Un Infierno Bonito

“EL GENERAL”

Trabajábamos en la mina de San Juan, donde todos piden pan y no le dan,  todos los sábados nos reuníamos en la cantina del “Relámpago” a chupar como recién nacidos, un día, de momento se abrieron las persianas de par en par se asomo un señor grande de edad, con su sombrero ancho como de charro, estaba chimuelo, era chaparro, vestía una chaqueta de militar, y tenía cara de changuito, señalando a todos los que estábamos nos dijo.

    •    Sépase que no hubo ni habrá, un hombre tan valiente y chingón como mi general Felipe Ángeles, como Villa, y como mi general Zapata. Vivan mis generales, y chingue a su madre el que diga que no.

Todo el barrio de “La Palma” lo conocía, era un pinche viejo loco, le decíamos “el General” porque se contaba que de jovencito fue minero, y en el tiempo de la revolución se lo llevaron de leva, era muy borrachito y cuando tomaba recordaba cuando anduvo entre las bolas de Pancho Villa,  lo llame.
    •    Mi general vengase con nosotros.

Se acercó a paso lento, levantándose el sombrero de la parte de adelante con el dorso de la mano dijo.
    •    Que chingados quieren, soldados rasos, reclutas infelices que no sirven ni para hacer trincheras.

Se escuchó una trompetilla.
    •    Prrrr.

    •    Tómese un pulque mi General.

Jalando una silla mirando para todos lados nos dijo.
    •    Lo acepto porque me gusta beber con pendejos.

Agarró la jarra de dos litros, y de un chingadazo se aventó la mitad, limpiándose la boca con el antebrazo.
    •    Yo recorrí la mayor parte de los estados del norte, ahí conocí a mi general Francisco Villa, y me dedicó su retrato.

    •    No sea pinche chismoso.

    •    Me cae de madre.

Se quitó el sombrero y de adentro sacó una fotografía del general Villa, toda arrugada y mugrosa que apenas se veía, tenía unas letras que no se le entendían.
    •    Vean la foto y lean la dedicatoria cabrones incrédulos.

“El Baldo” tomó la foto y tratando de adivinar lo que decía comentó.
    •    Es verdad, aquí dice…Con todo cariño para mi caballo, y firma Francisco Villa.

El General le arrebató la foto al “Baldo” y la volvió a guardar en su sombrero, se lo puso, todos los cuates que estaban en la cantina se acercaron para hacer rueda y escucharlo, sabíamos que nos contaría sus aventuras, algunos le hacían preguntas.
    •    ¿Qué rango tenía en la revolución? Era el cabo Limas, o el sargento mojaestarma, o sosteniente de mis pelotones.

    •    Fui coronel.

    •    Ni madres, nosotros supimos que usted le limpiaba la pistola al general y que le tocaba la corneta.

El General, nos miraba fijamente, al verlo nos daba mucha risa por Dios que tenía la cara de chango. Se echó un trago de medio litro y frunciendo las cejas nos dijo.
    •    Por lo que veo no saben con quién están platicando, son unos pinches burros que viven en su ignorancia, y sacarlos de ella es como partirles la madre, sigan como están bola de cabrones. Nada más les voy a decir una cosa, yo pertenezco al Partido de Veteranos de la Revolución, y si me siguen vacilado, me cae que no me va a quedar otra de ir a mi casa, traer mi carabina 30- 30 y darles un balazo a media madre a cada cabrón.

    •    ¿Oiga General? usted le entraba a las batallas o se hacía pendejo.

    •    Yo fui uno de los meros dorados de Villa, peleaba con mucho valor y siempre estaba muy abusado, al escuchar el toque de diana, me ponía las carrilleras y con mi rifle listo para entrarle a los madrazos, en el campo de batalla fui cabrón. Yo siempre tomaba la vanguardia y ni un paso atrás.

    •    No mame pinche General, ni un paso atrás es el nombre de una película, así dicen los soldados de los Estados Unidos.

    •    ¡Ah chinga! Entonces esa frase me la copiaron los gueyes, porque yo jamás retrocedí, pelón que tenía en la mira, pelón que le rajaba la madre.

    •    Y de chamacas ¿Qué? Se ve que usted fue un verdadero galán mi General.

    •    Si la verdad tuve muchas mujeres.

    •    ¿Andaba usted con todas?

    •    Sí.

    •    Pero las nalgas de fuera.

    •    ¿A su señora la conoció en la bola?

    •    Si pero de viejas chismosas, ella no fue revolucionaria.

    •    ¿De veras usted fue muy cabrón con las viejas?

