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URIEL MORENO; EJEMPLO DE VOCACIÓN TORERA

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#ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO

  • “El Zapata” reapareció después de la grave cornada que sufrió el Puebla y lo ha hecho actuando en dos corridas el mismo día.

Estimados Amigos, como siempre con el gusto de saludarlos a través de estas páginas de Plaza Juárez. Como se recordará el pasado día 12 de febrero, en una corrida nocturna en la Puebla de los Ángeles, Uriel Moreno Macías “El Zapata”, fue herido de gravedad por “Príncipe”, un pajarraco de 560 kilos de la Dehesa Zacatecana de Santa Fe del Campo, propiedad de Juan Diego Gutiérrez Cortina, cuando el coleta tlaxcalteca salía de un par de banderillas el toro apretó echándole mano para inferirle una cornada grande en la ingle derecha, penetrante de vientre que le expuso el paquete intestinal, lesión que mantuvo en estado crítico al matador de Zapata, Tlaxcala, por varios días.

Si bien es cierto que dentro de lo aparatoso del percance y lo grande de la herida se temía lo peor para el torero, afortunadamente el pitón no lesionó órganos importantes, lo que permitió la evolución del pundonoroso diestro en relativamente poco tiempo.

Pues bien, el pasado Sábado Santo, 26 de Marzo, Uriel Moreno decidió reaparecer y lo hizo toreando dos festejos el mismo día, por la tarde en la Feria del Caballo del emblemático “Texcoco” y por la noche en la Plaza “Ranchero Aguilar” de la Capital Tlaxcalteca; alternando con el Rejoneador Emiliano Gamero y Antonio García “EL Chihuahua”, lidiando reses de El Vergel y con José Luís Angelino y Sergio Flores en la lidia de astados de De Haro, respectivamente.

Sin duda una hombrada la que ha realizado “El Zapata”, que aun mostrando disminuida su condición física no dudo en tomar nuevamente las banderillas para adornar el morrillo de los bureles que le tocaron en suerte en ambos festejos, aun cuando las cosas no rodaron lo bien que hubiera querido el aguerrido torero, al irse sin trofeos en Texcoco al topar con dos toros infumables, por la noche en Tlaxcala cortó una oreja de mucho mérito.

Nos congratulamos por “El Zapata”, torero consentido de la afición hidalguense, que le reconoce su valor, disposición, arte, pundonor, pero sobre todo su honradez torera, sin escatimar nunca la entrega con la que ejerce su tauromaquia.

Ya lo hemos comentado en este espacio, otras ocasiones, quienes han decidido dedicarse al toreo contemplan las cornadas como una posibilidad inherente a su quehacer profesional, incluso las asumen resignadamente, y en ocasiones con gusto, como pago a la fama y fortuna que dan los toros; la gran mayoría de los toreros (díganse becerristas, novilleros o matadores) al resultar heridos están dispuestos a retomar, inmediatamente después de superadas sus lesiones, los entrenamientos y volverse a enfrentar a los astados, de esto existen múltiples anécdotas, desde los primeros tiempos de la Fiesta Brava.

Sin embargo hay otras cornadas, las que “duelen”, las que hacen mella en el ánimo y el valor de los toreros, esas que dejan huella para siempre en el ánimo de los toreros. Cuando los toros infieren esas cornadas que parten las carnes o desgarran paquetes vasculares poniendo en riesgo la vida de los coletas, dejan secuelas que mellan el valor de los hombres de seda y oro, suelen volverse más cautos, huraños, espirituales, su toreo se vuelve “corto” sin apenas exponer tienden a buscar el toreo artístico y en ese afán se prodigan ante reses de buen estilo, pero en cuanto les sale un astado incómodo realizan faenas de aliño y se deshacen de ellos inmediatamente; si está en sus posibilidades condicionan sus actuaciones a determinada procedencia del ganado o a la imposición o exclusión de alternantes.

Así si un torero no tiene el suficiente temple de carácter para superar los traumas que ocasionan las cornadas graves, las que “duelen”, paulatinamente va perdiendo su sitio y cayendo en el olvido de empresas y aficionados, solamente unos pocos han logrado resurgir después de percances graves, sin embargo ya no vuelven a ser los mismos.

Cuando un diestro regresa de una cornada grave, se despierta el morbo de taurinos y aficionados por saber en qué condiciones volverá del “cate”, si el valor se le ha ido por el “bujero”, como dijeran los toreros antiguos, siempre existirá esa malsana especulación en torno a los estragos físicos y emocionales que sufren los diestros cuando son heridos de gravedad.

Uriel Moreno Macías “El Zapata”, la noche del 12 de febrero en Puebla vio y tuvo en las manos parte del paquete intestinal, supo que la cornada era grande y grave, pero también tuvo la certeza de que superaría ese trance, que no se dejaría morir, porque le faltan muchas tardes por torear; por eso, para convencerse de que su destino es seguir lidiando toros bravos, decidió probarse actuando en dos corridas el mismo día, para tener la certeza de que el valor no se le ha ido por “el bujero”.

Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO si Dios lo permite.