Un tribunal Russell para Donald Trump

CONCIENCIA CIUDADANA
    •    Donald Trump, como los presidentes Johnson y Nixon –condenados por genocidio por el Tribunal Russell-, intenta convencer a su pueblo de que los migrantes son el nuevo enemigo a vencer


Cuando la guerra en Vietnam alcanzó su máxima violencia, allá en los años sesenta del siglo XX, la sociedad norteamericana empezó a cobrar conciencia de la ilegal e injusta intervención de su gobierno en la lejana Indochina; surgiendo una reacción sorprendente entre los más destacados intelectuales, artistas, científicos y humanistas de occidente, coincidentes en rechazar el intento de EU por sofocar la lucha del pequeño país de oriente por su libertad.
    Y es que la sociedad norteamericana había tomado conciencia de la naturaleza verdadera de sus gobiernos y su traición a la tradición democrática estadounidense; levantándose en olas de indignación y activismo social que paralizaron momentáneamente el guerrerismo de la Casa Blanca, obligando a sus inquilinos a sentarse a pactar la paz con Vietnam. En ese extraordinario esfuerzo social, figuró entre otros, el matemático y filósofo británico Bertrand Russell, quien logró reunir a los intelectuales más reconocidos de Estados Unidos y Europa en un tribunal de conciencia que, tras numerosas investigaciones y debates, declaró la ilegitimidad de la intervención norteamericana y sus aliados en Vietnam, así como el genocidio ejecutado sobre su población civil, el uso de armas y sustancias químicos prohibidas por las leyes internacionales, y el pleno derecho de los pueblos a rebelarse contra la agresión sufrida por el imperialismo norteamericano.
Medio siglo después, aprovechándose del aletargamiento causado por la ideología neoliberal; las sociedades occidentales son azuzadas nuevamente por sus gobernantes conservadores contra los migrantes, esos seres humanos que por circunstancias sociales, políticas o económicas son arrojados hacia los centros del desarrollo económico buscando garantizar su supervivencia y bienestar y la de sus familias, imposibles de obtener de quedarse en sus lugares de origen.
Donald Trump, como los presidentes Johnson y Nixon –condenados por genocidio por el Tribunal Russell-, intenta convencer a su pueblo y al mundo entero de que los migrantes son  el nuevo enemigo a vencer por Norteamérica en su mítica lucha contra el mal, como antes fueron los “comunistas” y después los “terroristas”; distorsionando el sentido de las palabras y tergiversando la realidad haciendo pasar a las víctimas por victimarios y a éstos por víctimas; presionando, además, a otros países del mundo a unirse en su nueva cruzada contra quienes han escogido como su actual enemigo a vencer.
Desafortunadamente, Trump (quien no solo da signos de padecer algún tipo de enfermedad mental, sino que evidentemente es un enfermo moral),  tiene casi todas a favor en  su demente cruzada contra los migrantes, pues la ideología neoliberal sigue prevaleciendo entre la mayoría de los gobiernos del planeta, impidiendo a sus sociedades tomar consciencia de la relación existente entre la inmensa pobreza que obliga a los pueblos a migrar, y la enorme riqueza acumulada en unas cuantas naciones y elites, incapaces de aceptar un acuerdo mundial que traslade masivamente recursos económicos, técnicos y científicos de las metrópolis a los países cuya explotación y expoliación son  el origen de sus riquezas.
Sin embargo, el malestar social en los Estados Unidos y Europa va configurando un escenario de incalculables consecuencias, en virtud de que cada vez menos de sus habitantes parecen dispuestos a legitimar a sus gobiernos mediante los juegos electorales que mantienen a la derecha en el poder lo mismo en Estados Unidos que Francia, Inglaterra o Alemania.
En este contexto -a pesar de que nos parezca lejano o inverosímil-, México puede convertirse en el prolegómeno de esa revolución mundial, gracias a la reciente apuesta de sus electores por el cambio. No obstante, hace falta una respuesta planetaria más potente surgida en el campo de la cultural que, como la de Russell en los años sesenta, sea capaz de movilizar a las mejores inteligencias del planeta contra el genocida Trump y quienes lo siguen en su actitud criminal contra los migrantes; aunque resulte difícil encontrar a la gente de la talla y el valor de aquellos que acompañaron al matemático y filósofo inglés en su denuncia.
Por lo pronto, para empezar, los activistas sociales, los intelectuales y académicos y periodistas independientes – la conciencia ciudadana de nuestra sociedad-,   tienen el deber de denunciar en sus respectivos campos de acción al fascista Donald Trump y los gobiernos que siguen su ejemplo, como culpables de crímenes de lesa humanidad en espera de recibir la condena y el castigo que merecen.   
 Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS, YA.

Related posts