Vecindades: inspiración de películas y canciones por décadas

Mochilazo en el tiempo

Las vecindades de la Ciudad de México durante las décadas de 1930 a 1980 fueron la vivienda ideal de muchas familias de variado estrato social, la mayoría humildes. En estos espacios la convivencia entre familias era muy común, los niños en los patios y las mujeres por lo regular en los lavaderos. Aquí las tradiciones como las posadas o fiestas se vivían de una forma distinta.
Han sido escenario de películas del cine nacional, de programas de televisión como El Chavo del 8, de historietas como La Familia Burrón y hasta han sido inspiración para nombres de agrupaciones como Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio.
Por ser espacios comunitarios, su estructura tenía como finalidad el esquema de la convivencia entre vecinos que tenían un patio central y al menos uno más destinado al área de los lavaderos.
De acuerdo con el texto “Vecindades en la Ciudad de México: la estética de habitar” de casa Lamm, estos espacios generaban “la unidad y creación de identidades conjuntas de sus habitantes en torno al espacio físico que responde a la condición social de sus individuos”. En este sentido, el patio cumplía con una función de convivencia donde se llevaban a cabo la mayoría de las actividades cotidianas, las posadas y otros festejos.
Además del patio central contaban con una escalera que conducía al nivel superior donde había largos pasillos, podían encontrarse uno o dos patios más destinados a los lavaderos. Cada vivienda tenía un número que se encontraba al lado izquierdo de la puerta. Al haber sido construidas desde siglos atrás, los materiales que se usaron fueron tezontle, ladrillo y grandes piedras.
El escritor y periodista mexicano Armando Ramírez ubica la mayoría de estas vecindades en barrios como Tepito, La Lagunilla, Mixcalco, San Miguel, San Antonio Abad, San Pablo, Santo Tomás, San Juan, Peralvillo y la Merced.
Además de las vecindades ubicadas en la calle de Mesones y República de Uruguay, algunas otras continúan vivas. Una de ellas se encuentra en el barrio de Tepito, en la calle Peralvillo número 15, que fue construida desde hace más de 300 años, es la más antigua de la ciudad, cuenta con 144 viviendas y a partir del año de 1981 está catalogada como patrimonio histórico y cultural por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La calle Manzanares, en la Merced, también resguarda una vecindad antigua que fue construida en el siglo XVI. Es un complejo construido por materiales como tezontle y ladrillo.
En la calle de Honduras sin número, de la colonia Centro, se encuentra otro de estos espacios que conserva los elementos fundamentales de las vecindades, que aunque desgastada, su permanencia es otro de los ejemplos del cariño que sus habitantes aún conservan por estos lugares.
De acuerdo con datos del INAH del año 2011, de los 2 mil 411 inmuebles catalogados como patrimonio histórico y cultural, el 20.5% corresponde a edificios plurifamiliares con usos comunes, los cuales son conocidos en la Ciudad de México como vecindades.
Las vecindades en el cine de la Época de Oro mexicana
El cine mexicano en su época de oro que abarcó de 1936 a 1957  retrató muchas de sus historias dentro de estas viviendas de amplios patios donde se ve a la gente jugar, platicar y festejar las tradiciones que fueron el reflejo una clase social.
Un ejemplo de ellas fue la película Nosotros los pobres (1948), dirigida por el cineasta Ismael Rodríguez y Pedro de Urdimalas y protagonizada por el actor Pedro Infante, una cinta que versa sobre la vida de un carpintero simpático, pobre, trabajador y honrado a quien se conocía como Pepe “El toro” que tiene una hija de nombre Viruta, interpretada por “Chachita”.
Fragmento de la película Casa de Vecindad, del año 1951. En esta cinta se aprecian diferentes perspectivas de una típica vecindad en la Ciudad de México.
La película describe la vida de los pobres de esa época. Tiene como escenario una vecindad. En una de las escenas, Viruta recuerda la supuesta muerte de su madre y en el patio de la vecindad, donde se ven los lavaderos, le dice a uno de los vecinos que se siente triste.
Distintas problemáticas están representadas en el patio central de esta película. Al fondo del cuadro de grabación se ve a mucha gente jugando, tomando o simplemente trabajando.
La película Casa de vecindad de 1951 exhibe la vida de los habitantes de la vecindad de la Ciudad de México, donde el dueño, don Clemente (David Silva), no es querido por los vecinos por ser incomprensivo con las rentas y muy tacaño.
En una de las secuencias de la película se ve a don Clemente salir de su tienda de abarrotes y entrar al patio central para cobrarle la renta a uno de los inquilinos, quien le suplica que le espere, pues en su trabajo hay huelga y no puede cobrar, tiene tres hijos y es viudo por lo que no puede pagar la renta, y al final le advierte que si no le paga lo va a sacar a patadas.
Fragmento de la película El Portero, del año 1949, donde se cuenta la vida diaria en una vecindad de la Ciudad de México.
Retorno al Quinto patio, también de 1951, es otra de las películas que permitieron ver la esencia de la forma de vida en estos espacios. Esta cinta da cuenta de la vida de una familia pobre que está a punto de ser desalojada de su casa debido a que no tienen los recursos para pagar la renta. Cantinflas no podría faltar dentro de una de ellas en El Portero y al inicio de Gran Hotel. Germán Valdés Tin Tan es uno de los principales en El Rey del Barrio y El Revoltoso. Fernando Soler en La casa del ogro.
