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Un poco de tiempo

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RELATOS DE VIDA

-Hola hija, el sábado voy a tu casa, quiero llevar a los niños al cine. ¿Tienen algo qué hacer? – decía el mensaje de texto recibido por Luisa, hija de Don Carlos, autor del escrito y mamá de Fernando y María.
-Hola pa, hasta el momento no tenemos ningún compromiso, nos dará mucho gusto verte – respondió con cierto grado de sorpresa.
-Muy bien entonces nos vemos por allá, llego como a las 5 de la tarde, te escribo para ponernos de acuerdo, mientras ¿podrías checar la cartelera? – Sugirió Don Carlos – Claro pa, yo lo veo y te mando un mensaje con toda la información – respondió Luisa.
Para ella, era muy extraña la invitación de su papá, las visitas y los planes para salir juntos, desde el nacimiento de sus pequeños fueron nulas, sin embargo, estaba emocionada que por fin pudieran pasar un tiempo juntos.
El día llegó, se vieron en el cine, la película que verían era de caricaturas, entraron gustosos y los niños emocionados, para ellos también resultaba extraño, se sentaron junto a su abuelo y se mostraron muy cariñosos.
Después de hora y media de proyección, salieron y decidieron cenar, los niños eligieron un puesto de tacos, mientras comían platicaron al abuelo de la escuela, sus actividades extraescolares y aprovecharon también para acusar a su mamá de los regaños excesivos.
Terminaron de comer y se fueron a casa, Don Carlos se ofreció para contarles un cuento y acostarlos; una vez dormidos les dio un beso en la frente y les dijo al oído “los amo demasiado”.
Una vez cumplido el objetivo, se despidió de Luisa quien le preguntó la razón de su cambio – Recibí una tarjeta con un mensaje que me hizo mucho ruido, porque tiene razón, nunca he pasado tiempo con ellos, tal vez por el trabajo, pero no me he dado la oportunidad y quiero aprovecharlos lo más que pueda – contestó el abuelo.
-¿Cuál tarjeta? ¿De quién? – Preguntó nuevamente la hija -. En Navidad, junto con mi regalo, María me dio una tarjeta y ahí me ponía que me deseaba lo mejor del mundo, que me amaban pero querían que pasara más tiempo con ellos, además de ponerme que ya no fuera tan gruñón – contestó.
Agregó –: de hecho, la tarjeta la traigo desde entonces conmigo –. La sacó del bolsillo de su camisa y se la mostró, Luisa la leyó detenidamente y sonrió mostrando lágrimas en su rostro – Ese mensaje me pegó mucho, tienen toda la razón, así que estas visitas seguirán continuas, no quiero que olviden que los amo.