EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY:
“EL CHARAL”
Trinidad “El Charal” trabajaba como las mujeres malas, todo el tiempo de noche; era panadero. Entre semana los muchachos se iban a la escuela, los despedía en el patio, a los perros los mandaba a que se salieran a buscar comida. Todo era silencio, las vecinas sabían que tenían que guardar silencio o de lo contrario recibían una mentada de madre.
Y en esa forma “El Charal” dormía a toda madre con las puertas cerradas. Su señora, al caminar lo hacía como bailarina de ballet, de puntitas, para no despertar a su viejo bilioso, porque si lo hacía, le daba sus jalones de greñas y le aventaba un zapato por despertarlo.
Pero un día el panadero despertó de pronto por unos gritos, que parece que le estaban apretando el gañote a su vieja. Lamentos, sollozos y el llanto que no paraba, no dejaba de sonarse la nariz. Se enderezó muy enojado, y le dijo.
-¿Qué te pasa, vieja? Sabemos que los precios en el mercado están para llorar, pero no es para tanto. ¿Se murió tu mamá?
A su vieja Sofía, las lágrimas la ahogaban, no le podía contestar, solamente se cubría el rostro con las manos y chillaba a todo pulmón. Esto desesperó al “Charal”, que se levantó y le dio un jalón de greñas, que la tiró al suelo.
-¡Dime qué te pasa o te rajo la madre por chillona!
La señora se sobaba la cabeza, se lo quedó mirando con tristeza, las lágrimas no la dejaban hablar y no se le entendía lo que decía. Su viejo se la quedaba mirando muy feo y con palabras cortantes le dijo:
-¡Es que se me perdió mi hijo! Por el mercado, estaba escogiendo los jitomates y cuando lo busqué ya no estaba.
“El Charal” se la quedó mirando, sacando los ojos, y le gritó:
-¡Vieja babosa! ¿Cómo se te perdió?
-¡Lo tenía de la mano, cuando estaba pagando los jitomates, voltee y ya no estaba!
-¡Cómo serás pendeja! ¿Lo buscaste?
-Por todos lados del mercado y sus alrededores, subí por los fierros viejos y no lo encontré, preguntaba a la gente que si no habían visto a un niño de 4 años, que estaba pelón.
-¡En la madre! ¿Qué vamos hacer? Les preguntaste a los policías.
-¡Sí! Pero me dijo que ellos están para cuidar el orden y no chamacos, me regañó por descuidada, me dijo que era una vieja pendeja, que en lugar de llevarlo de la mano lo anduviera cargando. Como estaba enojada le menté la madre y por poquito me lleva al bote.
-¡Dame mi pantalón! Debería de pegarte con el cinturón por mensa. ¡Vamos a buscarlo! Y a ver si te pones mas abusada. Y ya cállate el hocico o te lo rompo, mereces que te dé una chinga buena.
-¿Me pegas? ¡Ni que fueras mi padre!
-¡Si fuera tu padre ya te hubiera retorcido el pescuezo por pendeja! No sé qué has aprendido todo el tiempo que has vivido conmigo. Me cae que me muero y no vas a saber pelar un tomate.
-¡Ya cállate el pinche hocico! En vez de apoyarme me vienes zurrando. Tú tienes la culpa, todo el tiempo en la oscuridad, ya se me está acabando la luz de mis ojos. Ayer choqué con la vieja enojona, y me tiró un madrazo que si no me agacho me pasa lo que al perico.
-Vamos a preguntarles a esos güeyes que son inspectores de mercados, nada más se la pasan aplastados en el sol, haciéndose pendejos.
La señora se acercó a ellos y les preguntó:
-Perdonen, jóvenes, ¿no han visto a un niño como de 4 años?
-¡No señora! Hace rato pasó una vieja jalando a un escuincle mocoso que no quería caminar, daba unos gritotes que parecen que le estaban apachurrando el gañote.
-¿Cómo es la señora? ¿Y por dónde se fue?
-La señora es gorda muy nalgona, cacariza, lleva una bolsa de mandado, un vestido floreado y un suéter rojo. Se fue derecho rumbo a la Hacienda de Loreto.
-¿Hace mucho tiempo?
-Como 10 minutos, si se apura la alcanza por el puente.
“El Charal” corrió como loco, iba con la misión de rescatar a su hijo de la vieja robachicos; a lo lejos vio a la señora. El corazón le latió a todo lo que daba. Corriendo, agarró al niño de un brazo y se lo arrebató a la señora y le dijo:
-¡Este niño es mío!
