Un Infierno Bonito

EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY

GLORIA “LA PELONA”

No todas las historias de mis personajes del barrio los hacen reír. Hay algunas que nos hacen llorar o reflexionar, como le pasó a Gloria “La “Pelona”.
Con  muchos trabajos había terminado su primaria, era hija única  de un minero a quien le decían “El Pato”, a quien le gustaba de a madres el pulque y siempre andaba en el agua.
Estaba juntado con doña Pilar, una pinche vieja que tenía un genio de la chingada, con cualquier cosita aventaba de madrazos. Gloria vivía como la cenicienta, hacía todo el quehacer, lavar, planchar, y  lo que se ofreciera diario; ella bajaba al mandado.
Gloria era una muchacha acostumbrada a la mala vida de sus padres, que seguido se peleaban, por lo borracho, y ella sufría moralmente. Vivía en  el barrio de “La Palma”, en una vecindad que colindaba con el cerro. No dejaban que se juntara con sus pocas amigas que tenía.
A uno de los vecinos del barrio, llamado Blas, le gustaba mucho “La Pelona”, y cada que la veía la seguía. Se hicieron amigos y después novios. Se veían a escondidas y cuando sus papás estaban borrachos, se veían por las tardes, en un callejón. Él la respetaba y hacían planes en casarse.
Una vez, Blas se fue de bracero para juntar dinero y ya no regresó. Se escuchaban rumores de que había muerto en el desierto. Cuando él se fue, ella lo despidió con mucho amor, deseándole que se cuidara mucho, y se dieron un beso muy apasionado. Lloraron juntos por la separación. Pasaron meses y no supieron nada de Blas.
Las malas lenguas, un día le contaron a doña Pilar las raspadas que le daba Blas a “La Pelona” en  el callejón, que había abusado de ella, y el novio había desaparecido. La señora tomó cartas en el asunto y hablaron entre madre e hija.
    •    Mira hija, por primera vez y última te lo digo, por tu bien, que dejes a ese pinche vago, no trabaja, yo sé que a tu edad necesitas caricias, pero busca alguien que valga la pena, y no a ese güey.

    •    Esos son chismes, mamá, Blas se fue a los Estados Unidos para tener dinero y casarnos.

    •    Bueno si tu lo dices, es tu bronca, pero de una vez te digo, si me resultas panzona, me cay de madre que te despellejo viva, y sabes que cumplo juramentos.

Pasaron los días, las semanas y la pobre “Pelona”
 andaba que no el calentaba ni el sol. Lloraba por los rincones y de momento cantaba la guácara. Eso hizo que doña Pilar la sentara en el banquillo de los acusados.
    •    A ver cabrona, enséñame tu barriga.

    •    ¡Ay mama! ¿Por qué me pides eso?

    •    Que te levantes el vestido, o te encuero a madrazos. Tal como me lo esperaba, me comieron el mandado. De seguro fue él, ¿verdad?

    •    Sí mamá, pero nos vamos a casar, me dijo que en cuanto llegara iba a hablar con ustedes para pedir mi mano.

    •    Y mientras se sirvió con la cuchara grande. Ahora, por pendeja, te vas a chingar, porque de nosotros no encontraras ayuda. Lo que hizo contigo fue un abuso. Me han contado que ya no vive por aquí, que se largó de México. Pero antes te voy a desmadrar, bien dicen que a las chamacas de ahora cuando salen con el novio, la madre le da una muñeca a su hija y le dice: “ten, apriétala con las rodillas y no la sueltes para nada”.

La señora Pilar, como si fuera agente de investigaciones, le dio de madrazos con el puño cerrado y la dejó bañada en sangre. Quedó tirada de la madriza, que ya no se pudo levantar.
    •    Y ahora que venga tu padre te va a dar la segunda tanda. Heredaste a la madre de mi viejo, de nalga fácil.

Cuando llegó “El Pato”, su vieja le contó que su hija estaba panzona, y sin medir consecuencias, también le dio una madriza de perro bailarín. Y le dijo a su vieja:
    •    Llévala con doña Nacha, y explícale la situación, nosotros no queremos a un nieto sin padre, dile que le saque al chamaco.

Doña Pilar levanto a Gloria de las greñas, y a puro empujón la echó por delante, y cada que se detenía le daba una patada en las nalgas. Llegó con la señora que era la comadrona del barrio, ésta la revisó y le dijo:
    •    Híjole, Pilarcito, va a estar cabrón su caso. Según el feto, tiene 5 meses, y están pegados como con cola loca, y no será fácil hacerla abortar.

