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Un texto de Benvenuto Cellini

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LECCIÓN

Tenía yo la edad de cinco años más o menos, estaba mi padre en un cuarto de nuestra casa donde se había hecho colada y ardía un buen fuego de encina. Juan, con la viola en el brazo, tocaba y cantaba sólo a la vera de la chimenea. Hacía mucho frío. Al poner la vista en el fuego, mi padre advirtió en medio de las llamas un animalillo como una lagartija que se regocijaba entre las más vivas brasas. Cuando se dio cuenta de lo que era nos llamó a mi hermano y a mí, y mostrándonosla, a mí me dio una fuerte bofetada por lo que me puse a llorar muy lastimeramente. El, callándome con mucho cariño, me dijo así: “Querido hijo mío, no te he pegado porque hayas hecho nada malo, sino solamente para que te acuerdes que esa lagartija que has visto en el fuego es una salamandra”.