UNA HISTORIA DE NAVIDAD: JUAN JOSÉ SE FUE A LA GUERRA.

  • Juan José se hizo policía municipal por esas cosas de la vida que no dejan elección… 

El aire como una daga afilada le golpeó el rostro, con dificultad se aseguró con ambas manos dejando el viejo fusil tirado, y una vez más sintió miedo, sintió ese calambre suave que le recorre todo el cuerpo, las rodillas le temblaron, pero como era de noche nadie se dio cuenta. La camioneta de la policía municipal chillaba con estruendo mientras arremetía por las calles del centro de la ciudad. 

Juan José se hizo policía municipal por esas cosas de la vida que no dejan elección; bien hubiera querido ser jefe de alguna oficina o despacho, pero cuando le pidieron sus papeles de estudio, y solo un documento arrugado de primaria presentó, cayó en la cuenta que un fusil y un uniforme azul serían sus compañeros de trabajo. Se aseguró de hacer notar que el miedo nunca ha existido en sus pensamientos, y que desde el kinder fue el más efectivo para los golpes, es más, les dijo con aire resuelto que en eso de los descontones a quemarropa era de los pocos que quedaban. En realidad, hasta ahora su trabajo ha sido diríase tranquilo, las veces que ha tenido que ejercer su poder ha sido junto con los compañeros, pero esta noche, esta fría noche de diciembre el destino le tenía preparada una sorpresa.

Una tienda de autoservicio estaba siendo asaltada y parecía que los ladrones se habían quedado atrapados en el negocio. Juan José tenía urgencia por llegar a casa, el pollo asado ya estaba listo y su niño Juanito le pidió que no llegara tarde. Como una película de acción de detectives gringos, repasó en su mente la técnica que usaría, la forma como sometería a los malhechores, y hasta pidió a Dios que ojalá cuando llegaran ya se hubieran escapado. Cada vez más la unidad aumentaba su velocidad y el ruido de una sirena incesante le taladró los oídos, y como presintiendo algo dejó escapar sus recuerdos, sus dolores que no podía separar de su cuerpo.

Juanito tiene 11 años y es su hijo mayor, desde que le dijeron que tenía una enfermedad en la sangre ha buscado trabajos donde le puedan dar ayuda para su hijo, ahora el solo hecho de saber que con este trabajo por fin a su niño se le realizará un trasplante de médula ósea, y le dicen que puede curar su leucemia, se ha entusiasmado y a veces hasta se siente orgulloso con ser policía. Procura ser el primero siempre en llegar a la citas, el que busca lo asignen a misiones difíciles porque cree que con eso se granjea más ayuda para Juanito; como cuando tuvo que desalojar los vendedores ambulantes y entre ellos se encontró a su prima, o como cuando le dijeron que formaría parte de la seguridad del gobernador de visita, y todo presumido creyendo que estaría a su lado, no solo arregló mejor su uniforme, y limpió sus zapatos, sino que hasta le pidió a su hermano que fuera con su celular para plasmar para la historia ese momento. Solo le asignaron cuidara una camioneta de lujo donde venían sus secretarios, al gobernador nunca la vio, y eso que era el encargado de su seguridad, Así le dijeron.

Sabe que el sueldo es poco, pero que gracias a él pueden darle tratamiento a su hijo. Suele cuidar el parque público, las entradas de las escuelas, y en realidad nunca había tenido una misión tan fuerte como la de esta noche de navidad. Cuando estaba a punto de brincar de la camioneta se dio cuenta que su fusil viejo no llevaba balas, en realidad nunca las ha tenido porque dice su comandante que puede ser peligroso puesto que no saben usar las armas, y mientras corre para la tienda, y la gente le azuza que aún están adentro, se da cuenta que el fusil y un palo de juguete son lo mismo. 

Por una puerta trasera junto con su pareja entran con sigilo, todo está tirado, y claro escucha ruidos de pasos que corren, de movimientos de armas, y hoy como nunca siente la muerte cerca. Los malditos radios que recién les dieron no sirven, o la verdad no los saben usar, y aunque insiste en el ya conocido “aquí 25, tenemos un 11 en proceso” solo escuchan la voz de la secretaria que les replica que hablen más fuerte, o que les cambien las pilas a sus radios. Finalmente están solos, y no saben cuántos facinerosos son, con pasos cautelosos, tal como lo ha visto en la tele Juan José se acerca a las cajas registradoras de la tienda, intenta recordar lo más que puede todo lo que ha visto en la tele, de cómo los policías acercan sus armas al pecho y de un brinco están ya rodeando a los malos, él sabe que siempre al final ganan los buenos, pero ahora la verdad tiene mucho, mucho miedo. 

Su pareja se acerca acomedido y le dice que le cuidará la retaguardia, es decir que mejor lo espera afuera. En pocos instantes que parecen horas, en una forma inoportuna al pasar por los juguetes una autopista eléctrica lo saca de su muy serena concentración, los cochecitos de colores vivos le achispan sus ojos, ¡pero si es tal como la quiere mi Juanito ¡y casi como en un acto de escape de los grandes magos, se acerca al juguete dejando su viejo fusil recargado en una esquina!

Juan José se encuentra en otra dimensión, en el fondo él siempre quiso jugar con una autopista eléctrica, y ahora no solo tiene una gran oportunidad, sino que seguramente nadie lo va a interrumpir. Se decide por el carro verde, y cual gran piloto de carreras empieza dar vueltas con el control remoto en la mano, le fascina la velocidad. Tarde se da cuenta cuando dos hombres espigados, con pasamontañas que le recuerdan a un olvidado guerrillero del país, están a su lado. Ambos llevan pistolas que con la luz a medias de una gran tienda dejan escapar un brillo como de un arbolito de navidad. Juan José piensa en su niño, en la cita que posiblemente ya no cumpla, y sobre todo hasta llegar a pensar que si lo matan a lo mejor ya no van a querer pagar el tratamiento médico, eso es lo que más le apesadumbra. Pasan grandes instantes y ninguno habla, ve con temor que su viejo fusil parece también asustado.

Un ruido estruendoso parece hacer pedazos a la tienda, luces y movimientos de repente a Juan José le recuerdan los caballitos de las ferias, y como salidos de la tierra decenas de policías hacen su aparición por todos los pasillos, los delincuentes intentan correr, y como por un reflejo de miedo y de sorpresa, toma su fusil viejo y apuntando les grita que suelten las armas. Juan José los tiene a buen recaudo.

De esta forma y sin saberlo Juan José tuvo una guerra.

No fue necesario pedir al dueño de la tienda la autopista, el jefe de la policía decidió enviarla como un presente de su corporación a Juanito, y aunque ya fue después de la media noche, Juan José llegó a su casa, comieron pollo asado, y mientras cantaban al niño Dios que llegaba, pidió a Dios otro milagro, la cura definitiva DE SU NIÑO.

Nota: Juanito existe, y Juan José es un policía olvidado, pero como la navidad siempre abre los buenos corazones, ahora mismo todos en su corporación luchan por conseguir el dinero para el trasplante de médula ósea que requiere Juanito, el hijo de un policía que se va a la guerra.

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