    •    No le saque, doña Nacha, yo he visto que a otras viejas más panzonas y el muchacho se los sacan, entonces por qué a ella no.

    •    Bueno a las otras viejas  porque ya tienen varios hijos, y con un apachurron se salen solos, pero su hija es primeriza, no vaya a ser el diablo y se vaya a morir y entonces sí la chingamos.

    •    Eso sería mejor, así tendremos una pendeja menos. Éntrele al toro, me cay que me pongo pareja con lo que me cobre.

    •    No mame doña Pila, no es por eso, a mí me pueden meter al bote por espanta cigüeñas; mejor llévela con el médico.

Le estuvo rogando mucho, pero la comadrona no quiso y la sacó a empujones. Regresaron su casa y todo el camino la fue zurrando. De repente le mentaba la madre y le daba un jalón de greñas. Le platicó a su viejo “El Pato”, que tomó la decisión muy estricta.
    •    Desde hoy en adelante tienes que chingarle como negra, para desquitar lo que te tragas; dejarás la escuela y serás la criada de la casa; no tienes derecho a dar un paso afuera, si quieres hacer del baño hay esta la borcelana.

Desde ese momento la pobre pelona llevó una vida de perro: le daban de patadas y la mandaban a puras mentadas, y no dejaban de decirle que siempre andaría navegando con bandera de pendeja.
Pasaron los meses, y “La Pelona” estaba muy flaca, y con lo panzona, parecía araña capulina. Cuando iba a nacer el niño, se retorcía como tlaconete, y gritaba a todo pulmón, lo que sacó de las casillas a doña Pilar, que le fue a dar de cachetadas.
    •    Cállate el hocico, así hubieras gritado cuanto tenías al güey encima. Ahora te chingas.

Al ver que se desmayó y quedó haciendo bizcos, se compadecieron y mandaron a traer a doña Nacha, y así nació el niño. La pelona no dejaba de llorar de alegría y abrazaba a su hijo, porque había salido completo y se veía muy bien, aunque chillaba de hambre. “El Pato” lo descobijó y le dijo:
    •    Míralo bien, otro cabrón que llega al mundo a sufrir.

“La Pelona” le dijo, con miedo, a su mamá:
    •    Tengo que bañarlo, mamá, regáleme tantito jabón.

    •    Toma un pedazo de lejía, porque el jabón lo ocupamos para lavarnos las manos.

Al día siguiente, cuando sus padres salieron, “La Pelona” caminando como charro, cargó a su hijo, pasó por una amiga para que la acompañara a la iglesia a dar gracias a Dios. Entraron a la Villita y se puso de rodillas junto a la Virgen, y destapó a su hijo.
    •    Virgencita linda, aquí te traigo a mi hijo para que me lo cuides, tú serás la madrina, míralo Virgencita de Guadalupe, él no tiene la culpa de nada, apenas nació ayer. No te puede ver porque tiene los ojitos cerrados; también te pido que les muevas el corazón a mis padres, para que me perdonen y vivamos en familia como debe de ser.

Las lágrimas de “La Pelona” caían sobre la cara de su hijo, que también lloró, como acompañándola en su dolor. Por mucho tiempo,  estuvo rezando, no se entendía lo que rezaba, sólo se le miraba mover los labios. De momentos se puso pálida, gotas de sudor escurrieron por su cara, y cayó al suelo, ante las miradas de algunas señoras, que también estaban orando.
Su ropa se manchó de sangre. Su amiga Tina, de inmediato pidió la ambulancia, le quitó al niño y la acompañó al hospital; después corrió a su casa, al barrio de “La Palma”, y le dijo a la señora:
    •    Pilarcito, su hija está muy grave en el hospital, y me pidió que fuera para pedirle  perdón y usted le diera su bendición.

    •    Lo que le voy a dar es en la madre, yo no la mandé de que anduviera de cuzca, ella se lo buscó porque se lo advertí, ese maldito no se la ha visto en el barrio, la abandonó a su suerte.

Tina llegó al hospital sin soltar al niño, y le dijo su amiga:
    •    Tu mamá no quiso venir.

    •    No me lo perdona, cuida mucho a mi hijo, no tengo con quién dejarlo, tú eres y serás mi amiga de siempre.

Gloria cerró los ojos y se murió. Tina se salió, ya no tenía nada que hacer. A sus padres de “La Pelona” les valió madre; no reclamaron el cuerpo y la aventaron a la fosa común. Al pasar los años, el niño creció y al saber la historia, que le contó su madre adoptiva, cada que pasaban los viejos, que eran sus abuelos, les echaba una sonora trompetilla.

Related posts