Una ventana, la felicidad que se veía a través de ella

Una ventana, la felicidad que se veía a través de ella

LAGUNA DE VOCES

Los recuerdos son la única vía para poder encontrar lo mejor de estas épocas de fin de año. Si se tiene suerte, solo se traerán al presente los buenos y agradables, aunque con bastante regularidad, sucede que de repente nos saltan a la cara los más indeseados, los que habíamos escondido entre bolsas con luces para adornar el árbol, y moños viejos llenos de tierra. Estábamos seguros que nunca los volveríamos a tener presentes, pero ahí están, fieles testimonios de la tristeza, la terrible melancolía que nos asaltaba en esos años, que estuvimos a punto de acabar con toda la fantasía que desde niños fincamos alrededor de la Navidad.

Remedio lamentable fue arrumbar todo, absolutamente todo, para no ser presa del contagio de aquellos tiempos, cuando quedábamos encantados con la imagen vista en una caricatura, y es una ventana que deja ver el interior de una casa pequeña, pero dispuesta para el festejo de estos días, con una chimenea, una sala que la mira de frente y un árbol al lado izquierdo con luces, muchas luces. Hasta ahora que vino a la memoria, siempre era el espectador, el que ansiaba que en un día no lejano, pudiera sentarse en esos sillones cómodos, tomar una bebida caliente y estar feliz en unión con la familia, es decir papá, mamá y mis hermanos.

Nunca miraba como posible ese sueño, solo sabía que con tener la esperanza era suficiente, y que esa ventana por la que se sentía la felicidad, el calor de hogar, era suficiente, más que suficiente.

Así que ahora descubro que no se trataba de un recuerdo indeseado, sino temido, porque la realidad es así, y la vocación por otorgar magia a todo lo que se me cruzara en el camino, terminó por imposibilitarme la capacidad de distinguir lo real de lo que no es.

Cada año se aprenden cosas. Este, estoy seguro, que será la tarea de enseñar a mis hijos, a mis nietos, a cada una de las personas que me aman y amo, lo valioso que resultan los recuerdos, la memoria, y que todo es asunto de parar la marcha un rato, para volver a repasar con serenidad cada capítulo que por alguna razón nos oprime el pecho, anega los ojos, y a veces lleva a tomar la decisión de querer olvidar todo.

No debe ser así.

Porque además nadie es feliz de manera permanente, y los espacios que creímos un drama absoluto, no son así. Descubrimos que desear con tanta ternura como cuando se es niño, una sala de frente a una chimenea, un árbol de luces y un sentimiento de felicidad que anticipábamos, después de todo nos permitió crear el primer borrador de lo que pensamos eran estas fechas.

Solo era un niño que se asomaba a la ventana de la vida, y que desde entonces se quedó con la Nochebuena y la Navidad, como las fechas vitales para poder aceptar que la vida es un constante ejercicio de creación, de recuperar las imágenes de la niñez, los sabores de la alegría y también de la tristeza.

Esa casita, hoy lo comprendo, sí existe, ha existido siempre, y visitarla es el primer paso para aceptar que, después de todo, el viaje que un día me llevó a esa ventana de una casita en un lugar indescifrable, ha sido único y maravilloso en todos sentidos.

Así que esta Nochebuena tendrá que ser la confirmación de que cada lugar soñado en la niñez, existe con más fuerza cuando uno crece, se hace grande y por fin comprende muchas cosas, entre ellas, la vida misma.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta

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