Yves Klein se adelantó a todo, y a todos. Predijo qué tipo de arte se realizaría décadas antes de suceder. Un año antes de morir conoció a Duchamp en Nueva York y mientras Andy Warhol estaba en plena creación de sus Marilyn, él se sumergía en sus cubos minimalistas. “Fundamentalmente, el verdadero artista del futuro será un poeta sin palabras que no escribe nada”, dijo en 1961. Klein, considerándose a sí mismo un artista total, creó un color propio y todo lo impregnó de un conceptualismo vigente en el arte contemporáneo de hoy. 50 años después. Buen ejemplo de esto es la exposición Yves Klein, íntimo, que inaugura la temporada de exposiciones de la galería Cayón el próximo mes de septiembre.
“Es el primero que hizo performance y las grabó. Esas cintas se conservan, se ve vestido de frac actuando frente a la cámara”, explica Clemente Cayón. Pero ahora, es el turno de otro Klein, el momento de sus objetos haciendo entender que revolucionó la vanguardia artística de su momento y “dio una vuelta de tuerca a la idea de artista que existía desde el Renacimiento”. La idea de un señor que pinta un cuadro pero almuerza en cualquier lugar. Él, por el contrario, era artista a cada paso que daba, ya lo dijo: “todo lo que toco es arte”.
Y ese es el pensamiento sobre el que se erige una exposición en la que no hay cuadros pero todo son obras de arte. 20 objetos, casi todos ellos azules, a través de los cuales se muestra su universo, su concepción del arte y su originalidad. Su conexión con la naturaleza se ve en piezas como raíces y troncos de árboles. Aunque “también experimentó con la lluvia, colocó unos lienzos que sometidos a la intemperie y a la lluvia el resultado fue una pieza de Klein”, anota Cayón. Es decir, su arte dialoga con la naturaleza, practica el Land art, antes siquiera de que la palabra se pusiera en uso artísticamente.