“EL MEROLICO”
Antonio “El Loco” platicaba muy preocupado con su vieja:
- Hijole, vieja, mañana es su cumpleaños de mi compadre Pancho, a huevo tenemos que ir, ya me mandó su invitación, pero mira mis zapatos están todos madreados, tienen un agujero debajo de la suela, tengo 60 pesos, no creo que me alcance para comprarme unos.
- Si quieres te doy 40 pesos del gasto y compras unos de a 100 varos, pero te tienes que aguantar en la semana a comer frijoles.
- Ya dijiste, vieja, vamos de volada a comprarlos.
- Espérate, todavía es muy temprano.
La señora salió al baño y regresó rápido.
- ¿Qué te pasa, vieja? ¿Por qué vienes echando madres?
- Pinche gente tan desgraciada, nos aventaron sal en la puerta, eso es de mal agüero.
- A ver, déjame ver.
- No te asomes porque dicen que es una maldición, voy a lavar con mucha agua, a manera de que no quede un granito de sal.
- ¿Quién crees que quiera hacernos daño?
- Aquí en la vecindad hay mucha gente cabrona, hay que cuidarse hasta de su propia raza, mientras lavo, péinate, tienes todos los pelos parados, parece que te espantaron, y quítate las chinguiñas.
Juanita, la mujer del “Loco” le echo mucha agua a la sal y la talló con todas sus ganas. Muy pensativa entró a su casa a guardar la escoba. Antonio le dijo:
- Ya me peine, ahora dame los 40 pesos, voy a comprar unos zapatos bien padrotes, de dos colores, como los que usan los pinches viejitos que bailan danzón en el jardín, cuando esté en la casa de mi compadre voy a cruzar la pierna para lucirlos, la gente que me vea se va a quedar verde.
- Espérate a desayunar, ni modo que se vayan los zapateros.
- Es que quiero tenerlos puestos para no estar con la preocupación, sirve de que al regreso me haces unos huevos en chilito pasilla.
Antonio “el Loco” bajó muy pensativo, no se le podía olvidar la sal que les aventaron en la puerta de su casa. En el camino encontró a su amigo “El Pájaro”, y le preguntó:
- ¿Dónde vas, pinche loco?
- Voy a comprar unos cacles porque estos andan haciendo tierra, pero como es domingo, a ver si encuentro una zapatería abierta.
Los dos amigos caminaron. “El Loco” no aguantó la curiosidad de preguntarle a su cuate, qué pasaba cuando tiran sal en la casa.
- Oye, Pájaro, ¿tú sabes qué es lo que pasa cuando echan sal en una puerta de casa.
- Es brujería, la primera persona que la ve y la pisa se muere.
- ¡Ay, en la madre! No la chingues, mi vieja la vio y la pisó, se va a morir la pobrecita.
- Debes de llevarla con una espiritista, antes de que le pase algo, la otra vez echaron sal en la puerta de la casa de mi jefa, y se murió mi padrastro, fue el primero que la pisó al salir a trabajar.
- Ya ni me digas, carnal, que se me enchina el cuero, mejor luego nos vemos.
“El loco” se metió corriendo a la iglesia de la Asunción y, con toda devoción, se aventó varios rosarios para pedirle a Dios que no le fuera a pasar nada a su vieja; estaba hincado, con los brazos abiertos y las lágrimas le escurrían por lo cachetes. Cuando salió de la iglesia vio a una bolita de gente, se acercó, y era un merolico que les decía, agarrando una serpiente:
- A ver, maldito animal del demonio, voy a apretarte el pescuezo, ustedes saben que esta víbora es la causante de todos los males del mundo, llueve mucho, el miércoles se inundó Pitahayas. Todo esto se debe porque Eva desobedeciendo las órdenes del señor de los cielos, le dio a comer a nuestro padre Adán la manzana que era el fruto prohibido.
Pero el mal que nos aqueja en la actualidad son los vecinos, nuestros familiares, que por envidia nos hacen daño. Así como lo oyen, muchas personas envidiosas nos avientan cochinadas en la puerta de la casa para hacernos brujería, mal de ojo, que nos manden a la tumba o quedamos torcidos. Levanten la mano todos los que crean en la brujería.
“El Loco” como estaba parado en primera fila levantó las dos. El merolico comenzó a contarlos.
