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¿Se puede cambiar al mundo?

Mariana Peralta Zamora
4 Min de Lectura

ESPEJOS DE LA REALIDAD

Hace algunos años me encontré cargando una sensación de pesadez, de esas que se te notan en la cara y que hasta los demás pueden percibir. No era por haber dormido mal o haber comido algo en mal estado, sino por todo lo que estaba pasando en el mundo. Era como si las noticias se hubieran acumulado en mi cabeza, creando una nube de tristeza y agotamiento que no podía quitarme de encima.

Mi mente no paraba de llenarse de preguntas. ¿Podemos hacer algo al respecto? ¿Hay algo que aún no se haya intentado? Y si no, ¿será posible crear algo nuevo o cambiar el rumbo de lo que pasa en el mundo? Todas las noches me acostaba dándole vueltas a las mismas dudas, hasta que, en una charla con mis amigas, una de ellas me dijo algo que me hizo pensar: “Tu problema, Mar, es que quieres cambiar todo. Y quizás ese cambio que tanto anhelas no dure o, peor aún, ni siquiera funcione”

Esa conversación me dejó pens

ando y, como siempre, se lo conté a mi hermana. Al día siguiente, cuando me desperté, vi que había escrito algo en el pizarrón que tengo al lado de mi clóset. Decía: “Quizás no puedas cambiar al mundo entero en un día, pero recuerda que la Muralla China tardó mucho en construirse. Con tu voz, logras cambiar al menos mi mundo”. Esa pequeña nota me llegó directo. Me hizo darme cuenta de algo: no se trata de cambiar todo de golpe ni de resolver los problemas del mundo en un par de días. Se trata de los pequeños cambios, de esos gestos que quizás parecen insignificantes pero que tienen un impacto real en la vida de los demás.

A veces pensamos que la historia es algo lejano, que pasó hace siglos, y que nosotros no podemos hacer gran cosa. Pero eso no es verdad. Cada día que vivimos, estamos creando historia, y con nuestras decisiones, por más pequeñas que sean, podemos darle una nueva dirección. Así que, ¿se puede cambiar al mundo? Yo creo que sí. No de una manera rápida o espectacular, sino paso a paso, desde lo más cotidiano. Cambiar el mundo puede ser algo tan sencillo como compartir una taza de café con alguien que lo necesita, o hacerle saber a una persona que su vida tiene valor y que lo que hace importa. No tiene que ser una gran revolución. A veces, lo más importante es crear un mundo en el que el amor y la bondad sean nuestra razón de ser.

No cambiaré el mundo entero hoy, lo sé. Pero, tal vez, con cada pequeña acción, con cada palabra que digo, estoy ayudando a cambiar al menos el mundo de quienes me rodean. Y, con eso, ya me siento satisfecha.

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