PEDAZOS DE VIDA

¡Qué te costaba Carolina! ¡Qué te costaba ponernos una vela aunque de cebo fuera! Sólo una luz que nos marcara el camino del recuerdo, una luz que nos dijera que aún estando acá, seguimos presentes allá. Pero no, te lavaron la cabeza con esas creencias, y nos dejaste a oscuras. Condenaste nuestro recuerdo y lo enviaste al infierno, con la creencia de que el ritual de los abuelos “es cosa de Diablo”.

Ya tu abuela se está yendo, pronto ya no seremos más que un cúmulo de olvido, el viento de la muerte se siente cerca: frío y sin consuelo. Que tiempos aquellos en los que sabíamos que estábamos ahí, que había luz de memoria y calor de hogar; cuando una cortina de copal nos daba la bienvenida a un banquete enmarcado por perfume de la flor de cempasúchil.

Cantas tus alabanzas y te olvidas de los tuyos, reniegas de nuestras enseñanzas y críticas a los que se aferran a recordar a sus muertos, a los que les llevan flores a sus tumbas y les ponen una mesa para compartir el pan; el pan, que nunca te faltó de niña, la fruta que siempre intentamos darte, las flores que te enseñamos a cultivar.

Nos estamos yendo Carolina y pronto tú llegarás aquí pero ya no nos vas a encontrar, vas a sentir el frío que le has enseñado a tus hijos, y te vas a acordar de nosotros, qué te costaba ponernos una vela; una, nada más…