visión sobre estas discusiones. Si escuchamos a esas voces podemos tener en cuenta las necesidades y visibilizar sus problemas actuales, como menciona Elvira Megías: “hoy los hombres del poder siguen utilizando esa larga y compleja historia para ganar votos y simpatías: hay aquellos que reivindican la barbarie, la xenofobia, el racismo; y también hay aquellos que exigen perdones, aunque en los hechos impulsen la colonización de pueblos y sus territorios por parte del capital, pero ahora en nombre del desarrollo nacional”. Como afirma esta fotógrafa, los pueblos actuales no mantienen una lucha con el mestizo, sino contra la raza del dinero. Afirman esto debido a la devastación que sufren año con año estas comunidades, el ecocidio y sus territorios culturales que son convertidos constantemente en zonas de explotación de recursos naturales o materias primas.

Salir del “debate” que se hace anualmente para centrarnos en las causas de primera necesidad nos aleja de esta crisis de identidad, donde temporalmente se asume un papel o una personalidad, estas identidades desechables no nos sirven. Superar esta discusión da paso a limitar nuestra identidad con la de los pueblos originarios, pero una limitación desde el reconocimiento que ayuda no solo a preservar las diferentes culturas participes en un mismo territorio, sino a innovar planes de apoyo y recurso federal a zonas que se les ha ayudado de maneras inadecuadas ante los problemas de raíz y donde incluso también este apoyo ha sido insuficiente y poco claro. Redefinir el problema actual de los pueblos originarios no suprime la barbarie de la conquista, solo deja ver que en el presente hay, también, mucho trabajo por hacer.

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