Home Nuestra Palabra Miguel Rosales Una enfermedad llamada “esquesofrenia”…

Una enfermedad llamada “esquesofrenia”…

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Una enfermedad llamada “esquesofrenia”…

Pido la palabra 

Reza un refrán popular que desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los tontos; claro, el decir popular utiliza otro concepto más acertado, pero es obvio que, por respeto a la buena palabra, no me atrevo a usar el término por todos nosotros conocido y por muchos ordinariamente socorrido; sin embargo, es de reconocer que en esta época que nos tocó vivir, con regular frecuencia utilizamos cualquier pretexto que se nos venga a la mente con tal de justificar nuestra ineptitud e irresponsabilidad.

Nos hemos vuelto esquesofrénicos; no, no me equivoqué, ya se que hay una palabra que se le parece mucho, pero esta se escribe “esquizofrénico”, pero desde luego que no me refiero a ella; la palabra que mejor acomoda al tema de este día es: “esquesofrenia”; porque esa es la enfermedad que padecemos todos aquellos que siempre tenemos un pretexto a nuestra ineficiencia, pues invariablemente será mejor echarle la culpa de nuestra torpeza a alguna circunstancia que desde nuestro punto de vista puede ayudarnos a solventar y salir de aprieto en que nos metimos, antes que reconocer que somos el resultado de nuestra irresponsabilidad.

Fijemos por un momento nuestra atención a todo lo que sucede a nuestro alrededor y estoy seguro que podremos notar un común denominador en cada una de las acciones de nuestros congéneres, y claro, después ese mismo ejercicio hagámoslo en nosotros mismos y nos daremos cuenta que el citado factor semejante es el “inefable pretexto”, para todo hay una salida, un “es que”.

Si el estudiante llegó tarde a la Universidad, tengan por seguro que él nunca tendrá la culpa, lo que pasa “es que” había un accidente en la carretera y su transporte no podía pasar; que el pago de las horas extras no nos llegó tal y como lo esperábamos en esta quincena, es indudable que el pagador de la empresa nos dirá que no es su culpa,  “es que” el reporte de nómina se quedó en espera de la firma autorizada del gerente, y éste a su vez argumentará que “es que” tuvo que salir a una junta y ya no tuvo tiempo de revisar  la documentación; el “es que” por aquí, y el “es que” por allá, el “es que” por todos lados ya nos ha producido “esquesofrenia”.

Y ante la presencia de tantos “es que´s”, todos ellos contundentes y aplastantes en sus argumentaciones, nos hemos convertido en la generación del pretexto; la mayoría no caminamos en busca del éxito, sino en la forma de justificar el fracaso; se nos ha olvidado que en todas nuestras acciones debemos poner ese adicional, ese valor agregado tan indispensable en el esfuerzo cotidiano y que le da sentido y satisfacción al resultado obtenido; muchos nos dejamos llevar por las circunstancias y no nos hemos dado cuenta que las circunstancias las debemos crear nosotros mismos, y si no se dan las cosas como esperábamos, entonces debemos aprender del fracaso y seguir adelante.

La gran mayoría nos quedamos en el fracaso y de inmediato tratamos –ahí sí con toda eficiencia- de encontrar a algo o a alguien a quien echarle la culpa; somos certeros y agudos al precisar las causas del por qué no se pudo, y nos olvidamos de tomar las medidas adecuadas para que el error no se haga costumbre, por desgracia en eso sí somos consistentes, pues al explicar el pretexto y ver que tuvo buen efecto, ya no volvemos a tocar el tema sino hasta que se presenta otro error solo explicable por nuestra irresponsabilidad y falta de previsión en nuestras obligaciones, pero eso no importa, ya encontraremos un nuevo pretexto o un “es que” con el cual salvaremos nuestra ineficiencia.

La verdadera razón de tanta “esquesofrenia” podremos encontrarla casi siempre detrás de la flojera, de la ineptitud, de la irresponsabilidad, de la apatía, aunque esta última también la disfrazamos con el “¡Ups se me olvido!”, o simplemente “es que se me olvidó”; no tomamos en cuenta que quien se escuda tras el “olvido” en realidad está demostrando un total desinterés en aquello que tenía la responsabilidad de atender, y con su justificación del “es que”, en realidad comete un doble error, engañar a los demás y engañarse a sí mismo; no hay peor tonto que aquel que se autoengaña.

La única vacuna contra la “esquesofrenia” es la actitud honesta y vertical de cada uno de nosotros, rectitud de ánimo, probidad en nuestras acciones, y solo de esa manera lograremos erradicar esa terrible enfermedad cuyas graves consecuencias han ocasionado que, en lugar de buscar soluciones, por lo general buscamos culpables.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.