Espejos de la realidad
Apenas ayer tuve una conversación por WhatsApp con mi papá. Después de que me preguntara si ya andaba en la escuela donde apoyo como parte del programa académico en el que estoy, en la que por cierto de repente encuentro situaciones que se pudieron evitar si tan solo fueran un poco claros.
Me escribió: «El asunto es que aprendas. Que sepas de la realidad. Que tengas más claro lo que deseas seguir (te celebraría si fuera algo relacionado con la escritura, pero es decisión tuya). Ponte changa y adelante, hija».
La palabra changa es una cosa heredada por él. Una palabra casi infantil, pero que contiene toda una ética: la del movimiento constante, el salto aunque no se sepa bien a dónde, la insistencia en no quedarse paralizada. Frente a esto yo le respondí con Sylvia Plath. Le hablé de la higuera del Bell Jar, esa imagen donde cada higo es un futuro distinto y atrapante pero la poeta se queda inmóvil en la raíz, muriéndose de hambre porque no puede escoger.
Él me contestó lo siguiente: «La vida es un continuo intentar, celebrar el camino, disfrutar la vereda nueva que se atraviesa, retomar otra. Nunca rectilínea, siempre nueva y plena de alegría».
Esa canija fricción me dejó inquieta. Por un lado, la ansiedad de mi generación atrapada en la idea de elecciones irreversibles; por el otro, la sencillez con que Don Yeye afirma que la vida no se juega en una sola decisión, que todo está en movimiento.
He pensado que quizá mi generación y las más jóvenes cargamos con un mandato silencioso: tomar decisiones “correctas”, diseñar un proyecto de vida que resista cualquier cuestionamiento, dar pasos firmes, como dicen. Elegir una rama de la higuera y sostenerse ahí, aunque sea a costa de todo lo demás.
Mi papá, en cambio, habla desde otro sitio. Él está menos preocupado por la claridad absoluta y más dispuesto a aceptar el vaivén de los caminos. Para mí, que a veces siento que todo se resuelve en elegir el higo correcto, resulta un vértigo escuchar que se puede ser y estar de todas las maneras posibles.
Yo que pienso en ramas que se pudren por no ser elegidas, él que insiste en la alegría que se encuentra incluso al retomar un sendero. La changa trepada en la higuera, por mientras seguiré guardando la semana en tuppers: jicamas, mango, higos, incertidumbres, todo en mi piso del refri.