Vigencia de Cosío Villegas

RETRATOS HABLADOS
    •    Cosía creyó por un momento que la voluntad del propio individuo con poder podía modificar el destino de una nación como la nuestra


Hay una cada vez más creciente y preocupante similitud entre el sexenio del Presidente López Obrador, y de Luis Echeverría, con todo y que uno se presenta como la antítesis del segundo; y mientras uno es el nacimiento supuesto de una nueva era en el país, el otro la representación agónica de un populismo sin sentido.
    Daniel Cosío Villegas, con toda seguridad el hombre que más estudió el poder desde la figura de su personaje-caso que fue el ex Presidente que lo heredó luego de Díaz Ordaz, se dio a la tarea de definir con puntualidad cada uno de los rasgos de ese que se consideró en principio un gobierno de izquierda, pero que derivó en una realidad que a la fecha es imposible entender.
    Define el estudio, en El Sistema Político Mexicano después de la Revolución Mexicana a dicho sistema, y le pido que analice con paciencia si es vigente a estas alturas: “se trata de una Monarquía Absoluta sexenal y Hereditaria por Línea Transversal”.
    “La presidencia era un poder sin contrapesos que determinaba el curso básico de la vida pública y el PRI era el instrumento eficaz pero sin independencia. En esas circunstancias, las posibilidades de poner límites al presidencialismo arbitrario eran pocas y todas antidemocráticas. Si los partidos, las organizaciones de masas o la “opinión pública” no podían ser contrapeso de la presidencia, resulta que a esa sólo la podían limitar, que no controlar, los grandes grupos de intereses económicos”.
    Cosío Villegas creyó por un momento que la voluntad del propio individuo con poder podía modificar el destino de una nación como la nuestra, y más que voluntad una buena voluntad para encontrar mejores caminos.
    Pronto esta esperanza se desvaneció, y el propio autor vio un Jefe de la Nación muy dado a hablar en demasía, lo que genera la similitud inmediata con el actual Presidente, hasta desembocar en una conclusión que parecería simple, pero que resultaba vital para entender la situación: entre más se habla, menos se hace. Es evidente el abuso de la palabra y la falta de acción decisiva.
    Así las cosas, Cosío Villegas confirma: en un sistema presidencialista sin límites, los defectos personales del jefe del Ejecutivo se vuelven características del sistema mismo y se amplían y multiplican hasta afectar la vida misma de la sociedad. Cuando el autoritarismo hace que la patología del líder se transforme en la patología del gobierno, entonces se está hablando de un sistema político enfermo.
    Por supuesto hay un mar de diferencia entre un Echeverría y un López Obrador, pero también es imposible no encontrar un especie de momentos dignos de iluminados en ambos, que al primero lo llevaron a erigirse como líder de los países del Tercer Mundo al pensar que el territorio nacional le quedaba pequeño, y al hoy Jefe de la Nación acortar en lo posible el espacio de influencia, pero impulsar a toda costa la idea de que México es voz de todo Centroamérica, lo que desembocó en uno de los pasos en falso más graves de su administración.
    El sistema político de un país no puede, no debe ser el espejo de los defectos personales de su Presidente al grado de complicar la vida mismas de la sociedad. Lejos de ello, poderes bien cimentados e independientes, pueden evitar el desastre que se generó al final del sexenio Echeverrista y que de plano reventó en el de su sucesor. Los dos, Luis Echeverría y José López Portillo, con uno de los discursos más elaborados en la historia de México, pero que derivaron en el abuso de las palabras para traducirse en la falta de acciones decisivas para hacerlos realidad.
    Hoy estamos de nueva cuenta ante una realidad que ya vivimos en que no hay contrapesos reales al poder Presidencial, que como nunca recuperó la capacidad de actuar sin ningún tipo de cortapisas reales, al grado de que con esperanza elevamos el deseo de que sea el propio Jefe de la Nación el que se regule, el que le permita la mesura necesario para no caer en acciones tipo Monarquía Absoluta sexenal que señalaba Cosío Villegas.
    Suena tétrico, pero de nueva cuenta llegamos a esos tiempos en que todo era cuestión de fe, esperanza… y más fe.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

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