- Uno, dos, tres, cinco, siete, diez, doce quince; los demás que no son creyentes pueden seguir su camino. A ver, caballero, permítame su mano. A todos los que la levantaron les voy a untar un bálsamo que fue bendecido siete veces por el papa de Roma para protegerlos de la maldad.
El merolico se quedó mirando fijamente al “Loco” y le dijo:
- A usted le voy a poner doble porque lo veo muy preocupado. ¿Estoy equivocado?
- No, señor.
- Présteme su mano, le voy a untar este bálsamo para que siempre esté protegido de todas las desgraciadas brujas, ahora póngala en su corazón y rece un padre nuestro, pídale a Dios, nuestro señor que desde los cielos ilumine a usted y a su familia.
“El loco” muy triste, con la cabeza agachada, rezaba siguiendo las indicaciones del merolico.
- Ahora de esta baraja ustedes van a sacar una carta, les voy a decir cuál será su destino. Pero les va acostar 20 pesitos; este dinero que ustedes hacen el favor de darme, les juro por la Virgencita de Guadalupe, que va directo a la Presidencia Municipal para que la presidenta no mande a los de Mercados y Abastos a corretear a los pobres ambulantes que se ganan la comida vendiendo sus chacharitas, para que esos güeyes se las quiten, para que tapen todos los baches y se lleven la basura. Pero Dios los mira desde el cielo, y van a ver que con el cambio que viene en noviembre, no van a agarrar otro hueso, como castigo del cielo, por encajosos.
Todos a los que les untó el bálsamo bendito le entregaron sus 20 pesos. El merolico echó el dinero en una caja y llamó a un señor flaco, flaco, barbón, que tenía un trapo enredado en la cabeza.
- Ahora les voy a presentar a un amigo maravilloso, es un fakir que viene de la India para ayudar a los hidalguenses, les dirá cuál será su futuro, ustedes le pagarán la consulta según el dinero que traigan, así lo ven de seco porque se quita el pan de la boca para dárselo al prójimo.
Todos hicieron una cola para consultar al fakir, mientras tanto en la vecindad del barrio del Arbolito, doña Santa le decía a la vieja del loco:
- Perdóneme, Juanita, pero en la mañana mandé a mi hija a comprar un kilo de sal, pero la pendeja se tropezó y la tiró en su puerta, la iba a barrer, pero chilló mi niño, que quería su chichi, fui a dársela porque si no se priva el cabrón. Cuando salí vi que usted lo estaba haciendo, y me regresé a darle otra poquita al niño, que estaba haciendo su berrinche, estos chamaquitos de hoy chupan leche como si estuviéramos de chichonas como Sabrina.
- No tenga cuidado, Santita, qué bueno que fue eso, nosotros pensamos que nos habían hecho brujería, me quita un peso de encima. Además no le hubiera pegado a su hija, la escuché que daba unos gritos como si le estuvieran apretando el gañote.
- Nada más le di un llegue para que se ponga mas abusada, me voy Juanita, es tarde y no tarda mi viejo, tengo que tenerle la tragazón, si no para qué quiere que me lluevan los madrazos.
En ese momento el Fakir hablaba con el Loco:
- Lo que me cuentas de que te echaron sal en la puerta es muy peligroso, tu vieja morirá esta misma noche.
- No la chingue, señor Fakir. ¿Qué tengo que hacer para salvarla?
- Tienes que comprar un amuleto que contenga un pedazo de oro puro de 18 kilates, un pedazo de cuarzo y polvos de la madre Celestina, para que por siempre la proteja. Eso le dará luz y aquel que le quiera hacer brujería se la va a pelar.
- ¿Cuánto me vale?
- Por ser para ti, mil pesos.
- Nada más traigo 80 pesos.
- Dámelos, deja darte la bendición, no sea que te vaya a machucar un carro.
“El Loco” le besó la mano al Fakir y corrió muy contento a su casa; le dijo a su vieja:
- Compré un amuleto para que no te pase nada, me costó 80 pesos y 20 de una carta para saber mi destino, con los señores que están afuera de la iglesia.
La señora lo miró y le preguntó
- ¿No te compraste los zapatos?
- No te digo que el dinero se los di a un fakir para que no te hicieran brujería, me dio esta bolsita, te la tienes que poner en el brasier en la chiche izquierda, junto al corazón.
- Te vieron la cara de pendejo, ahora para que se te quite, no vas a ir a la fiesta de mi compadre. La sal la tiró Sarita, la hija de Santita.
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