Uno de marihuana

Una golondrina no hace verano (se requieren cinco sentencias en el mismo sentido o una contradicción de tesis) y aún hay mucho camino por andar en eso de la legalización de la marihuana.

 

El principal componente activo de la marihuana es el Tetrahidrocannabinol (THC), sustancia que al entrar al cerebro de una persona, hace que ésta se sienta eufórica. Después de cierto tiempo la euforia pasa, dando lugar a sensaciones como depresión, ansiedad o temor. En ese sentido, la marihuana es como el futbol, deporte donde los espectadores pasan de una sensación a otra dependiendo del accionar de su equipo favorito, el devenir del juego y el resultado final.

El THC es un compuesto psicoactivo que actúa sobre el las regiones del cerebro vinculadas con el placer. Es decir, estimulan el cerebro para que liberen dopamina. La dopamina nos hace sentir bien y se produce de manera natural por el cerebro cuando realizamos actividades que nos resultan placenteras. Ejercicio, sexo y consumo de chocolate son excelentes medios para producir dopamina. Aunque también pueden causar adicción, hay bastante información sobre los más graves efectos nocivos del uso drogas (incluido el alcohol, cuyo consumo es legal).

En las ediciones más recientes de la Copa del Mundo en que ha participado, la selección mexicana de futbol se ha quedado en la orilla, sin poder lograr su pase al quinto partido (semifinales). Quién entre la fanaticada futbolera no recuerda la derrota ante Holanda. Justo un “mal viaje” entre la hierba… del terreno de juego.

Holanda es también país pionero en la legalización del consumo de drogas. Vigente desde 1976, existe una ley que permite coffee-shops en los que se podía consumir hasta cinco gramos de marihuana o hachís por persona. Recientemente (2013), sin embargo, se establecieron algunas restricciones, limitando el consumo a personas registradas, por ejemplo.

Aquí en México, en tanto, con una fumada ya estamos construyendo paraísos recreativos, sacando nuevamente a la palestra un debate tan interesante, como incómodo para diversos sectores. Una golondrina no hace verano (se requieren cinco sentencias en el mismo sentido o una contradicción de tesis) y aún hay mucho camino por andar en eso de la legalización de la marihuana. Quizá el impulso de un par de toques pueda ayudar, pero a la larga serán insuficientes para alcanzar tan ansiada meta para las personas que la consumen y están obligados a pagar un sobreprecio en el mercado ilegal.

Mientras en el sector salud se impone el criterio de prevención, en el hacendario deben estarse frotando las manos ante dicha perspectiva. De convertirse en un producto comerciable legalmente, en México se podría tasar a la marihuana con un impuesto similar al de la bebidas alcohólicas: 53 por ciento adicional al valor del producto, más IVA.

La sentencia de la Suprema Corte, por su parte, es para sembrar, producir y consumir marihuana sin fines de lucro. Existen desde luego grupos de interés a los que esto no conviene, pero imaginen el impulso a las “azoteas verdes”.

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