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Hidalgo
sábado, abril 19, 2025

Lo que me contaron las orquídeas 

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ESPEJOS DE LA REALIDAD

“Lord Illingworth me dijo esta mañana que allí había una 

orquídea tan hermosa como los siete pecados capitales” 

Oscar Wilde

Me quedé un buen rato mirando al vacío blanco de mi pantalla. Mientras espero que las raíces de mis orquídeas tomen el agua verde que cada semana les preparo, el temporizador de 15 minutos me avisa que ya es tiempo de retirarlas y poner las nuevas. La música me acompaña en esas dos o tres horas, donde de repente me convierto en la nada, y sin embargo, me siento todo. Como diría la gran Etta James, me vuelvo de azul brumoso.

Sigo limpiándolas. En un paño aplico un chorrito de abrillantador de hojas, mientras que en otro, paso lustrador sobre el mueble donde cada día reposan. Algo tienen mis orquídeas, debe ser que me conocen tan bien como yo a ellas. Disfruto mirarlas, observarlas, sin apuro, sin que ellas me apuren. He notado que son vanidosas, se emperifollan de flores cuando las chulean, como si respondieran a algún tipo de elogio que les hace el aire. Una, incluso, dejó escapar un perfume dulce cuando me acerqué a ella.

Las orquídeas tienen algo que me hace pensar que lo suyo no es solo sobrevivir, sino también entregarse a la vida de una manera sencilla, casi inocente. Y en ese gesto me reflejo, o al menos me gustaría. No les importa el futuro, ni si la primavera será cálida o si el invierno se las llevará. Ellas simplemente florecen, con el mismo amor al instante en que las cuido, sin más expectación que la de existir aquí y ahora. Y a veces pienso que eso es lo que más me cuesta: entregarme al momento, al presente, sin la necesidad constante de llenar los huecos con lo que vendrá.

Yo, que me pierdo en los espacios vacíos de la pantalla, en los pendientes de la semana, en los caminos imaginarios que intento recorrer sin moverme, mientras las orquídeas simplemente están. No les urge nada, no sienten la presión de ser más grandes, de florecer más. Se entregan sin esfuerzo, sin promesas de ser correspondidas.

Ellas no temen que el tiempo las arrastre, y yo, que soy tan cautelosa, me pregunto si alguna vez podré aprender a ser tan libre. Quizás este cuidado que les doy es el recordatorio de que el amor, el tiempo, la belleza, se entregan sin más, como ellas,  siempre como ellas. 

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