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Una muerte nunca es absurda

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Sobre las cuatro de la tarde del lunes pasado, Carlos Perry llamó al móvil de su padre y le contestó una voz extraña que no reconoció.

Desde el otro lado de la línea hablaba un policía y le sugirió que se acercara a la comisaría de Leganés. Carlos dedujo que habían detenido a su papá.
La tía Fany Judith se hizo cargo del asunto. Rezongona, fue hasta la comisaría pensando que le tocaba sacar de un apuro a su hermano pequeño. Al llegar la policía le dijo que su hermano había sufrido un accidente. Y que, como consecuencia del mismo, había muerto. ¿Cómo había ocurrido? No era fácil de explicar.
La noche anterior, de madrugada, la policía local de Leganés lo encontró atrapado en una alcantarilla, boca abajo. Los agentes que patrullaban por el norte de esa ciudad vieron unas piernas que sobresalían junto a un bordillo, como si hubieran plantado a un hombre en el asfalto.
Carlos Perry, de 54 años, murió cuando trataba de recuperar las llaves que se le habían caído a la alcantarilla.
Después de sacar su cadáver del sumidero, la policía las recuperó del fondo con la ayuda de un imán. Le devolvió a su hermana todo lo que llevaba encima: dos móviles, 15 cupones de la ONCE, un Euromillón y 308 euros que guardaba en un doble fondo de la billetera.