    •    Clarines, tuve una novia en la revolución que era muy chingona le decían María calzones.

    •    Le bajo.

    •    Las viejas me buscaban y por su amor me valía madre morir. Con decirles que un día hubo un baile en el cuartel, y baile de a cachetito con la Adelita, delante del coronel que la respetaba y del sargento que la idolatraba y no me chistaron nada esos cabrones.

    •    Ay pinche General, quien lo ve con su carita de pendejo.

El General agarró la jarra pero al ver que ya no tenía pulque protestó.
    •    ¿Qué?…Qué. ya no hay pulque o que chingados. Parece que estoy en la revolución no hay parque.

“El Loco” le dijo al cantinero.
    •    Órale pinche baboso cantinero, sírvele pulque a mi General, que tiene sed.

    •    No ni madre, ya es noche y voy a cerrar, así es que llévense a otro lado a su pinche General.

    •    Escucho mi General el cantinero no quiere servir más pulque.

    •    ¡Ah, chinga, chinga, chinga! Por tu santa madre es mejor que sirvas lo que se te pide, porque tengo facultades de formarte un consejo de guerra y te doy en la madre.

El cantinero se negaba a servir y le dijimos que nada más otra tanda, que cerrara y nos quedábamos adentro.
    •    Pero ya es el último.

    •    Que me aviento con tu hermana.

    •    A ver mi General cuéntenos algo de una batalla.

    •    Espérenme necesito echarme un buen pegue de melón para inspirarme, porque lo que les voy a contar debió quedar en la historia. De una batalla salimos de Torreón todos derrotados, nos habían rajado la madre. De un valiente regimiento regresábamos unos cien hombres, caminando por la sierra, sin comer, sin beber, unos a pata otros a caballo y con un chingo de heridos, después de varios días de chinga loca, abordamos un tren que iba al norte, nos pusimos a la ordenes de mi general Orozco, y tomamos tierra para descansar, como a los dos días llegó “Fierro” el asistente de mi general Pancho Villa” ahí lo conocí.

Le preguntó el cantinero.
    •    Mi General, ¿Usted no conocía a “Fierro”?

    •    Fíjate que no.

    •    Me lo hubiera dicho y yo se lo hubiera enseñado.

    •    Shit, cállate cabrón. Sígale mi General.

    •    Nos dijo que por orden de mi general Villa, nos preparamos para tomar Zacatecas. La lucha fue a calzón quitado nada más veía como a mis compañeros, les daban de plomazos, que caían parando las patas, jugándonos el cuero nos aventamos como el pinché “Gorras” y les juro por mi jefecita, que en esos momentos me hice de corazón duro. De momento sentí un fuerte dolor en el pecho me dieron un balazo en el corazón.

El General agarró la jarra del pulque poniendo su cara triste haciendo pucheros como queriendo chillar, por aquellos recuerdos que se salían, que tenia guardados por mucho tiempo, saco la colilla de su cigarro y la fumó lentamente soltando el humo muy despacio, uno de los que estábamos escuchándolo le preguntó.
    •    ¿Y qué pasó con el balazo que le dieron en el corazón?

    •    No les estoy diciendo que me hice de corazón duro.

    •    Si.

    •    Pues la bala no entró.

    •    ¡Ya pinche General mamón!

    •    A nosotros los que nos faltó para ganar la revolución fue parque, porque la estrategia militar la teníamos muy bien medida. Ya ven los pinches gringos por poco y pierden la guerra con Japón, por falta de estrategia.

    •    ¿Por qué mi General?

    •    Como los japoneses se parecen iguales, los pendejos mataban siempre al mismo.

De momento tocaron la puerta y se escuchó la voz de una viejita que le preguntaba al cantinero.
    •    Señor don Guanzaras ¿No está por ahí mi General?

    •    Sí señora, aquí está.

El General le hacía señas al cantinero que le dijera que no se encontraba.
    •    Dile que no estoy que no he venido.

La señora desde afuera le contestó.
    •    Ya te estoy oyendo viejo cabrón, si no sales voy a sacarte de las greñas.

El General se levantó y se iba de un lado a otro y nos dijo.
    •    Por esta vez toco retirada para entregarme al enemigo. Nos vemos para la otra, muchachitos hijos del mono.

Al salir de la cantina, la señora comenzó a regañarlo.
    •    Ya ni la re chingas Samuel, nada más en la cantina te vives, parece que tu madre te parió ahí, te mande por el maíz, los pollos no han comido.

    •    Maíz, ¿Cuál maíz? Se me hace que tu estas loca.

    •    ¡Cállate el hocico o te rompo la madre! a mi me vale que seas General.

 

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