Vigilia en el colegio del tiroteo en México
Reflexiones de una antigua profesora de la escuela del ataque en Monterrey, de una activista y de una defensora de derechos humanos
“A este niño le dimos diez años de violencia”, dice la Hermana Consuelo, una institución de Derechos Humanos en Nuevo León. Se refiere a los diez años de la guerra contra el narco en México. A los tiroteos, hombres colgados de los puentes, manuales para sobrevivir a balaceras. “La violencia se ha convertido en una manera de vivir, de solucionar problemas. El único camino que les hemos mostrado es la muerte. Empezamos a vivir las consecuencias”.
A las ocho de la mañana del miércoles, Emmy García recibió un mensaje en su celular. Una amiga. “¿Estás bien?”, le preguntó. Emmy no sabía de qué le hablaba. “No le di bola”, cuenta, “me dijo que habían balaceado la escuela, pero creía que era una broma”.
Emmy tenía prisa. Una junta en una escuela pública, luego vuelta a la casa, más tarde a la oficina. ¿De qué hablaba su amiga? “¡Esas cosas no pasan aquí!”, pensó, “en Monterrey no hay terrorismo de ese”.
Emmy, una mujer rubia de 27 años, dicharachera, salió de casa a las nueve. Antes de llegar a la avenida, se dio cuenta de que su amiga no bromeaba. Vio los carros de policía en el Paseo del Lago, junto al Colegio Americano del Noreste. Vio las cámaras de video y de foto. Un gran alboroto. “Era verdad”, dice ahora, como si acabara de darse cuenta. Pasó un buen rato hasta que supo que un alumno había tiroteado a su profesora y a tres compañeros.
Emmy trabajó nueve meses en el Colegio Americano del Noreste. Ya hace tiempo de eso, pero sigue viviendo cerca, muy cerca. Dio clases en el colegio de enero a septiembre de 2015. Impartía biología a los de primero de secundaria, historia universal a los de segundo y química a los de tercero. .
Es miércoles por la noche y Emmy se ha acercado al colegio. No sabe muy bien por qué. “Si me encuentro con los padres de los niños, ¿qué les digo? ¿Qué les dices a los papás?” Pero aun así ha venido. Pese a la lluvia, pese a una sensación de incredulidad que no la abandona. Después de su junta en la escuela pública, se encontró con una compañera de la organización en la que trabaja ahora. “¿Has visto, Sam?”, le ha dicho. Y han visto las fotos, la sangre en el piso. Se han enterado del nombre de las víctimas.
A la profesora no la conocía porque justo entró cuando ella se fue. De hecho, Emmy daba la clase que su colega impartía esta mañana. Química a los de tercero.
A los muchachos sí los conocía. Se acuerda mucho de uno, L.F.R., porque quería ser novelista.
La lluvia cae en Monterrey y la maestra dice que Dios llora. Las cartulinas que varios jóvenes pegan en la pared de la escuela parecen esbozos de su propia tristeza. “Estamos con ustedes, Jesús es nuestra esperanza”, “es momento de estar juntos, de amar a nuestros vecinos, de tener esperanza”, “Duele que la violencia está normalizada, duele mucho”.
– ¿Desde cuándo está normalizada la violencia en Monterrey?
– Desde 2009 o antes. Los niños ya ni hablan, ya el puro golpe te avientan
– ¿Desde cuándo está normalizada la violencia en Monterrey?
– Ni me acuerdo. Cuando estaba en la prepa –el bachillerato– recibí un manual sobre cómo actuar durante una balacera. Otra vez, me desperté porque había una balacera en la casa de al lado.