“Escribir es un momento.
Publicar es una historia”.
PGH.
Antes que nada, la invitación: el miércoles 9 de diciembre de este 2015, a las 17:30 horas en el Auditorio Benito Juárez del Tribunal Superior de Justicia, se presentará un nuevo libro de mi autoría bajo el título Reflexiones de un Magistrado. Contiene algunos artículos, elegidos entre los que el Diario Plaza Juárez publicó durante el periodo 2012 – 2015. Como podrá entenderse, un padre no puede favorecer a algunos de sus hijos en perjuicio de otros. Así, salomónicamente, delegué la responsabilidad de la selección, en mi amigo el joven Maestro Oziel Serrano, autor del prólogo y comentarista de lujo, junto con el Magistrado Raúl Arroyo (Hombre de leyes. Hombre de ley) bajo la moderación del Maestro Juan Manuel Menes Llaguno, quien tomó la decisión de publicar los textos dentro de la Colección Palas Atenea, que auspicia el Poder Judicial, hoy, bajo su digna representación.
Aunque es de lógica elemental, que las cosas deben comenzar por el principio, este compendio constituye una excepción a la regla. Me explico: un primer volumen, se encuentra en paciente espera, desde hace varios años, por obra y gracia del respetado comunicador Javier Peralta y su grupo de colaboradores. Amenazamos con darlo a luz próximamente, bajo el título de la columna que le dio origen: “Familia Política”.
Alguna vez, un “amigo” y compadre, que también es “periodista”, dejó trascender lo que su instinto le dicta y sus limitaciones le impiden. Aseveró que soy autor de libros sexenales; esto es, que publico en momentos de transición política en el Estado, para llamar la atención y participar en el reparto del pastel. Al respecto reitero: mis lealtades, institucionales y personales, están claramente definidas; mis aspiraciones en ese terreno, se encuentran más allá del bien y del mal. Escribo por necesidad casi fisiológica, por íntimo compromiso, por disciplina personal y por deber ético.
Decía mi amigo, el periodista Alberto Witvrun que releer lo que uno escribe constituye un acto supremo de masoquismo: es cierto, sin embargo, de todo hay en la viña de El Señor. Algunas relecturas se hacen con satisfacción, otras con cierta pena. Es el riesgo de publicar y, ante lo escrito no queda otra que asumir las consecuencias: ¡Ya lo dije y ni modo! C’ est la vie.
No puedo asegurarlo, pero creo que fue Gabriel García Márquez quien afirmó “Los cinco primeros libros de un autor son, necesariamente autobiográficos”. Coincido, aunque creo que se queda corto. Durante toda la vida, en todo acto de comunicación el “Yo” se trasluce, se adivina, se filtra… En toda obra literaria, por modesta o mediocre que sea, siempre se dibuja el perfil de quien la escribió. Es el estilo, es el hombre.
Para quien no es periodista, es difícil escribir en periódicos. Dejo a los profesionales la tarea de buscar, descubrir y comunicar la noticia; mi tarea es otra. Decía Ikram Antaki que si el dueño de una casa encuentra a una serpiente enredada en la cerradura de su puerta, sería noticia; en cambio, si la cerradura se viera enredada en la serpiente, sería motivo de análisis metafísico. Así, desde el momento de concebir un tema, se piensa en su destino. Algunos tienen oportuna y corta vigencia, otros se dictan para perdurar y son, relativamente intemporales. Toda reflexión, genera opiniones (no verdades); juicios, algunos de valor, que trascienden las manifestaciones objetivas de un fenómeno, para ubicarse en el campo del “deber ser”, del bien y el mal.
Todo servidor público, antes de exteriorizar un discernimiento, lo admita o no, analiza lo que, se ha dado en connotar como “lo políticamente correcto”. Por ejemplo, al hablar del poder desde el poder, se corre el riesgo de molestar al poderoso; de caer en la indignidad del elogio fácil, de “dar patadas al pesebre”, de ejercer chantaje, de golpear con la izquierda y cobrar con la derecha o viceversa, de molestar, con intención o sin ella, a terceros o de enviar mensajes que llegan al destinatario equivocado, más aún, cuando, como en mi caso, se evita la mención de nombres propios en la medida de lo posible. En estos escenarios, es utópico cosechar aplausos unánimes.
Las letras de imprenta, para bien o para mal, trascienden a la vida de su autor. Una fructífera existencia, de ética intachable y probada rectitud puede perder su buena fama por un momento de debilidad; por una frase desafortunada, por la interpretación de fotografías y otras imágenes fuera de contexto… Escribir es caminar en la cuerda floja, sin red protectora. En este sentido, siempre estará vigente el espíritu crítico, la chispa de Sor Juana Inés de la Cruz:
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Son, en números redondos, ochenta artículos, ochenta reflexiones, ochenta juicios, algunos de valor… Si a alguien halagué u ofendí, merecidamente o no, juro que no me movió interés bastardo alguno. Evito decir en público lo que no pueda sostener en privado. Lo dicho, escrito está.
Los espero el miércoles 9.
Diciembre, 2015.