La señora le alcanzó a dar con la bolsa del mandado en la cara, que “El Charal” cayó de nalgas pero no soltó al niño, que lloraba muy fuerte, y se dio cuenta que no era su hijo. Muy apenado, le pidió disculpas.
-¡Perdóneme señora, me equivoqué!
-¡Se equivocó madres, güey! No le haga a la mamada. Usted es un robachicos. Luego luego se ve.
-¡No señora, déjeme explicarle! Por favor.
¡A mí no me explique nada, cabrón! Dígaselo a la policía.
La señora gritaba como loca y como estaba grandota y gorda, lo agarró muy fuerte de las greñas, le dio la vuelta y le dobló la mano haciéndole manita de puerco.
-¡Ay! Señora, por favor, entiéndame, mi hijo se perdió, lo ando buscando, me dijeron que usted lo llevaba y por eso se lo quité.
-¿Qué dijo? Esta vieja ya me creyó, como que usted le quiere vender chiles al verdulero, pero conmigo se la pela. ¡Ni madres! Usted quiso robarse a mi hijo y lo voy a madrear. Aquí en Pachuca seguido se pierden los niños.
Se juntaron varios vecinos del barrio de Españita y preguntaron qué pasaba.
-¡Este es un robachicos! Me quería arrebatar a mi nietecito de las manos, pero lo agarré a tiempo. Ya estaba listo para correr.
La gente comenzó a murmurar. Y todos daban su punto de vista.
-Hace una semana se robaron al niño de doña Julia, y este cabrón ha de haber sido. Si lo llevamos a la policía lo dejan salir con una lana, mejor vamos a ahorcarlo, voy por un lazo y lo colgamos en aquel árbol.
El pobre “Charal” se había orinado en los pantalones de miedo. Vio a la gente muy decidida, cada que hablaba le daban una cachetada.
-¡Por favor, déjenme decirles, soy inocente!
-¡Cállese el hocico, o lo aventamos al río!
Una señora llegó y le dio una patada en los bajos, que lo hizo revolcar, mientras la otra no lo soltaba de las greñas.
Les dijo:
-Ya no le hagan al pendejo, hay que ahorcarlo para que sienta lo que las madres sienten cuando se roban a sus hijos.
El pobre “Charal” sacaba los ojos como ratón espantado, a punto estaba de que se le salieran las lágrimas. Llegó uno de los señores, que echó la cuerda en el árbol, le estaba haciendo la gasa para meter su cabeza, y lo salvó la campana, por ahí pasó una patrulla de la policía.
-¿Qué pasa aquí?
-¡Detuvimos a este ladrón de niños!
-¡Retírense, por favor, no hagan la mosca chillar, nosotros nos hacemos cargo!
-Pero señor policía, nosotros queremos lincharlo para que escarmienten los demás robaniños.
Las personas que estaban rodeándolo, no dejaban que lo subieran a la patrulla, ellos querían tomar justicia por su propia mano. Y le daban de madrazos, que su espalda sonaba como tambora.
-¡De aquí se lo llevan pero muerto! Vamos a darle un escarmiento a todos los que se roban a los niños.
A como pudieron, lo metieron a la patrulla y se lo llevaron al bote. Mientras tanto su vieja lo estaba esperando sentada en una banca afuera de la iglesia de La Asunción; por ahí pasó su comadre y le preguntó:
– ¿Qué hace aquí tan pensativa, comadrita?
-Estoy esperando a mi señor, que venga con el niño, lo fue a rescatar de una vieja que se lo llevó.
-¡Su hijo! Lo encontró su mamá y lo tiene en su casa, a usted es la que andan buscando.
Mientras tanto “El Charal” estaba en medio de dos ministeriales que le ponían la perica para que confesara cuántos niños se había robado y a qué banda de robachicos pertenecía. Al no comprobarle nada, le dejaron salir. Llegó a su casa chillando de coraje. No le dijo nada a su vieja y se metió a dormir. Al día siguiente, cuando su mujer se iba al mandado, “El Charal” se levantó, quitó el lazo del tendedero, amarró al niño de la cintura y luego, con la otra punta, amarró la cintura de su vieja y se quedó, muy tranquilo, a dormir. Ya no quiso pensar que, por un pelito de rana, se lo hubieran echado al plato.