¿YA NOS ALCANZÓ EL FUTURO?

Hambre, peste y guerra son tres problemas que a lo largo de miles de años, generación tras generación, la humanidad padece, según el autor del epígrafe.  Catástrofes cíclicas, ubicuas y hasta hace poco tiempo, inevitables; tanto que algunos pensadores concluyeron que formaban parte del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta para controlar la explosión demográfica.  En este esquema fatal, nada ni nadie nos libraría de ellas, excepto el final de los tiempos.
 

Estampas dantescas con estos temas tienen origen en la realidad y permanencia en el arte; son terroríficos testimonios de los daños que, en diferentes tiempos y espacios los apocalípticos jinetes dejaron a su paso.  Sin embargo, conforme avanzan los años, los monstruos caen bajo el impacto de la ciencia y la tecnología; la violencia armada se sustituye por la más sofisticada diplomacia.  Estos logros despiertan la ambición; el credo en los ilimitados alcances del potencial científico.  Algunos visionarios están convencidos de que El Hombre, un día, vencerá a la mismísima muerte: puede ser Dios.
 
Según el pensador judío, con Doctorado en Oxford, la historia suele estar moldeada por esperanzas exageradas.  Como polaridad axiológica me permito afirmar que también se modela entre superlativas desesperanzas y enormes equivocaciones (en este momento una de ellas tiene nombre y apellido.  Se llama Donald Trump).
 
Lo anterior no obsta para que los grandes conductores del género humano, una y otra vez, exploren y vuelvan a explorar diferentes caminos para llegar a las más refinadas realidades (¿o utopías?): Platón, San Agustín, Tomás Moro, Ponce de León, Carlos Marx, Dorian Gray, Aldous Huxley y otros, deben su trascendencia a la concepción o búsqueda de repúblicas perfectas; ciudades diseñadas por la propia divinidad; fuentes de eterna juventud, transformación de cualquier metal en oro o un mundo feliz, sin inconformidades ni revoluciones.  Quede claro: buscar no es encontrar.
 
Un denominador común está presente en todos los que escudriñan el pasado y el presente para predecir el futuro.  Aunque, otros nos preguntamos ¿Qué sentido tiene hacer predicciones, si éstas no pueden cambiar nada?  ¿Qué utilidad se encuentra en un nuevo conocimiento, si no engendra comportamientos nuevos?  No hay que olvidar: aprender significa modificar conductas; teoría que no se aplica en la realidad es fantasía; de manera inversa, técnica sin sustento teórico es pragmatismo estéril.
 
El Comunismo como doctrina, tenía por objetivo supremo terminar con la desigualdad, después de una cruenta lucha de clases (burguesía vs. proletariado).  Es obvio su fracaso histórico.  La humanidad se preparó para que el choque no se diera.  Las conquistas obreras, abrieron una válvula de escape para la presión social cuyas consecuencias parecían determinadas.  Lo anterior demuestra que existen acontecimientos erráticos, circunstanciales, impredecibles…  capaces de echar por tierra teorías y predicciones con alto grado de sustento científico.  Acertadamente se dice, por ejemplo, que los economistas más doctos tardan seis meses para pronosticar lo que sucederá en un año y otros seis para explicar por qué no ocurrió.
 
Es cierto, repito: conocimiento que no cambia una conducta es inútil, pero en la actualidad el saber que altera el comportamiento pierde rápidamente su relevancia; ésta corre el riesgo de convertirse en moda y ser, por lo tanto, efímera dice Harari “Cuantos más datos tenemos y cuanto mejor entendemos la historia, más rápidamente la historia altera su rumbo y más pronto nuestro conocimiento queda desfasado.  Hace siglos, el saber humano aumentaba despacio, de modo que la economía y la política cambiaban también a ritmo pausado.  En la actualidad nuestro conocimiento recién adquirido conduce a cambios económicos sociales y políticos más rápidos… en consecuencia, cada vez somos menos capaces de dar sentido al presente o de pronosticar el futuro”.
 
En el preocupante fenómeno Trump, se formaliza la paradoja de poner a un toro de lidia a cuidar una cristalería.  Tal decisión colectiva  es impredecible en cuanto a los daños que cause y al tiempo que dure esa locura.  Puede ser moda efímera o pesadilla de larga duración; lo seguro es que un día, el toro se cansará, será sacrificado o recibirá benéficas ataduras de quienes sufren su irracional frenesí.  Finalmente, sus dueños son responsables de introducir al casi mitológico ser a su casa: un poderoso imperio lleno de dinero y armas mortales, pero también de frágiles objetos de vidrio.
 
Las inverosímiles excentricidades del magnate y mandatario, amenazan a México y a otras naciones; también al país que lo engendró.  No se necesita ser profeta para entender que el mañana ya es hoy; dentro de él, un solo hombre no puede aterrorizar a la humanidad.  El Homo Sapiens ha logrado en su historia contener al hambre, la peste y la guerra.  Una parte del futuro ya nos alcanzó pero, pero el pesimismo no matará a la esperanza.

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