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Hidalgo
sábado, octubre 4, 2025

Temores

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PEDAZOS DE VIDA

Hay una escena de una película de terror que me dejó marcado, cuando una mujer mete la mano a una licuadora y se muele los dedos, esa imagen se había repetido constantemente en mi cabeza, a veces soñaba con la máquina que ocupan para hacer la carne molida en las carnicerías. 

La imagen de una mano que se deshace, con el crujir de los huesos como sinfonía de fondo, el salpicón de sangre me comenzó a seducir. El sonido de la licuadora se me hacía simple, cada vez que la escuchaba en casa de mi madre, en mi mente surgía la misma incomodidad, le faltaba algo más a ese ruido, le faltaba el equilibrio que no daba una cebolla o un diente de ajo.

Una vez, mi tía Merita hizo agua de sabor, y al moler la pulpa de tamarindo una semilla quedó escondida, el sonido fue hermoso antes de que detuviera el motor y sacara con un tenedor el “huesito de tamarindo”. No sé, siempre he creído que los momentos más sublimes  de la vida son tan efímeros que pocas veces nos percatamos de ellos, a veces solo quedan en el recuerdo y eso nos genera nostalgia… la nostalgia de lo que no ya no será. 

No es lo mismo ver la imagen de una mano triturada en la pantalla, que salpicarte con la sangre en vivo, te adelanto que no se muele por completo, que hace varios cortes pero no se corta por completo, eso me decepcionó la primera vez, se necesitaba una licuadora más potente, y quizá una mano más tierna. 

El otro punto es matar a la persona o cortarle la mano, porque los gritos no ayudan a escuchar bien el sonido de las aspas, con el tiempo uno aprende, pero qué te digo… al final también es un desperdicio, tener que matar a una persona solo para moler dos manos. 

Qué te cuento, ojalá que tu mano me dé una linda sinfonía; sí, también me gusta hablar con los muertos, sé que en estos momentos todavía me puedes escuchar…

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