Vecindades en desaparición
Desde su negocio de hojalatería y plomería, don Joaquín recuerda que el ambiente en la vecindad siempre fue muy bonito y tranquilo. “Le doy gracias a Dios, mi vida aquí ha sido muy buena. Cuando recién llegué a vivir, en la década de 1940, había un tranvía que iba desde Tlalpan a Xochimilco”, cuenta el hombre de 93 años.
Tanto el señor Joaquín como la señora Viviana recuerdan que una de las tradiciones más arraigadas en la vecindad eran las posadas.
“En diciembre se hacían posadas tradicionales, se cantaba la letanía, se compraban las piñatas, entre todos nos cooperábamos para el ponche, y comprábamos cohetes chinos, luces, según lo que juntábamos”, relata don Joaquín.
Esta es una tradición que se ha perdido con el tiempo. Don Joaquín recuerda que “antes la posada se hacía en forma muy honesta y todos convivíamos; hoy ya se perdió todo eso, ahora sólo hay baile, ya no se reza ni nada”.
Por su parte, doña Viviana rememora que antes había muchos niños en toda la vecindad y los vecinos se organizaban para hacer las posadas. “Las mamás de todos los chamaquitos se ponían de acuerdo para hacer y comprar diferentes cosas”, pero como ahora sólo hay tres familias que habitan la vecindad, ya no se hace nada.
“Las vecindades ya se están acabando”, dice don Joaquín y agrega que muchas vecindades fueron derrumbadas y otras se modernizaron.
Según la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, el proceso de rehabilitación comenzó en el año 2011, durante la administración de Marcelo Ebrard como jefe de gobierno de la ciudad. A través de ella también se anunció la restructuración y rehabilitación de más de 50 espacios en la zona centro que incluyó a la vecindad ubicada en la calle Manzanares número 25.
Además del temblor de 1985, el deterioro en el que muchas vecindades se encontraban llevó a que Protección Civil las considerara de alto riesgo debido a la falta de mantenimiento y a que, de acuerdo con los testimonios de la señora Viviana y don Joaquín, los dueños de estos inmuebles dejaran de invertir en ellos, pues tenían más propiedades.
En una nota publicado en junio de 2015 por este diario, la reportera Fanny Ruiz-Palacios reportó que en la delegación Cuauhtémoc se registraron 46 mil edificios, construidos antes de 1985, en riesgo de sufrir algún daño.
Entre los 50 mil y 60 mil inmuebles ubicados en el perímetro delegacional, estos 46 mil se hicieron hasta 200 y 300 años atrás, un dato que engloba las fechas de construcción de las vecindades.
Dichos inmuebles se encuentran en la zona centro de la demarcación en colonias como Centro, Roma, Guerrero, Juárez y Obrera debido a que históricamente la delegación fue el principal lugar de asentamiento de la época de los españoles.
EL UNIVERSAL solicitó una entrevista con el INAH para hablar sobre las vecindades en el Centro Histórico, la importancia histórica y antropológica de estos espacios; sin embargo, al cierre de esta edición no se obtuvo respuesta.
Las vecindades en la música
Acorde con el espíritu de las vecindades, la banda mexicana de ska, la Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio, tomaron el nombre de estos espacios con el objetivo de narrar las vivencias de una clase baja que enfrentaba diversas situaciones de la cotidianeidad.
En una entrevista a inicios de 1985, el vocalista Rolando Ortega, mejor conocido como “Roco” explicó que tomaron el nombre de Maldita Vecindad debido a que las vecindades son un concepto de “mexicanidad” con una imagen urbana.
“De repente lo que nosotros retomamos como mexicano es lo que nosotros vivimos: la calle las casa, las colonias, la vecindad es una imagen mexicana ya urbana”, refirió.
Mientras que la banda Los Hijos del Quinto Patio lo retomaron como un homenaje a Luis Arcaráz por la canción “Por vivir en quinto patio” y también “porque tenemos mucha mezcla de géneros de música popular mexicana queríamos ver que en el nombre se vislumbrara eso”, relató “Roco” a inicios de la trayectoria musical de la banda en 1985, en información del canal oficial de La Maldita Vecindad en youtube.
La canción “Por vivir en quinto patio” describe una relación de rechazo de un amor por no tener la solvencia económica que la otra persona quisiera y por vivir en una vecindad.
Por vivir en quinto patio
desprecias mis besos
un cariño verdadero
sin mentiras ni maldad.
El amor cuando es sincero
se encuentra lo mismo
en las torres de un castillo
que en mi humilde vecindad.
Otras canciones que hacen referencia a estas viviendas son Boda de Vecindad, Mi linda vecindad y Hogar dulce hogar de Salvador “Chava” Flores.
En la actualidad, la arquitectura moderna y sobrepoblación, características de las urbes, han limitado los espacios de vivienda de la ciudad, hoy los complejos habitacionales ya no están diseñados para la vida comunitaria.
Por todo esto y más, las pocas vecindades que aún quedan en pie en el centro de la capital tienen un valor especial, no sólo para quienes las habitaron y aún viven en ellas, pues representaron una forma de vida y de convivencia familiar en la ciudad durante varias décadas.
Texto: Karen Esquivel

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