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Una sombrilla

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RELATOS DE VIDA

Todos los días es la misma rutina, una que esconde bajo una sombrilla, una en la que la felicidad debe ser una prioridad, pero no para ella, sino para cada una de las personas que conoce durante la mañana.
Su quehacer es levantarse temprano, asearse y arreglarse; este amerita tacones altos, pantalones de mezclilla ajustados, casi embarrados; una blusa con un escote provocador, bien peinadita, pintadita y perfumados; el toque final una sombrilla que la proteja.
Avanza entre el sendero de terracería hasta encontrar un pedazo de terreno en el que pueda pararse; una vez localizado se acomoda y coloca nuevamente su sombrilla; la única compañía que no la abandona.
Ya pasaron más de tres horas, y se mantiene de pie, firme; aunque el cansancio y el hartazgo de su actividad se dibujan en cada línea de su cara; en la entrecejo donde se enfatiza su enojo y en las fisuras de los labios, que apuntan hacia abajo en señal de tristeza y agonía.
Mientras sigue esperando piensa en lo que hubiera sido de su vida, si hace algunos años no se hubiera salido de casa de sus padres en venganza por impedirle asistir a una fiesta; si tan solo hubiera sacado su coraje dibujando, pintando, escuchando música o incluso bailando al interior de su habitación.
Pero no, decidió salir de un hogar que la cuidaba y protegía por una libertad que ni siquiera sabía ejercer con responsabilidad; situación que otros aprovecharon para obtener un beneficio económico.
Tal vez ahora estaría a punto de concluir la universidad; tuviera un novio; estaría buscando opciones de empleo y viviría con dignidad; no en un cuartucho compartido – balbuceaba en tanto abrazaba el mango de la sombrilla que también guardaba sus pensamientos.
Las ideas, sueños e ilusiones truncado siguieron pasando por su mente, mientras observaba la punta de sus zapatillas, la tierra, piedras y los pequeños arbustos a su alrededor, cuando un par de zapatos se colocaron junto frente a los suyos.
Levantó la cara lentamente, casi con miedo, se trataba de un señor de aproximadamente 40 años, robusto, poco cabello y chimuelo; no quiso dar otro vistazo así que solo se concentró en observarlo fijamente hasta que el hombre dijo – quiero el servicio completo.
Cómo dicta el protocolo, la mujer caminó hacia un hotel de paso ubicado a unos cuantos metros,  el señor la seguía ansioso en tanto no dejaba de ver el movimiento de sus caderas y ella se aferraba a su sombrilla; para introducirse en el primer cuarto.
Una hora después, la silueta de la joven se observaba caminar entre un sendero de terracería,  escogió un lugar, se acomodó y abrió nuevamente una sombrilla.