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Presidenta con A, ¿nos asegura algo?

Mariana Peralta Zamora
3 Min de Lectura

ESPEJOS DE LA REALIDAD

Antier visité Los Pinos con mis primos. El primer presidente en habitar el recinto fue Lázaro Cárdenas, quien, a pesar de las críticas del pueblo, señalaba que no deseaba vivir en un lugar tan ostentoso como el Castillo de Chapultepec. Es casi cómico saber que, al final, los costos de operación del complejo cultural de Los Pinos oscilaron entre 30 mil millones de pesos del 2006 al 2018. 

Ese mismo día, Claudia Sheinbaum Pardo, se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo presidencial en la historia de México. Ofreció un mensaje impactante sobre todas las mujeres que llegaron con ella: las visibles y las invisibles, las que gritaron y las que fueron silenciadas, las que soñaron y las que no pudieron. Todo esto ocurre mientras, según el Subgrupo de Trabajo de Protección para la Atención a la Violencia de Género de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en México son asesinadas 12 mujeres cada 24 horas. 

Es un sabor agridulce, una sensación incómoda, como una piedra en el zapato. Sé que lo que vivimos las y los mexicanos es algo verdaderamente histórico. Estoy segura de que cuando tenga 60 años, este momento seguirá siendo recordado, porque no es menor que una mujer ocupe una silla que ha sido moldeada a la figura de un hombre. Pero, ¿esto asegura algo? Me gustaría que así fuera, que existiera algún dato científico —que sé que existe— que demostrara que una mujer al mando tiene menos probabilidades de corromperse, y que por ello el futuro que tanto anhelamos sea más justo y próspero.

No me queda más que esperar, no poner expectativas y dejar que la historia se siga escribiendo. Me alegra saber que las cosas sí cambian, que lo que mi abuela no pudo hacer, yo sí lo he logrado. Lo reconozco todos los días, y sé que para las generaciones futuras, lo que antes era impensable, para ellas será lo común.

Por mientras, queda esperar y caminar por los mismos pasillos de Los Pinos, donde antes solo se hablaba de poder, pero ahora también de cambio. Cárdenas decidió no vivir en el Castillo de Chapultepec por considerarlo ostentoso, y es irónico que hoy, tantos años después, sigamos enfrentando contradicciones similares. Por eso, aunque una mujer esté al mando y estemos haciendo historia, aún queda mucho por hacer.

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