Una sociedad sin humanidad

HOMO POLITICUS

Sí de pobreza se trata, las cifras van y vienen, son espeluznantes, pero lo verdaderamente espelúznate es la realidad que encierran, donde los hombres no tienen esperanza.


Tanto nos hemos esforzado para llegar al siglo de la ciencia y más nos hemos alejado de la humanización de la realidad.

 

La pobreza, el hambre, la desigualdad, la intolerancia, el racismo, la crueldad, la corrupción, la deshonestidad, en fin, los males concebidos por la quimera del oro, por la fiebre y opresión de la sociedad del consumo cuya cara es lo superfluo de las conductas, donde nada interesa sino tiene un precio, esta parece ser la encrucijada civilizatoria.

 

Los duendes de la esclavitud laboral, aquellos que crean contratos opresivos, descarnados y proclives a un neoesclavismo sin límites, donde no existen contratos perenes, donde te echan a la calle cuando al patrón le place aludiendo al outsoursing, de todos modos eres insignificante y no hay límites para la maldad.

 

Sí de pobreza se trata, las cifras van y vienen, son espeluznantes, pero lo verdaderamente espelúznate es la realidad que encierran, donde los hombres no tienen esperanza, allí no hay libertad ni igualdad, allí no hay planes a futuro, tarjeta de crédito o cuenta en el banco; lo que se aprecia es desesperanza y humillación, una vista oscurecida donde tener un trabajo mal pagado es un privilegio y donde llevarse un pan a la boca, un lujo. Allí, desde la pobreza como forma de control social y político, allí donde la pobreza es la negación de los derechos humanos, no hay hombres sino, seres infrahumanos.

 

La mentira de la mentira, es el circo político, espacio de risas y payasos, contubernio del contrato social desde los mecanismos de control y uso del erario, desde allí el pueblo no ve el porvenir, no podrá verlo nunca, ello, porque no se trata de votar, esta es una dinámica que empodera, claro, no al pueblo. Desde allí, las más de las veces, se edifican frases demagógicas, se vulnera al que no tiene voz y empodera al que tiene la riqueza, desde allí.

 

Atrás queda el consuelo de la religión, quizá solo en el credo, en la proximidad al creador, pero en la desolación de la proximidad de los mercaderes que se enriquecen en su nombre, que crean la distancia de la distancia, aquella donde la fe es prostituida. Allí, se juega al engaño, se disfrazan las intenciones de dominio y sometimiento, se deja el alma como se dejan las cosas horrendas que hemos hecho, aquellas que entrañan maldad.

 

El inicio del fin. Allí donde el anthropos se convirtió en el canis lupus del anthropos.

 

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