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Gran Angular
Por: Raúl Rodríguez
“No quiero ser presidenta, nunca me lo he planteado”, aseguraba Xóchitl Gálvez apenas el 15 de marzo pasado y en su fraseo reconocía no estar preparada para aspirar a la primera magistratura.
“Esas cosas se tienen que tomar con seriedad, son palabras mayores; yo he visto candidatos que le han batallado para ser reconocidos, yo no creo que a mí me conozcan en todo el país”, le comentaba en la radio a Ciro Gómez Leyva, luego de afirmar que lo que ella buscaba era la jefatura de gobierno de la CDMX.
Y con encomiable sensatez decía a quienes hablaban de su posible candidatura presidencial: “hay que domar el ego como políticos y en ese sentido estoy consciente de lo que sí puedo, y sí puedo ser una gran jefa de gobierno”.
Pero ocurrió que poco más de 105 días después, la senadora Gálvez se auto destapó como aspirante a la candidatura presidencial de la alianza Va por México y el martes pasado aseguró que va a ser la próxima presidenta.
¿Dispondrá para serlo de la capacidad que hace tres meses reconocía no tener? ¿En ese lapso la obtuvo y creció el nivel de reconocimiento nacional que ella dudaba poseer? ¿No pudo domar al ego? ¿Qué poderosos intereses la respaldan para que proclame desde ya su victoria?
Xóchitl Gálvez cumplirá 61 años en febrero próximo. Salió de su natal Tepatepec, en el depauperado valle hidalguense de El Mezquital, para recibirse como ingeniera en computación y fundar una empresa constructora de edificios inteligentes. Su ascendencia otomí la impulsó a crear en 1995 una fundación para atender la desnutrición de niños indígenas. Esa ha sido, por cierto, su bandera política. Se incorporó al servicio público en 2000 durante el gobierno de Vicente Fox en el que fue la comisionada nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. No milita en ningún partido, pero su vida política ha estado asociada al PAN. Perdió en 2010 la gubernatura de Hidalgo y fue jefa delegacional en Miguel Hidalgo del 2015 al 2018. Su experiencia de gobierno se limita a esa demarcación capitalina. Contendería contra quienes han gobernado la capital de la República, pero en torno a ella se construye la narrativa de ser una ciudadana apartidista, de cuna indígena y mujer, poseedora además de un estilo burlón, provocador, pendenciero. Para AMLO es algo de sopa de su propio chocolate que, se asegura, ya encendió alarmas en Palacio Nacional y entre las “corcholatas”. Y para ella fue, sin duda, su gran semana en redes sociales, lo que no quiere decir que haya alcanzado ya el reconocimiento nacional que ella misma dudaba tener hace tres meses.
En ese trimestre se definió el método de selección de Va por México. Tras conocerlo, Xóchitl alzó la mano, mientras que otros cuatro suspirantes (Germán Martínez, Lilly Téllez, Claudia Ruiz Massieu y Mauricio Vila) renunciaron a la carrera por considerarla una simulación en la que la decisión final la tomarán los grandes grupos de poder, titiriteros de la alianza.
Gálvez tiene con ellos una innegable y fluida relación. Baste recordar la video balconeada que les dio el 14 de marzo de 2016 en la ya inexistente red social Periscope, durante la fiesta del cumpleaños 75 de Diego Fernández de Cevallos celebrada en su rancho de Jerécuaro, Guanajuato. Ahí estaba la entonces jefa delegacional transmitiendo en vivo los saludos de sus amigos los expresidentes Carlos Salinas y Felipe Calderón, de los empresarios Carlos Slim y Germán Larrea, del cardenal Norberto Rivera Carrera y de políticos como José María Córdova Montoya y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros.